Es decepcionante darme cuenta de lo mucho que ignoro de las reglas de la vida, es tristísimo sentir cómo cada vez me hundo más en terrenos de lo patético y aburrido. Entonces, a partir de un punto específico, uno tiene que despertar del letargo y renacer con propósito.

Es verdad que me hirió que me dijeran lo que me dijeron, que me juzgaran en la forma en la que lo hicieron y llevo prácticamente un día pensando en ello. Porque lo cierto es, me había dado cuenta desde mucho antes, no quería aceptarlo, no quería reconocerlo, pero con gente así, con ese ego tan inconmensurable, cualquier rastro de humanidad, es debilidad que desean arrancar.

Y pensaba hace rato, que la vida da vueltas, y quienes te hieren hoy, tal vez no directamente, pero de una forma kármica, reciben lo que les toca por parte de la naturaleza misma. Porque así es esto... Por esa misma razón trato de ser amable con todos, de ser generoso y mostrar gentileza, uno nunca sabe en qué momento necesitará de un pecho cálido que le abrace y le diga que no se preocupe.

En ocasiones eres capaz de entregarte por completo a una causa perdida, solo porque tienes esperanzas puestas en palabras. Pero se te olvida que muchas de esas palabras son vacías, no llevan a nada, porque no contienen nada. Y no es culpa de la gente, porque no se trata de culpar a nadie, son simplemente las circunstancias. Necesitas alejarte, aislarte, entender la situación y volver a comenzar. Trabajar en lo que te toca, que es lo que está viéndote al espejo.

Lo peor es que me ganó lo prohibido, aquello que me dijeron "no le prestes atención" se terminó robando mi corazón; y no puedo hacer mucho más que soportarlo, de manera estoica, reconocer que desarrollé vínculos por quien estaba presente, porque eso fue lo que pasó. Mientras de un lado limosneaba migajas por simple deseo de pertenencia, del otro un Universo hermosísimo se formaba frente a mí, aunque claro, cabal a mi palabra, tenía que mantener distancia. Y eso hice, y eso haré al menos hasta sentirme pleno y recuperado de la herida recibida.

Voy a trabajar por ser una mejor persona. Toca hacerlo como es debido, dejando atrás pensamientos intrusivos y concentrándose en lo que se debe hacer. Los buenos corazones no son estimados en tiempos modernos, la gente no cree mucho en el interior. Argumentos tangibles y medibles, cosas que se puedan contar y reconocer; en estado de claridad y calma mental, es lo que quiero, paz y firmeza en convicciones.

He dejado de ser un libro y me estoy convirtiendo en una entidad, una propiedad intelectual distribuida en diversos fascículos, algo macro y microcósmico al mismo tiempo; quiero gozarme en la llenura de mí mismo, vivir en consciencia y agradecimiento permanente, con los ojos puestos en lo alto, la boca y manos bajo control, en santidad y sanidad, colmado de gracia divina.



 Hace tiempo que no escribía. Parte de mí no estaba de acuerdo con lo que pasaba en mi mente. Me sentía bloqueado, estancado, sin rumbo, sin sentido. Estaba harto, frustrado, triste.

Hoy lo entiendo: me tragué un cuento. Un discurso falso, una manipulación. Lo reconozco. A veces, cuando confío en alguien, no pongo tantos filtros. Simplemente agradezco lo que llega y lo acepto como viene.

No me interesa juzgar a nadie ni hablar mal. Porque en este punto de mi vida, lo que más valoro es estar en paz. En paz conmigo mismo y con mi entorno. Y si algo o alguien no quiere estar ahí, tiene toda la libertad de alejarse. No me voy a romper por eso.

He aprendido a aceptar las distancias sin dolor. Agradezco lo que fue, sin aferrarme a lo que ya no es. Me permito extrañar sin exigir, recordar sin resentir. Y eso, para mí, es también una forma de amor.

Reconozco mis errores, mis carencias, mi lado humano. No soy perfecto y no pretendo serlo. A veces reacciono desde el miedo, otras desde la herida. Pero no me avergüenzo de ello: estoy en construcción constante.

Y por amor a mí, he decidido dedicarme a sanar, a pulir lo que no me deja avanzar, a crecer con paciencia. No por demostrarle nada a nadie, sino porque me lo debo. Porque me lo merezco.



 Qué punk se ha vuelto uno en la modernidad, y es que, nos toca esconder las emociones y los sentimientos por el horror de la idea de vernos vulnerados, como si vivir en el interior de una coraza de alguna forma previniera el hecho de ser heridos. Seamos sinceros, eso nunca pasa, si alguien tiene intención de hacernos daño, por más que se esconda, lo conseguirá; aunque también es cierto que le damos demasiada importancia a nuestro papel en esta vida. Creemos, de manera absurda, que somos protagónicos de algo que ante la mirada utópica de cada uno es "como debería ser". Y es eso lo que nos termina destruyendo, antes que cualquier persona o hecho, nuestro propio e irremediable ego.

