Ha sido un año de idas y regresos, de subidas y bajadas, de días tristes de bajoneo y alegres de celebración, en resumen, ha sido un año como cualquier otro en mi vida. En el que tengo el control de lo que me rodea por un rato, y al poco tiempo, lo pierdo, me veo superado.

Son cosas en las que quiero trabajar, decenas, cientos, miles; son situaciones que voy a resolver, y así, el tiempo pasa, sigue su curso sin piedad, envejecemos con la existencia amarga, por culpa principalmente de nosotros, nuestro ego y nuestra intensa necesidad de pertenecer y destacar, donde lo único que verdaderamente vale es aquello en lo que no necesitas gastar un centavo.

Compartir tiempo con las personas que amas y admiras, sentarte a planear tu día en la tranquilidad de un hogar que te proteja, sentirte tranquilo y pleno mientras colocas tus versos en una computadora; ese tipo de detalles, realmente son los que tienen peso valioso dentro de tu espectro de alcance.

Pero qué pasa, que nos hundimos en redes y deseamos lo que aparentan experimentar los demás, yo mismo he sido propiciante de esa banalidad, no lo digo con pena, sino con consciencia de que pertenezco a un mundo que está dispuesto a todo con tal de aparentar, un mundo superfluo y vacío, que lo único que tiene para ofrecernos son objetos efímeros.

Y es ahí de donde me abrazo para empezar a planear mis propósitos del año entrante, del deseo de superar esa versión de mí; sé bien que estamos a la mitad del actual, y que en cuanto a cantidad de propósitos alcanzados a penas llevo dos de los quince que me he puesto; sin embargo, empezar a planear me da ánimos de seguir, me ayuda a ver los cambios como mejoras y me motiva a trabajar en cerrar capítulos anteriores de esta historia.

Respirar más es importante, suspirar es crucial. Guardar silencio y escuchar es escencial en esta nueva modalidad de vida. Para aprender no basta con repetir, hay que concentrarnos en producir y entender desde las bases hasta los detalles.

Fue una semana lluviosa en compañía de mi familia, donde estuvimos enfermos de la garganta, entre gripe, tos y cansancio; sentí que no lo disfruté como hubiera querido, porque me fui hasta ya bien entrado el fin de semana, y hoy otra vez es viernes, me gusta eso. Lo necesitaba, así como a veces necesito la tranquilidad y compañía de mí mismo. De mi sobriedad. Actos de amor propio justos y verdaderos.



 Odio el sentimiento del recordatorio a mi oído constante con la frase "no lo estás logrando", no saben lo mal que se siente, no saben lo triste que me pone. Porque sé que hay salidas, hay cosas que podría estar haciendo, destruyendo, construyendo, y en lugar de eso, caigo en la desolación y penas. No escribo esto para causar conmiseración, lo hago porque necesito desarraigarlo de mi sistema.

Me siento mal porque estoy perdiendo una batalla que no debería, porque se están apoderando de mí situaciones externas que no controlo, porque el entorno mismo se ha vuelto hostil y despiadado, nada permisivo. Y con el paso de mis problemas, envejezco, envejezco sin lograr un ápice de mis anhelos, roto y fulminado.

Me hace falta tanto, que al caer con muy poco, me convierto en insignificante, y por qué no estoy haciendo lo que amo, porque no soy suficientemente bueno; y así, con esa frase constante, me limito a ser un observador, reduzco mi intensidad a nada, me arrincono en un espacio minúsculo y pisoteo una vez más mi ego mermándolo lo más posible.

¿Qué pasaría si hiciera lo que quiero? ¿Qué sucedería si no me dejara vencer por mis temores? No lo sé, no lo sabremos nunca, quizá. Frustración y desesperación, amargura y falsedad, lo que veo en el exterior me fastidia, múltiples sucesos me han demostrado la incomodidad que me provoca, ¿qué está pasando con mi cabeza?

De verdad que deseo sentirme mejor, salir de estas es lo que me gustaría. Pero aún más, deseo entender que este malestar es solo una etapa, un puente hacia una versión más fuerte y sabia de mí mismo. Que cada caída, cada desilusión, está forjando una resiliencia que todavía no conozco. Es un proceso doloroso, sí, pero necesario. Y aunque ahora me sienta perdido, sé que en algún lugar dentro de mí está la fuerza para emerger, para encontrar mi camino y finalmente vivir la vida que tanto ansío.