Quería avanzar con mi vida, resolver pendientes y darme una palmadita en la espalda por haber hecho las cosas bien. Todos los que me conocen saben que me la paso luchando contra mis propios temores y las limitantes que yo mismo me he puesto. No es tan fácil salir del continuo conflicto en el que me he colocado, mucho de eso es inebitable, pero aquí sigo.

Quizá la constante sea esa, no rajar a pesar de que todo ha estado complicado. Lo primero que tuve que hacer para asimilar el cambio de paradigma ha sido dejar de anhelar lo material y enfocarme en que lo simple sea mi nuevo objetivo.

Resolver que mi cuerpo trabaje en el horario correcto en función de las actividades diurnas es un verdadero lío; quisiera fácilmente culpar a la ansiedad, pero es únicamente el resultado de la sumatoria de malas decisiones. Mi humanidad una vez más doblegándome.

Entonces la simplicidad llegó a ser un parteaguas. En esto que estoy construyendo, a pesar de todo, a pesar del entorno y los inconvenientes que se presenten, es algo que esperamos sea duradero, real. 

Ya no sabía qué hacer, estaba harto del drama y la tristeza me consumía; tenía que reubicar mi cabeza, colocar mis objetivos en algo simple, no importa que ese algo estuviera en un punto cercano, las circunstancias no me daban para conseguirlo. La autodestructiva personalidad se fortalecía mientras que mi yo sabio, desde el interior se manisfestaba debilmente muy de vez en cuando.

Así abandoné cosas que me hacían fuerte: Estudiar, caminar, leer, escribir, disfrutar del arte, escuchar música, ver algo nuevo e interesante, comer en lugares diferentes. Todo monótono, repetitivo, aprisionado. Y ni siquiera tenía un por qué. Los problemas seguían ahí, las deudas ahorcándome, la inseguridad creciendo. Contando con miles de herramientas a mi alcance, no hacía nada por abandonar la mediocridad. Porque me sentía en el fondo, creí en mi ignorancia que con que no acabara conmigo, podría resolverlo más adelante.

Con ello pasaron los días, las semanas, los meses y finalmente los años. El "pasarme factura" se volvió algo real, los años y kilos haciendo mella, el dolor de las derrotas y pérdidas despedazándome, cada paso convirtiéndome en alguien más herido que el día anterior. Ignorando al espejo, escupiendo a la voz de la introspección, y dándole demasiada autoridad al horror. Guerras avecinándose, pánico ante enfermedades mortales, abuso del ensimismamiento, rupturas emocionales, soledad y pena.

No únicamente había que poner los pies en firme, era necesario aceptar la realidad y dar el primer paso hacia el cambio. Por mejorar, para restauración, por sentir la libertad. Las letras catárticas han vuelto, los números empiezan a tomar forma, el gusto por existir se recupera lentamente. Gracias a quienes han estado siempre ahí.