Es fantástico abrazar la soledad, el "de aquí no puedo seguir", el fracaso, la derrota, la enfermedad y la autodestrucción; decirte cada mañana que no eres suficiente, que no eres como "deberías", que no estás dentro de los cánones, que solo quieres ser gentil y deseas compartir tu gentileza y generocidad; pero eso amigo mío, eso no lleva a nada, siento sacarte de tu ingenuidad. Cada cuál está lidiando con lo suyo propio e infravaloran que quieras dar todo de ti por el simple hecho de existir en tu vida, te lo digo, no porque quiera fastidiarte, sino porque yo mismo he navegado esas aguas bastante tiempo y no es más que la experiencia lo que escribo acá.

Pero entonces ¿qué solución hay? Ése es el punto, tiene que quedarte claro que nadie además de ti debe de tener el interés, amor y afecto que tú mismo tienes por tu persona. Es cierto, es difícil, porque allá afuera hay montones de distractores y seres pasionales, además de circunstancias cautivadoras, "tendrías que caber en algún lugar". Se puede dar, no lo dudo, tal vez llegue, no estoy en contra del amor romántico de de las relaciones sinceras, yo mismo soy un abanderado eterno del romanticismo cuando te escribo que pongas atención antes que todo lo demás, en ti.

Abogo por confiar en la gente a pesar de que innumerables veces me han tratado de engañar (o lo han hecho), con o sin malicia; me gusta creer que somos el resultado de nuestras vidas pasadas, pero no en temas de reencarnación ni nada por el estilo, sino que cada cierto tiempo evolucionamos en una versión ajustada y detallada de nuestras personas, y el yo anterior fallece para dar la bienvenida a uno nuevo. Con eso dicho, justifico que lo que me hayan dicho o hecho versiones previas de alguien, no necesariamente implica que lo harían al día de hoy, básicamente trato de evitar ser un ancla emocional a un pasado que no ocurrió como yo pensaba por miles de variables que pudieron haber influido en cualquier momento específicamente.

Sin embargo, tenemos que ser conscientes de nosotros; no darnos por sentados ni tirarnos al basurero. Tenemos nuestro valor, habilidades, virtudes y otras características que nos hacen únicos. Atractivos a los ojos correctos, funcionales en virtud de los sueños que estemos construyendo, y definitivamente grandiosos para unos cuantos. Es genial poder tener a esas personas rondando nuestro radar y que de vez en cuando nos ayuden a recordar que sin importar lo complejas creaturas que seamos, siempre hay un piso que nos sostiene, y mentes específicas con las que empatamos y empatizamos, por las que vale la pena seguir adelante.



Sobreexigirte es un pésimo hábito.

Y lo peor es que se siente como lo correcto. Como si no hacerlo fuera traicionarte.

Como si parar tantito fuera rendirse del todo.

Pero no.

A veces solo estás cansado. Cansado de exigirte ser constante, fuerte, enfocado, impecable…

cuando por dentro ya ni sabes por qué empezaste a exigirte tanto.

Te sientes culpable por no poder con todo.

Y encima de todo, por sentirte mal por no poder con todo.

Es ridículo, pero lo haces. Y lo repites.

Porque así aprendiste a vivir: con el corazón apretado y el alma en overdrive.

Y lo más triste es que llega un punto en que ya ni sabes descansar sin sentir culpa.

Hoy solo quiero recordarme —y tal vez recordarte— que no pasa nada si aflojas un poco.

Que nadie se muere por dormir ocho horas.

Que no eres menos por detenerte.

Que la vida no se mide por cuánto logras, sino por cuánto te habitas.

Y a veces, habitarte… empieza por darte tregua.



 Vivimos engañados. Creyendo que lo que vemos y nos apetece en algún momento estará a nuestro alcance; nos convencieron de un supuesto "potencial" que no es más que una mentira constantemente repetida que cuando maduramos nos damos cuenta de lo irreal e imposible que es.

No tengo miedo de enfrentarme a los hechos, porque es lo que hay, es lo que me queda. Si creen que soy alguien patético, a sus ojos lo soy, y está bien; no hay razón para mí en tratar de cambiar su percepción sobre mi persona, sería demasiada energía desperdiciada y por ahora, prefiero conocentrarme en mi propio camino.

Un camino lleno de trampas, irregularidades y obstáculos, pero personal y único; el que me llevará a donde quiero llegar. Avanzar de la percepción del ego, comprender que para nadie soy una fracción de importante de lo que soy para mí mismo, conformarme y contentarme con lo que hay, respetar el desprecio y rechazo ajeno como algo que habla más de otras personas que de mí mismo.

Con los ojos puestos en el aprendizaje y en convertir ese aprendizaje en algo real; no tengo que brillar para demostrarme que puedo, ni siquiera tengo que ser notable; puedo tener una vida saludable en la que pase desapercibido y al final estar agusto con ello, de eso se trata, de estar bien conmigo.

