—"Alexa, pon una alarma a las seis de la mañana". —"Nueva alarma puesta para mañana a las seis de la mañana". Tomé una decisión, madrugar, ¿será posible? No lo sé. A como han venido sucediendo mis días, con todo este embrollo de pendientes dandome vueltas en la cabeza y ataques de ansiedad que me roban el sueño, basta experimentar.

Por ahora, el plan es alejarme de los dispositivos electrónicos con pantallas lo antes posible en la noche, y como se imaginarán, dejar el celular a una distancia considerable es una de las primeras medidas que he tomado. Es cierto que estoy escribiendo en este momento desde mi laptop mientras estoy acostado en mi cama. Espero pronto publicar y no pasar más de quince minutos acá.

Nunca he entendido por qué, la ansiedad, siendo una especie de horror hacia lo desconocido, puede tanto con uno. Los ejercicios de respiración profunda son parte de las herramientas recomendadas por especialistas, con la vida acelerada teniendo tantas responsabilidades, recibiendo decenas de llamadas interminables diarias, es realmente algo muy difícil darse unos minutos para respirar.

El plan de levantarme temprano es salir a caminar un poco, los calores actuales y horarios laborales me han vuelto complejo hacerlo al salir de trabajar, obviamente hay veces que he sido yo mismo y mi falta de ganas y autocontrol quien termino saboteándome; pero por lo general, al menos en meses recientes, la carga laboral y dinámicas tóxicas dentro de la empresa han sido demasiadas.

Otro de los temas a considerar (al menos en mi caso particular) es un cambio determinante en cuanto a la alimentación. Este tema se convierte en un círculo vicioso, porque la obesidad provoca preocupación, la preocupación causa ansiedad, la ansiedad afecta los ciclos del sueño hundiéndonos en agotamiento y destruyendo los buenos hábitos alimenticios, los malos hábitos en consecuencia provocan que uno se mantenga obeso. Me fastidia demasiado, la verdad, pero hasta que no haga algo que defina un aquí y ahora como punto de partida, seguiré tambaleándome mental y físicamente.

Hacer ejercicio, alimentarse bien, dejar actividades perjudiciales y no guardar resentimientos, son básicamente las herramientas escenciales para un cambio radical en la vida. Hay que trabajar en diversas áreas. Tengo la expresa e imperiosa necesidad de convertirme en una versión mejorada de mí. Si quiero fructificar como individuo, si quiero atraer a un tipo de personas específico, tengo que trabajar en lo que ofrezco, y eso no es nada sencillo. Pero lo conseguiré.

Me siento agradecido; en primer lugar por la dicha de seguir aquí. También porque a pesar de haber cruzado tiempos oscuros y momentos trágicos, esas penurias no se han convertido en estandartes de vida, sino que las tengo ahí, como un recordatorio presente nada más de que se puede ser mejor persona.

En este momento quiero firmar un acuerdo más conmigo mismo, con Carlos, pidiéndole perdón por no haberlo tratado de la mejor manera como es que se merece, y por haberlo dejado caer física, mental, emocional y moralmente en más de una ocasión; quiero pactar con un alma sincera y un corazón honesto lleno de amor, amor propio y amor para brindar. Soy bendición y dicha, soy excelencia, bondad, generosidad, templanza, prudencia, valor, integridad, resiliencia, fortaleza, constancia, perseverancia, compasión, humildad y amor.



 Burnout. Estuve a punnto de uno. Anoche la ansiedad me agobió y decidí mejor no conectarme a trabajar hoy. Si pudiera entrar desde mi laptop personal a los equipos de la empresa, no volvería a utilizar aquella horrible computadora. Que se sobrecalienta, que tiene un teclado incómodo, que para lo único que sirve es para conectarla alámbricamente a un par de monitores externos.

Uno se acostumbra a sus herramientas personales, no es un tema de tal marca contra tal otra, es simplemente que estoy demasiado acostumbrado a usar mi máquina actual. It is what it is. Además esta cosa la tengo llena de comandos y atajos para mis necesidades, herramientas que por temas de logística corporativa, en los equipos que te entregan no se pueden configurar, un horror.

En la multiplicidad de errores se podría decir que se nota quienes somos, sobretodo cuando no hay realmente quién nos jale del otro lado; me gusta creer que en medida de sus posibilidades, vivimos mutuamente empáticos y nos llevamos a lugares mejores. No siempre sucede, no toda la gente es abiertamente bondadosa y generosa, muchos, por el contrario, protegen con celo cualquier cosa que tengan, llámale conocimiento, potencial financiero, talento, etcétera.

