¿Es triste despejar dudas? El fracaso es una constante que inminentemente encontraremos adelante, sin importar el rumbo que tomemos, tarde o temprano la tristeza de no conseguir lo que anhelamos se hace presente. Así que, aunque triste, es catártico.

Llegar a un punto en el que tras analizar la consecución de decisiones te des cuenta que eres lo que eres como resultado de todos tus errores del pasado; poder agradecer sin embargo, que las experiencias vividas no han hecho más que nutrir tu alma y espíritu, es una enorme victoria.

Hace días veía una publicación de una chica extranjera en la que comentó algo que me gustó mucho: El mexicano siempre ve la virtud en las situaciones, no importa que le haya ido mal o bien. Si le fue bien, lo celebra con todo su ser y si le fue mal, toma con optimismo el aprendizaje adquirido.

Ya sabes, el proceso de reincorporación ante el duelo es complejo; pasando por todo el tiempo que supone la negación, después hay que aceptar que las cosas no son para uno, a veces esas etapas permanecen con uno durante años. De ahí el enojo, la ira, el coraje, lo que venga consigo...

Pero estuvo bien ilusionarse, siempre es bueno intentar, mejor es que el mundo reconozca que no pudiste conseguir algo que te vieron comprometido a alcanzar, en lugar de no haber movido un solo dedo. Porque peor que el fracaso es la mediocridad de la inacción.

Los deseos van a seguir llegando, y tanto los objetivos como los obstáculos son entes dinámicos. Tenía que sacar lo anterior de mi sistema, necesitaba expresarlo en algún lugar y que quedara evidencia.



 Más de un mes sin pasar por aquí, pues no tenía ganas de casi nada, las situaciones en mi entorno se complicaban lentamente hacia un destino catastrófico, los miedos hacían fila para doblegarme. No recordaba la última vez que tuve una razón para celebrar, el año se comportaba peor de lo que esperé... Hasta que me llegó una noticia que transformó mi paradigma de cómo venía viendo las cosas.

Atracción hacia lo bueno, aceptación del éxito en pequeñas dosis en lugar de victimizarme por la seguidilla de fracasos. Volví a ser otra vez yo, con un montón de cosas a cuestas, pero feliz de poder agradecer a la vida. "La gente que nos rodea se sigue muriendo a montones", fue algo de lo que me dije, deseaba convencerme de que por mal que estuviera, muchos la estaban pasando peor.

Escribir quedó demasiado abajo en mi escala de prioridades, leer me costaba un trabajo titánico. Tuve que girar la tuerca, cambiar la dirección hacia la que observaba, y entonces me di cuenta: remaba contra corriente, el mundo en medio del colapso y yo queriendo tratar de mostrar cosas que todavía no era, deseando aprender tecnologías para las que anhelaba ser bueno, aplicando a posiciones de las que nunca me hablaron.

Y sí, opté por dejar que el tiempo decidiera por mí; ya había hecho decenas de jugadas sin lograr ser aceptado, las empresas no me querían, ¿será que estoy en una especie de lista negra?, detalles que nunca sabré. Lo que sí sé y por lo que vine hoy, es que me convertí en el vivo ejemplo del sobreviviente a las arenas movedizas que dejó de luchar contra ellas.

Durante toda la previa, morí y reviví sueños repetidas ocasiones; hasta que una tarde, cansado de fracasar en mis intentos, recibí una llamada, en la que se me ofrecía dar algunas clases de computación a niños. En mi pensar profesional (con el ego de un ingeniero a tope) siempre me dije que los profesores de materias tecnológicas no son más que personas frustradas que no encontraron cabida en su rubro laboral, así que terminaron en docencia. Lo dije y ahora lo vivo, no sin antes expresar mi más profundo respeto a los que se encuentran en un contexto similar, he comprendido cosas que antes, por mi visión incompleta, solamente ignoraba.

Desde el primer día me prometí ser un tipo de instructor que enfocara su esfuerzo en ver a los alumnos dominando los objetivos; pero me puse límites como si fuera un estudiante más: No voy a hacer exámenes, no impondré tareas y todas las actividades relacionadas al tema se realizan en clase.

Con esa metodología en mente, la logística para conseguir recursos será importante; y la utilización de herramientas en línea durante este periodo obligatoriamente digital será la base para conseguirlo. ¿He de lograrlo? No tengo idea, pero al menos me esforzaré en ser la clase de mentor con quien yo me hubiera llevado bien. Además es cuestionable el hecho de que otros quisieran vivir las condiciones de "desempleo" por las que atravieso; por lo que en lugar de estarme quejando, dedicaré más energía a agradecer y prepararme en lo que pueda.