Dejar de combartir contra los mostruos internos, aceptar mis errores y defectos, sin tirarme al drama ni la depresión; dormir bien, comer excelente, pensar mejor; ser alguien que funcione y vea por lo que le hace falta; sin esperar de nadie externo, estando yo, conmigo, en verdadera paz.



 Quiero empezar ésta publicación con un tweet que acabo de publicar: "Qué terriblemente difícil es ser honesto con uno mismo. Salen las lágrimas y duele un montón, pero ya está, ya fue, hay que seguirle."

Qué nos hace fraternar con el fracaso, abrazándolo de tal manera que se vuelve una especie de marca, un estigma durante el largo de nuestra existencia, y conforme el tiempo pasa, volteamos atrás dándonos cuenta de lo mucho que hemos alcanzado; sin embargo seguimos sintiéndonos insignificantes, ¿a qué se deberá esa percepción tan miserable de uno mismo?

Y es que estamos parados en un punto de la historia en el que no importa lo mucho que nos esforcemos, si no somos capaces de alardear los logros, parecería que nunca ocurrieron. Decirle a nuestros conocidos, familiares y amigos, que conseguimos tal cosa, que viajamos a tal lugar, que adquirimos tal posesión, como si el valor llegara a partir de atribuciones externas y no desde la perspectiva pura y real de lo que estamos hechos.

Es deprimente, si me lo preguntan, saber que somos tan ínfimos como la cantidad de dinero que tenemos invertido, que el reconocimiento que algunos nos pueden dar está enteramente ligado a lo que vamos a ofrecer, resultando en un subsistir montado en algo que básicamente está destinado a desaparecer al cabo de muy poquísimos días.

Después llega la envidia, esa emoción que cuánto trabajo me ha costado desarraigar de mi ser; por más que me repito que no soy nada más que un viento vespertino que pronto pasará, la falsa humildad se apodera de mi persona, al tiempo que tanto en el cerebro como en el corazón soy consciente de lo mucho que me gustaría ser así, como los que tienen éxito, en lugar de estar atascado en la mediocridad.

Quisiera ser suficientemente valiente para reconocer cuando no puedo más, tener la voluntad de avanzar sin voltear a ver a otros, pero estoy bien seguro de que al día de hoy no he podido hacerlo; por más que lo intento, tiendo a tropezar, y eso provoca que tambaleen mis fundamentos, que me sienta mal, que crea que voy de bajada antes de poder ser libre. Sufro en silencio, sin que quede otra que continuar.

Porque al final, mañana amanecerá, y aquellas cosas en las que fallé hoy tal vez vuelvan a presentarse; probablemente la fortuna no me favorezca, pero siempre queda la chispa de esperanza en el aliento previo, una que observada a la distancia, en medio de la total oscuridad, marca el camino que hay que seguir, al menos hacia donde hay que voltear antes de caer de nuevo.



Honesto

Por
 Quiero empezar ésta publicación con un tweet que acabo de publicar: "Qué terriblemente difícil es ser honesto con uno mismo. Salen las...

 Eliminar cosas es saludable, a veces, a mitad de la noche se me da por tirar a la basura viejos textos, proyectos que nunca vieron la luz e infraestructuras en las que trabajé en el pasado. La verdad han sido días duros, quizá no deba de contar esas cosas acá, pero no estoy señalando a nadie en particular; simplemente la vida, las cosas no se me dan, los planes no despegan y estoy de bajón.

Tal vez esa es la razón por la que se siente bien dejar morir destellos del pasado, es un "descanso" en la escalera que estamos por continuar. Tengo que ir evolucionando al dejar ir aquello que no me hace bien, las anclas a momentos o ideas del pasado que por múltiples motivos, no pudieron ser.

Empecé por aquí, por los montones de sitios registrados y sin utilizar que tengo en mis cuentas, dominios dados de alta que no sirven para nada, desarrollos que no fueron a ninguna parte, deseos que murieron casi al momento de nacer. Por qué soy así, por qué mi curva ascendente es tan pronunciada al inicio cuando me obsesiono con algo, y después, cuando descubro que estoy completamente solo o que no tiene pies ni cabeza por falta de planeación, tengo que abandonar y se queda ahí como vestigio de lo que nunca pudo suceder.

Puede ser que esas cosas del pasado me pesen en el presente y no me esté dando cuenta, porque estoy tan aferrado a alcanzar un futuro y en el inter se me escapa la vida. ¿Hay buenas opciones para mí allá afuera? No tengo idea; siempre que empiezo a sentir seguridad, llega un ventarrón que me tira de bruces al piso de mi realidad.

Y es por eso que un día dejé de soñar, de hacer planes, de creer en mí, eso es lo que provocó que me fijara únicamente en lo que estoy viviendo, en lo que experimento en el presente, porque la gente cambia, así como las circunstancias que nos rodean, y la persona que hoy te dice "te quiero", quizá mañana habrá desaparecido y no tenga interés en volver a saber de ti.