La sensación de insatisfacción me sigue, no me deja en paz pensar que puedo estar haciendo un montón de cosas, y en lugar de ello, tengo la absurda idea de enfrascarme en el corporativismo, como si me aportara algo. La comodidad que ofrece, una vez que lo analizas, es realmente parte de la misma infraestructura, rentas elevadas dentro de la zona que te agrada, aires acondicionados porque el calor es terrible, consolas de videojuegos pues hace falta la indumentaria recreativa, libros y más libros.

Sabes que eres capaz de ser feliz en un espacio no mayor a un área de tres por tres, y sin embargo, un par de pisos te vienen mejor, o al supuesto presupuesto que representas, pues claro, después de cierta edad y "méritos" la gente espera ver de ti más y mejores condiciones, ¿para qué? Cuando eres simplista, cuando realmente no necesitas todo eso, algo está pasando, obviamente recurres a encontrarte con una verdad trágica, no solamente es una escalera sociocapital, es una cárcel que te contiene.

La miseria nos agobia, ¿cuánta gente habrá allá afuera presumiendo lo bien que le va en la vida cuando realmente están siendo constantemente destruidos por dentro? Asumo, demasiados, incontables. Y no, no estoy en contra de hacer lo propio por "salir adelante", estoy en contra de la idea que perpetua que tu valor va de la mano de lo que puedes conseguir. Esta vida es una broma absurda, hay que reconocerlo.

A veces parecería que solo estamos acá para ver quién tiene el mejor jueguete, llámese juguete desde cualquier posesión tangible hasta una habilidad o compañía de elección; la determinación nos hace matarnos por ser mejores, competir hasta detestar, y todo para darnos cuenta, que eso en función de nada realmente tiene sentido. Necesitamos abrazar nuestra soledad tranquilamente, agradecer por el solo gusto de ser y estar, sin importar circunstancias, sin importar si llegamos a donde previsualizamos.



Burnout

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 Burnout. Estuve a punnto de uno. Anoche la ansiedad me agobió y decidí mejor no conectarme a trabajar hoy. Si pudiera entrar desde mi lapto...

 Una cabeza, un Universo. Me fastidian algunos teclados, o la distribución de ciertas teclas, tengo que confesarlo. ¿Por qué hacer el Enter más pequeño? Así está bien, es más funcional y lo encuentra mi meñique derecho de manera más fácil.

Vuelven las caminatas al aire libre, qué horror son estos días calurosísimos, estamos haciendo mucho daño al planeta. Bueno, no necesariamente nosotros, las inmensas corporaciones que no dejan de consumir cuanto recurso se encuentre (ya sé, escribiendo en mi Mac utilizando la red compartida de los datos desde mi iPhone mientras bebo un Refresher de Mango Dragon Fruit con base en limonada en Starbucks es irónico, lo es).

Siempre he dicho que soy alguien de gustos simples y sencillos, televisiones con sus respectivas consolas de Sony y aire acondicionado en mi habitación; ésa es mi absurda forma de describir la simplicidad en mi vida. Eso y reducir mis salidas a lugares en los que cuente con aire acondicionado porque qué terrible es sentir el solazo derritiendo mis ideas.

Hacen treinta y seis grados afuera, considerando que acá no es tan húmedo como en otras ciudades, lo que se percibe duro es el golpe del sol en la piel; volviéndose forzoso el uso de bloqueador en el día a día, y a mí que me gusta andar de playeras negras, ya imaginarán. Hace rato fui al cine y al regresar a eso de las tres de la tarde a casa me dije: "No vuelvo a salir a estas horas, uno llega frito con este sol", haciendo énfasis en que las fritangas se preparan con grasa, obviamente.

Necesito la membresía a algún club exclusivo con albercas y jacuzzis, o un Casino, por ejemplo, seguro que ahí tienen aire acondicionado, ¿será muy caro pasar unas cuantas horas en esa clase de sitios durante el fin de semana? O sea, no tengo conflicto con estarme en mi cuarto, pero me queda claro que salir, aunque sea un poco, me hace bien. Todo esto para que "las horas de luz" sean menos en mis intenciones de ir a la calle a caminar un poco, todo bien con la vitamina D, pero no quiero experimentar dolores de cabeza solo por la exposición al señor bola de fuego en medio de nuestro sistema.