Nunca entenderé eso. Pero como dije, es porque no soy tan bueno dejando las cosas suceder y avanzando con lo que sigue. Supuestamente he trabajado en el desapego, y en múltiples áreas me funciona; pero al ver cientos de textos sin publicar, códigos que no utilicé en nada e infraestructuras que jamás se concretaron, tiene sentido que reconozca que esa es una debilidad presente para mí.



 En nuestro intento de ser mejores, a veces dejamos de concentrarnos en la verdadera importancia de las cosas. A qué me refiero, a que la gente que está ahí para nosotros es lo que de verdad le da sentido a la vida, quienes nos acompañan por gusto, los que pasan tiempo con nosotros porque desean hacerlo, son en realidad el sustento de nuestro día a día.

No se trata únicamente de estar agradecido, lo que quiero hacer aquí es invitarte a no dar por sentado a aquellos que buscan mantenerse cerca, tu vida carece de significado cuando no tienes pilares fuertes, te sientes perdido cuando olvidas tu propósito, y ese propósito no es otra cosa que generar vínculos fuertes, duraderos y prósperos, que te acompañen a lo largo de tu camino por andar.

Que puedas despertar cada día sonriente por la bondad de Dios al haberte rodeado de seres especiales que aportan valor a tu existencia, que nutren y enriquecen tus experiencias, que llenan de energía, salud y belleza tu entorno.

Cada contexto importa, si quieres brillar, rodéate de quienes brillen. Si quieres triunfar, aprende de quienes triunfan. Si quieres experimentar la hermosura de vivir, envuelve tu círculo de encanto. El asunto es no quedarse quieto, sino seguir, seguir hacia lo que quieres lograr de ti.

Incluso de la soledad se aprende, y ante el hecho de dejar que la tristeza nos agobie podemos sobreponernos; esto no se trata de demostrar que eres inmenso, se trata de comprender que a veces estaremos de bajada, pero juntos crecemos y nos superamos.



Tu Círculo

Por
 En nuestro intento de ser mejores, a veces dejamos de concentrarnos en la verdadera importancia de las cosas. A qué me refiero, a que la ge...

 No recuerdo desde cuándo empezó. Tal vez desde siempre. Pero fue hace apenas unas semanas cuando comenzó a manifestarse de forma concreta: Un zumbido constante, apenas perceptible al principio, como si algo minúsculo se moviera muy rápido dentro de mí. Un insecto, tal vez. O algo peor.

La primera noche que lo escuché estaba tendido en el piso del cuarto, sobre una cobija delgada. El aire acondicionado llevaba horas encendido, pero el calor era sólido, como un animal respirando sobre mi pecho. El sudor me empapaba la nuca, la espalda. Me latía la cabeza con violencia. Pensé que era la presión, otra vez. Desde que me enteré que se me disparaba con facilidad, cada punzada me parecía un presagio.

El zumbido se agudizaba a las tres con once minutos en punto. Siempre a esa hora. No era externo. No venía de la calle ni de ningún aparato. Lo supe porque lo sentía dentro del cráneo, rebotando en las paredes del pensamiento. Era como si algo se riera en una frecuencia apenas humana.

No se lo dije a nadie. ¿Cómo explicar que hay algo que zumba dentro de ti como un enjambre contenido? Un poco como si doliera, como si el cuerpo supiera que algo está mal pero no decidiera gritarlo. La piel comienza a doler, a volverse intolerable, como si el cuerpo ya no te perteneciera.

Pasé noches sin dormir. Empecé a evitar los espejos porque me sentía ajeno. Mis ojos tenían un brillo extraño, cristalino. Y debajo del brillo, el cansancio. Un cansancio que no era solo físico: Era el peso de años de no saber decir que no, de cargar culpas ajenas, de haberme quedado quieto cuando debía haber corrido.

La tercera noche sin sueño, sentí que el zumbido descendía. Ya no estaba solo en la cabeza. Se movía. Bajaba por la garganta, rozaba el pecho, se instalaba justo donde la ansiedad aprieta. Me dolía respirar. Me dolía pensar.

Me arrastré hasta el baño. Abrí la llave del lavabo y me eché agua en la cara. Me miré. Me vi. No era un rostro enfermo. Era un rostro roto. Y entonces lo entendí. Me desnudé y me metí a bañar, las gotas de sudor atravesaban mi cuerpo al tiempo que las del agua fría y limpia lo depuraban. 

El zumbido era lo otro, ¿el anfitrión era yo? Lo que creció en cada noche en que no me defendí, en cada silencio que tragué por miedo a ser incómodo, en cada decisión que postergué esperando que alguien más resolviera por mí.

Me senté en el suelo. Dejé que el agua corriera sobre mis pies. Lloré. No de tristeza. Lloré como quien saca una espina larga y oxidada del alma.