Asumía, en mi camino de regreso hoy, lo favorable que sería en este contexto tener un coche. Digo, podría ir del punto A al B sin el ingrato fastidio de los rayos solares qumándome la capa de los sesos. Lo pensé, lo reconocí y en una de esas me hice una especie de compromiso para cuando sea posible, optar por algo para mí. Ya sé que quiero un Tesla, pero las finanzas no van como se especulaba a inicios de año. Como en su momento dije, perdí al que era mi segundo mayor ingreso y el que solía ser el tercero ha estado claudicando con la facturación, así que ese plan a menos que me saque una lotería en la que no participo o de buenas a primeras me transforme en un oráculo de las finanzas, se va a tener que postergar, lo siento Carlos, sé que lo intentaste.

En los días habituales de trabajo (entre semana) me doy cuenta de lo prolífico literariamente que podría llegar a ser si me tuviera la confianza necesaria y no me aterrara la idea de ser una figura visible. Muy pocos saben que dentro de mi corazón, acaparar groseras cantidades de atención fue lo que en primera instancia me incomodó cuando bajé demasiado de peso y tenía un aspecto más saludable. Ahora quiero volver a ese camino, por un tema enteramente de salud, soy viejo y por consiguiente menos atractivo, estoy en paz con mi mente y cuerpo, estoy agradecido con mi corazón. Toca darle.



 La vida no puede y no debe de ser difícil, hay que quitarnos de encima esa mentalidad que nos mantiene permanentemente sometidos. Tenemos que aprender a disfrutar cada momento de la misma, a dar todo de nosotros cuando se pueda, a saber seleccionar aquello que nos agrada y funciona, a ser, en términos mundanos, más convenecieros.

Le doy a mi cabeza vueltas desde hace un par de horas, como pueden ver, es de madrugada y otra vez no puedo dormir; he conseguido la clave para hacerme sufrir por lo visto, ya que el día que la utilizo simplemente impacto mi capacidad de sueño y me quedo un tiempo extra repensándolo todo.

Desde la existencia misma y su efímero potencial hasta en qué punto estoy atascado en este momento y por qué tengo la impresión de no poder más. Las cosas se apilan, las responsabilidades y los retos personales, el trabajo se pone pesado y complejo, el entorno se nubla, los músculos se tensan, las deudas se acumulan y la energía se ve mermada.

Antes había diez cosas por resolver, después fueron cientos, ahora son miles o quizá millones de ideas que se revuelven en la azotea. Por más que me repito el mantra de: "Respira, es solo un mal día, no una mala vida", se siente que se posterga esta sensación; además me falta liberar la tensión, porque todo cuesta, trabajo, tiempo, dinero, entrega, compromiso.

Me siento pequeño, minúsculo si así lo quieren considerar, cuando me veo a través de los ojos más críticos que llevo conmigo. Y ahí está el verdadero problema, autoestima menguada, falta de apreciación del presente, nula plenitud a la vista. Todo esto parece una especie de culpa que ha crecido sin dejarme en paz. A veces pienso en cosas tan pasadas como el hecho de que mi hermano no esté más con nosotros, o en cosas tan absurdas como que he entrado tarde a alguna llamada.

En mi determinación, ha faltado enfoque. Queriendo alcanzar muchas de mis metas, crecer en demasiadas áreas, he descuidado o dejado un poco de lado aquellas en las que podría decirse que soy más virtuoso; ya saben, aprender, producir, escribir. Ha sido un contexto difícil en cuanto al plano laboral, porque siento que no me valoran como deberían, y parte de mí exige que me salga de ahí, que busque por otro lado, que no es suficiente lo que me están brindando y ofreciendo.

Pero una parte más sensata me invita a esperar, me calma razonando con mi pensamiento para caer en cuenta de que las cosas afuera no están como para mandar todo al traste. Entonces vengo aquí a desahogarme, a decir que estoy cansado, pero no puedo dormir, estoy otra vez sobrepensando en lugar de cerrar los ojos, y al mismo tiempo caigo a confesar que estoy agradecido de que me ocurra en la madrugada de viernes y al tener el fin de semana tan cerca, podré recuperar este sueño pronto.

Todo el tiempo teniéndole pavor a salir del anonimato. Consciente de que si expongo el potencial puedo hacer e involucrarme en cosas formidables. No únicamente hablo de las letras, aunque ese sería un buen territorio para empezar a cuestionar y determinar una vía hacia lo que quiero. Recuerdo cuando hace años, hará unos doce atrás, al menos, yo ya jugaba con millones de números en las posibilidades, ya entendía el accionar de la viralidad y me daba cuenta del potencial del mismo, pero eso de reducir mi confianza, o dejarme tumbar moralmente por la negatividad, eso ha sido el verdadero rival a vencer. Pues con sensación de plenitud, abrazo la factibilidad y certeza de que todo lo que me proponga es posible. Debo de empezar a hacerlo, alimentar el alma, mientras el cuerpo se pone a dieta.