Y le hablé. Al zumbido. A eso. A mí.

—No me vas a vencer. Esta vez, no.

No se fue de inmediato. Pero algo cambió. El calor no desapareció, pero dejó de sofocar. El dolor seguía, pero no paralizaba.

Estaba por amanecer, las cinco y tres.
Tomé un vaso con agua. Un libro. Puse música en la tele. No me dormí. Pero me reconforté.
Y al mediodía, cuando el sol estaba alto y cruel, abrí la casa. Dejé que el viento entrara. Lo dejé ventilar todo.

Por primera vez en años, no sentí horror. Solo un poco de espacio para mí. Y logré descansar.



El Zumbido

Por
 No recuerdo desde cuándo empezó. Tal vez desde siempre. Pero fue hace apenas unas semanas cuando comenzó a manifestarse de forma concreta: ...

 Hace tiempo no vengo por acá, lo sé, perdón, han pasado varias cosas interesantes alrededor de mi vida. Interesantes para mí, no necesariamente para venir a ventilarlas por acá. Mi círculo cercano se sigue reduciendo, agregamos a un par de personas y dejamos ir a otras, no he tenido proyectos como freelance en lo que va del año, tampoco los he necesitado realmente (aunque quiero retomarlo, porque hay pendientes que pagar), le perdí el amor a ciertas cargas innecesarias de trabajo, me sentí muy mal de salud en algún punto, tengo roomie nuevamente y, he de confesarlo, un par de mujeres que me hacen la vida más sencilla y hermosean el entorno.

Necesitaba la calma, y poner mis ojos en valores que de verdad importan. Desde la perspectiva de preocupaciones, ahí siguen algunas latentes, pero les trato de dar un poco menos de importancia. No las ignoro, simplemente la vida no es tan sencilla como para clavarse con esos asuntos.

En mis intentos por destacar, ustedes saben que he fracasado mucho, en mis planes por ser mejor persona, me he atorado demasiadas veces, he caído en las manos de vicios tontos una y otra vez, y cada cierto tiempo se reinicia el ciclo; hoy mismo, en algún modo, he permanecido encerrado y desvelarme es particularmente un vicio que no debería de seguir haciendo. Con la excusa de que al rato iré al cine y que puedo despertarme más tarde por ser domingo, estoy escribiendo esto a las dos de la madrugada, les digo, pésimos vicios.

Como contaba en uno de los párrafos anteriores, sigo esforzándome en alcanzar una versión un poco menos peor; pero no dejo de dudar y sucumbir ante mis miedos y los fantasmas de fracasos anteriores también hacen de las suyas cuando intento agarrar viada. No me justifico, no son excusas. Casi la mitad del año se ha ido, por ejemplo, y solamente en dos apartados de mi pequeña lista de propósitos para el año voy más o menos al día.

Pero al menos estoy tratando de cambiar algunos aspectos importantes, tanto en el interior como en el entorno más inmediato que me rodea. Darle sentido a las cosas, abrazarme de lo positivo, pasar tiempo con gente bonita y compartir con la gente que amo. Eso soy yo, al final resulta que aunque parezca que no estoy hecho para el amor, en miles de representaciones, soy el amor mismo, el amor que desesperadamente buscaba allá afuera se encuentra en mí, y sentirme suficiente es lo único que importa.

No vengo a dar clases de superación ni a recomendarte tal o cual lectura, la vida tiene formas de enseñarnos a cada uno de acuerdo a su voluntad y los entornos que nos influyan. He estado escribiendo textos diminutos a modo de prácticas en un pequeño taller literario los viernes en la noche organizado por una escritora a la que quiero mucho, seguro los pondré por acá en cuanto tenga oportunidad.

Entre los hábitos que intento implementar, se encuentra dormir bien, ustedes no lo saben pero ha sido un verdadero lío en semanas recientes; malas condiciones de sueño generandome estrés, el estrés afectando mi rendimiento general en el día, y un estado de malestar en incomodidad invadiéndome eran las cartas que venía manejando... Como dije, hoy estoy abusando, ya tengo que irme a la cama, pero tuve una explosión de dopamina hace un rato que me dio un shot energético que me ha impedido quedarme dormido como era de esperarse.



 Es cierto, funciono mejor cuando logro lo que me propongo, pero las cosas no son así de simples siempre, la ansiedad llega en consecuencia de nuestras limitaciones físicas, intelectuales, sociales, emocionales y de salud. De la nada, lo que parecía ser una planicie fácil de transitar, se convierte en un terreno boscoso y oscuro, repleto de agujeros en el suelo.

No he venido a quejarme de lo difícil que ha sido iniciar este año, en términos de planes y proyectos, en cuanto a lo financiero o del hecho de que mis opciones cada vez son más limitadas. Para nada, estoy aquí tratando de reencaminar mi enfoque, y es que no están para saberlo pero llevo días sufriendo hasta con mis tiempos de sueño.

Pero encontré la manera de darle la vuelta positivamente a eso, mediante cambiar mi mentalidad a la hora de empezar a trabajar; un par de horas hacen plena diferencia. Sin embargo sé que anhelo volver a sentirme poderoso, no únicamente se trata de saber reírse de las circunstancias, hay que mejorar por la inminente necesidad de hacerlo en esta vida con fines de conservación.

Una gripe, su posterior tos, cambios físicos y hormonales en consecuencia que provocan a su vez desajustes en los ciclos, y horror por ansiedad, que termina concluyendo en una nueva dolencia que puede muy probablemente por la falta de reactivos en el cuerpo que defiendan al individuo, acabar en los inicios de otra enfermedad respiratoria, cerrando el círculo catastrófico de no-saber-qué-hacer para salir de ahí.

Me podría poner a llorar si así quisiera, pero he tomado en serio esta situación, al grado que ayer estuve unas ocho horas peleándome con el colchón, sábanas, cobijas, calor, frío, ansiedad, fastidio, sudor, desesperación, piso, mosquitos, iluminación, ruidos, temperatura, aire, palpitaciones.

¿Fue la sal? ¿Fue el café? ¿Fueron las preocupaciones? Creo que fue de todo un poco, la intranquilidad que llega como consecuencia de no haber tomado las mejores decisiones es latente; eso aunado a los límites y el control que hay que evitar que se escapen de las manos, soy un aparato que trabaja en función armónica de un microcosmos. Debido a lo anterior, resurgir implica aplicarse en cada una de las áreas que se benefician o impactan si el entorno tiene fallos de seguridad o carencia de sentido.

Algunas de estas situaciones "extremas" de días recientes llegaron como consecuencia de decisiones duras que he tenido que tomar: Remover permanentemente redes sociales de mi celular e instalarlas únicamente por periodos específicos de tiempo, agregar límites a las apps que utilizo con mayor frecuencia, reorganizar documentos en los distintos servicios de nube que poseo, quitarme el acceso a la computadora personal fuera de ciertas condiciones específicas y hacer público un link a mi colección privada de libros digitales por aquí en alguna parte.

Y es que como les digo, es crucial el control para volver al camino del bienestar, me doy cuenta de cómo la vida me sonríe cuando estoy haciendo lo correcto; a pesar de sentirme agotado durante el día, o de que el enfoque en el trabajo no ha sido tan fino como me hubiera gustado; estoy convencido de que es lo que debo de hacer, abrazarme con todas mis fuerzas a pequeños hábitos, y agradecer cada paso en el sentido favorable que se consigue dar.



 Tengo pensamientos invasivos que no me dejan en paz, no me permiten dormir, están constantemente atacándome; sé muy bien lo fuerte que puedo sentirme cuando duero de forma correcta, cuando estoy libre de estrés, pero hoy no es la ocasión.

No sé cómo voy a salir de esta, lo digo en serio, me siento atrapado en un ciclo de incomodidad; y conforme más pienso que tengo que activarme y resolver mi situación, más me frustro. Hacía un rato que no me pasaba que las preocupaciones me robaran el sueño y me causaran una especie de enfermedad.

Terminé mi día sin energía, lo empecé casi a rastras por el cansancio, y sin embargo, me regresé de la oficina porque no me sentía bien, trabajé desde casa, pero estaba a media capacidad; ¿cómo hace uno para bajarse de un mundo que lleva un ritmo vuelto loco? No tengo idea.

Dicen que cuanto más oscura se percibe la noche más cerca se encuentra el amanecer, no sé qué tan cierto sea esto, pero llevo rato tratándolo, de verdad, esforzándome, entregándome por lograr mis objetivos... Mis planes no han servido, y puede que nunca sirvan, pero la ansiedad por no tener idea de qué hacer ahora, no se la deseo a nadie.

¿Y si pido el día mañana? Tal vez eso ayude un poco. Probablemente eso me sirva para recoger mis piezas. ¿Por qué me siento destruido? ¿Por qué parece que nada me funciona? ¿Por qué soy víctima de las trampas para ratas? ¿Por qué me cuesta tanto el autocontrol? ¿Irme, es sinónimo de excesos que no quiero experimentar? ¿Quedarme, la soledad me debilita en mis circunstancias actuales?



 Me obsesionan demasiadas cosas, y conforme mi cabeza se llena de esas "necesidades por satisfacer" es cuando abro los ojos y recuerdo que lo que tengo que hacer es poner todo a un lado y concentrarme en la simplicidad, en no tener miedo de pisar el freno y detenerme a contemplar el momento, abrazando lo que soy y lo que he logrado.

Es común que nos confunda la falsa percepción del entorno, porque a donde volteamos, todo es felicidad y esplendor; ni tan negativa ni tan positiva es nuestra realidad. Respirar profundamente y suspirar también ayudan a recapacitar y recolocar los pies en el lugar correcto.