 Estoy harto, una vida repleta de miserias, por más vueltas que le dé, parece ser en lo único que me enfoco, criterios descartables aparte, sé que las cosas no suceden de ese modo. Me envuelven las conmiseraciones, tratando de resolver en el momento mismo que suceden, voy despacio, el mundo está saturado de fracasos, no sufras más.

Decidí dejarlo todo, todo aparte, abandonarlo, reconstruirme desde una óptica que hace tiempo no intentaba, desde el interior, desde los cimientos, pieza por pieza, tal vez parezca y al final resulte ser un ejemplo de burla, pero así funciona la vida, reestructuras, cambios, aceptaciones, penurias, goces, glorias, seis, siete, ocho, nueve figuras.

"El dinero no lo es todo", me repito constante, está bien hacer suficiente, está bien hacer bastante, está bien hacer demasiado, cincuenta mil, cien mil, doscientos mil, trescientos mil, quinientos mil al mes, lo que venga es bueno si se le da un uso correcto. Ya basta de satanizarlo, es para disfrute también, que la vida sea simple, puede venir de hecho de la mano de eso.

O no sé si lo creo, tal vez estoy recapacitando, los números puede que solo sean eso, y estoy acá, dándole un peso monetario a lo intangible, la conmoción, la tristeza, unos cuantos minutos de dicha y placer, todo eso podría, en el Universo capitalista, tener un símbolo de moneda particular a un lado, y así, teóricamente, si se puede medir, se puede mejorar, ¿o cómo era?

Olvidé mi libro en casa, me traje uno que ya he leído antes, tengo más, puedo abrir la aplicación de lectura directamente desde la computadora, pero no quiero, esta sensación de decepción anoche no me dejó dormir, no fui a trabajar, no quise, no podía, no sabría cómo aguantar en pie el turno completo, mis manos se mueven suavemente sobre el teclado tirando palabras constantes una después de la otra, mis ojos fijos en la nada al hacerlo, "Science Fiction" de los Arctic sonando en mis audífonos de fondo, milagros se necesitan, sorpresas positivas quiero, ya estoy harto de no ser el favorito del Señor.

Entre las frases que emanan mis dedos, me distraigo un poco, levanto la mirada cinco grados, ahí está, justo en el lugar que yo acostumbro, lindas cejas, ojos oscuros, concentrada en su Mac Book Pro un poco más vieja que la mía, con un sticker de un corazón con ojos, qué idiotez, un corazón con ojos, con sus AirPods puestos, da un sorbo a su latte, al igual que yo está bebiendo uno de esos. Al parecer viene del gimnasio, lo noté en su cuerpo trabajado, o algo así, cuando percibí su presencia. De negro, linda sonrisa, el punto en su mentón le genera mayor atractivo, ¿qué tendrá, 24, 25 años? Quizá. Es muy bonita a mis ojos, quizá porque mis ojos están ajenos a particularmente esa clase de belleza.

Ojalá me diera la vida, la energía y las ganas para ir al gimnasio, sé que mujeres así seguramente me encontraría por allá. Aunque, ¿qué les diría? No me las doy de muy atractivo, y si así fuera, me paso tanto tiempo en la instrospección y en el propio yo, que difícilmente tengo algo que ofrecer a alguien de tan hermoso ver. Qué piernas más firmes, Dios mío.

Perdón, me distraje, estaba hablando de lo ridícula que es la existencia y el mundo en general, de lo efímetra que resulta nuestra estadía por acá y lo poco que podemos realmente conseguir cuando no hay motivación verdadera, como la preciosidad de pelo lacio, castaño y piel blanca, perfectamente cuidada como la que está frente a mí en este mismo momento.



Estoy Harto

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 Estoy harto, una vida repleta de miserias, por más vueltas que le dé, parece ser en lo único que me enfoco, criterios descartables aparte, ...

 Estoy empezando a colocar mis propósitos para el año entrante en una lista, ustedes no lo saben, pero ha sido un año, como los últimos no sé cuántos, bastante difícil. Con subidas y bajadas, con derrotas y una que otra victoria.

Al momento, llevo como el 30% de mis propósitos pactados para este año cumplidos, el número no es tan malo, tomando en cuenta que hace poco terminó el primer trimestre del año en curso. Sin embargo, me he sentido constantemente sumido en otro tipo de limitaciones. En ocasiones personales, en otras de mi mente jugándome chueco, en algunas más simplemente sobresaturándome.