Ni somos tan grandiosos como nos gustaría ser ni tan patéticos como a veces creemos. Es toda esa información bombardeándonos a cada momento lo peligroso, lo que nos hace sentir insuficientes y en contra parte, lo que nos infla el ego desmedidamente.

Pensar "soy mejor que tú en esto" o "no soy tan bueno como tú en aquello", ambas son laceraciones delicadas que le hacemos a nuestro propio ser. Hay que tener la capacidad de encontrar validación en nosotros mismos, sin comparar ni humillar; igualmente, debemos aceptar y amar lo que somos a pesar de que las circunstancias exteriores pudieran hacernos creer incompetentes.

Para ti, que lees esto, es una dicha saber que existes; espero que consigas lo que anhelas en la vida y que nada te falte nunca, pero que sobre todas las cosas te sientas completamente en plenitud de consciencia cada mañana cuando despiertes, y que seas capaz de agradecer lo bueno que te ha brindado la existencia, porque sin ti, la vida no sería la misma.



 En un mundo que se viene abajo cada día un poco más, conservar la calma se ha vuelto la materia prima más escasa; verse a uno mismo y darse cuenta de lo mal que está todo no debería ser tan crucial como el hecho de amarse y armarse de valor para superar lo que venga, ya sobrevivimos a varias pandemias, superamos miles de tentaciones todos los días, seguimos en una pieza a pesar de las condiciones y circunstancias, a pesar de los entornos desbordados de negatividad, egoísmo y penurias.

Me hago un pacto en este momento, de empezar a ver lo bueno en mí y no desistir ante los eventos del entorno; siempre ha habido dos partes de la misma moneda, y hasta el momento en el que escribo esto, he estado con los reprimidos, callándome las opiniones, guardándome tranquilo, observando y aprendiendo principalmente, analizando.

Había efocado mi vida en alcanzar capital económico (que no tenía), descuidando los otros capitales en el camino; capitales que asumí que poseo y nadie me puede arrebatar, solo hay que sentarse un rato a procesar las cosas, dejarse de tonterías y distractores, y darle con todo hasta rebosar y brillar, denme un par de meses para demostrármelo.

Mientras revisaba mi entorno hace rato, comprendí que de cuatro días que tuve a mi disposición para realizar pendientes, he dejado que pasen tres, lo que anteriormente me resultaba cuestionable, ahora tiene sentido, procrastinar es común conmigo porque solo basta proponerme algo para dedicarme enteramente a eso y conseguirlo, los retos que la vida nos coloca, son demasiado sencillos para mí, y es por esa simplicidad, que los postergo absurdamente, hasta que, a veces, simplemente no los hago, los ignoro, cayendo en la trampa que la falta de interés supone.

Básicamente, estamos a una llamada de 10 minutos con el jefe que nos permita volver a sentirnos útiles, en lugar de la insignificancia que el "tiempo libre" podría suponer. Entiendo que esto es una especie de placebo recetado a medida de alguien que desea constantemente mejorar, pero así funciona la vida, hay que encontrar el sentido hasta en las cosas más pequeñas, incluso aquellas que no te gustaban antes (como tener que conectarte durante un tiempo a trabajar en pleno domingo de puente).



Enfoque

Por
 En un mundo que se viene abajo cada día un poco más, conservar la calma se ha vuelto la materia prima más escasa; verse a uno mismo y darse...

 Imagina darte cuenta que tus planes no están funcionando, enterarte que el ingreso que esperabas recibir simplemente no llegó, o quizá descubrir que te han robado y no saber qué hacer para superar la frustración del momento, del día, del año.

Así va mi inicio de año, terrible, derrotado, triste, solitario, con congoja y horror ante las circunstancias. Me volteo a ver al espejo y me tiro en cara lo mal que lo he hecho, o por decirlo de otra manera, las malas decisiones que he tomado.

Me encanta creer que todo es posible, e incluso para mí, será posible salir de estas situaciones que me ahogan y agobian; pero por ahora, no encuentro la puerto, trabajo para ser estafado, entrego mi vida a cambio de nula satisfacción, y las dosis dopamínicas se reducen a un par de horas prente a la pantalla. Qué tristeza.

Lo peor es que estoy deseando con toda el alma hacer las cosas bien de una vez por todas, dejarme de tonterías y aprender a controlarme; armado con libros y las mejores intenciones, sigo sin empezar siquiera. Todo mal, o yo estoy dejándome vencer otra vez.

Sin saber qué hacer, vengo a escribir un par de frases, esperando que la acción de confesarme ante una una página en blanco pueda tener cierto peso intelectual sobre la historia que estoy contando; no asumo a ser el héroe, ya no. Pero me falta habilidad para ser cualquier particularidad de villano. Únicamente soy un ente fugaz que está harto de ser pisoteado y no sabe bien por dónde avanzar para superar todo lo que lo tiene hundido.



 Toxicidad. Un entorno repleto de amor y confort, a veces, en cierta forma, puede afectarnos de formas negativas. Al menos en lo que respecta a las responsabilidades sobre uno mismo, porque cuando te rodeas de gente que te ama, básicamente te dejas llevar, aceptas la guía a ciegas, y ojo, no estoy cuestionando a otros, porque en realidad es responsabilidad de uno mismo hacerse cargo de dónde está y cómo suceden las cosas.

Esa falta de control, me produce, sin querer, una carencia de oficio interna que no debería; una de las cosas en las que quiero trabajar de mí, porque no es agradable irse un par de semanas y regresar con el sistema por los suelos.

Y es que somos eso, un sistema, que necesita estar al punto para funcionar correctamente. Lo digo sabiendo que he dormido mal en días recientes, que el frío me ha causado más mella de la que imaginé en el cuerpo y que me enfermé de gripe a las primeras de cambio. Es cierto, se asume que eso es consecuencia de que uno va envejeciendo.

Me aconsejaron hacerme estudios para ver qué tanto tolera mi cuerpo; pero seré sincero, siento que no está tolerando, o sea, llevo al menos una semana queriendo huir y cambiar el orden de las cosas. Reitero, escribo esto sin culpar a nadie, es únicamente falta de compromiso de mi parte o que me importó poco dejarme ir a sabiendas de que mi cuerpo venía sin sentirse bien desde tiempo atrás.

En fin, lo que quiero decir acá es que trabajo constantemente por mejorar mis condiciones de salud a pesar de que el entorno no sea propicio. Así que toca trabajar el doble o triple internamente para medianamente acomodarse. Todo son emociones, sensaciones, pensamientos y sentimientos, un mundo de situaciones dentro de mi mente ocurriendo.




Toxicidad

Por
 Toxicidad. Un entorno repleto de amor y confort, a veces, en cierta forma, puede afectarnos de formas negativas. Al menos en lo que respect...

 ¿Cuál es el significado de evolucionar? ¿En qué consiste el arrepentimiento? Son un par de cuestionamientos en mi vida durante días recientes. Primero que nada, gracias por seguir aquí, a quienes se dan unos minutos para leerme, la he pasado bien los últimos días del año anterior y he venido con bríos renovados a enfrentarme al actual.

Regresando al tema, el arrepentimiento debe de estar acompañado por acciones y condiciones que reflejen el cambio de rumbo en nuestras vidas. Por ejemplo, si estamos arrepentidos de siempre llegar tarde a nuestras citas, encontrar maneras de superar esa barrera, ya sea con múltiples recordatorios, con preparación previa de lo necesario para cumplir nuestro objetivo o el uso de elementos que desde muy temprano nos encaminen a nuestro destino debería ser suficiente para que no quedemos mal en esa área.

De la misma manera podríamos aplicar a la evolución humana (considerándolo en este caso como un símbolo del autocrecimiento); encontrar múltiples motivadores que nos ayuden a ponernos en marcha y dejarlos dispersos por el diario vivir para evitar el estancamiento, es lo que necesitamos.

Personalmente, una materia que me venía provocando dudas y constantes recaidas eran las redes sociales; ¿qué podía hacer para reducir el uso de las mismas? ¿Para sortear el constante vacío de sumergirme en ellas por horas sin un fin específico más allá que el de perder mi tiempo? Y digo esto, sin afán de fastidiar a quienes las utilicen para ello; simplemente yo ya no quería hacerlo.

El remedio ha ido a bien, y aunque, no ha sido perfecto, lo que hice fue desinstalar las redes sociales de mi celular y filtrarlas en los navegadores móviles; sin eliminarlas, porque no quería dejar de poseer Twitter, Facebook o Instagram, solo quería bajarle al consumo de su contenido.

Tengo que comentar que mi estrategia inicial de "colocar un límite" o un horario de uso en mi celular no fue eficiente, hablo de en mi caso, porque al rato a penas de haber llegado al límite de tiempo u horario, lo desbloqueaba para el resto del día y me iba, de bajada.

No somos muy diferentes tú y yo; aunque puede que tú viajes en helicoptero o que jamás hayas utilizado Internet en tu vida. Si vives en carencia u opulencia, las dosis excesivas dopamínicas tienen un efecto nocivo en ti; en mi caso particular, afectan a mi condición digestiva y ciclos del sueño diréctamente. Deberías darle una revisada por tu parte, experimentando nada más qué es lo que te impacta, lo digo como consejo muy general.

Hemos celebrado por años que el bien mayor que poseemos como humanidad es el amor, cuando, a ser cierto, la vida misma debería estar por encima en esa contienda. Y crucialmente para una vida medianamente buena, la salud es algo imprescindible. Mi propósito para el año nuevo ha sido tratarme bonito y ser bueno conmigo. Agradecido estoy por haber llegado a este día.