El trabajo ha sido una de las constantes con nivel altamente complejo que honestamente no me esperaba; y no por las actividades a desempeñar en sí, esas, por lo general han sido realmente sencillas una vez que las entiendo. Lo que se ha vuelto una pesadilla son los horarios y el micromanagement, la falta de libertad creativa y la muy escasa oportunidad de hacer otra cosa que no sea estar sumido en una llamada permanente.

Eso en consecuencia, me ha forzado a estirar de más mis tiempos para poder darle a mis propósitos. Lamentablemente, con unas caen las otras. El estrés, la falta de tiempos para mí, la sobrestimulación de audífonos en mi cabeza y pantallas, me ha provocado agotamiento en más de una ocasión, por ejemplo, en semanas horrible de estar en oncall.

Sin duda alguna, uno debe de aprender a sortear las problemáticas en esta vida. Por eso he decidido simplificarla lo más que pueda. Al menos en lo que a mí concierne, reducir todavía más aquello que me rodea y establecer un siguiente nivel de minimalismo alrededor de mi vida.

De por sí, ya eran muy pocas las amistades, conversaciones y apps que capturaban mi atención; bueno, pues ahora serán menos, reduciendo tiempos y centrándome en tener el control de mi historia nuevamente; el asunto de invertir y producir está genial, me encanta. Me gusta mucho escribir y publicar las cosas que pienso y en las que trabajo, también me agrada la idea de colgar videos, fotos y contenido multimedia de vez en cuando, pero por ahora, establcer un canvas dentro de este "escritorio" ficticio de decisiones será la prioridad.

Porque también en reducir hay un arte. En ser capaces de dejar morir. En centrarse en lo que sigue. En recuperar nuestra fuerza de voluntad está el incentivo a mejorar. Así como me he dejado caer en las cosas que realmente no disfruto por el solo hecho de abastecer o fortalecer (capacidades, conocimientos, tiempos), que eso sirva de punto de partida en el modo contrario, que el deleite y disfrute sean parte del viaje.



 En un mundo donde el término Inteligencia Artificial susurra ecos de ciencia ficción y visiones distópicas, vale la pena detenerse un momento para descifrar el verdadero rostro de esta enigmática protagonista. Olvidémonos por un instante de las máquinas apocalípticas que arrasan ciudades en su sed insaciable por dominar al ser humano; esa no es la realidad, al menos por ahora.

La Inteligencia Artificial es, en su esencia, un conjunto de sistemas computacionales, una alquimia de software y, en ocasiones, de hardware. Estos sistemas están diseñados para asumir roles que tradicionalmente requerirían del ingenio humano. Son, en pocas palabras, herramientas dotadas de una capacidad casi poética para ver más allá de los ojos humanos, analizar vastas praderas de información, generar conocimiento a partir de simples entradas de datos, reconocer y entender voces, e incluso, tomar decisiones que a menudo nos parecen exclusivas de la mente humana.

Estas capacidades, lejos de ser meros actos mecánicos, representan una danza sofisticada de algoritmos que modelan, de alguna manera, la curiosidad y la adaptabilidad humanas. La Inteligencia Artificial, con su discreto encanto, se infiltra en nuestra vida cotidiana, no como un conquistador, sino más bien como un sutil acompañante que amplía los horizontes de nuestro mundo.

El origen de la Inteligencia Artificial se extiende hacia atrás en el tiempo, anclándose en la curiosidad insaciable de los antiguos pensadores griegos. Figuras como Aristóteles, que se aventuraron a soñar con la posibilidad de que algún día existieran máquinas capaces de emular el pensamiento humano. Este ancestral anhelo se ha tejido a través de los siglos, entrelazándose con las modernas teorías y prácticas computacionales.

En este vasto tapiz, destaca un hito singular conocido como la Prueba de Turing, concebida por el visionario matemático británico Alan Turing. Él propuso una evaluación, no tanto de la capacidad computacional de una máquina, sino de su habilidad para imitar la condición humana. La esencia de esta prueba se despliega en un elegante juego de preguntas y respuestas, donde un juez humano, a través de una interfaz, intenta discernir si su interlocutor invisible es otro ser humano o una máquina.

La verdadera magia de este experimento ocurre cuando la máquina, a través de la pureza y perspicacia de sus respuestas, logra sembrar la duda en la mente del juez, llevándolo a cuestionar si no estará, de hecho, conversando con otro ser humano. En el momento en que la máquina logra esta ilusión de humanidad, se dice que ha superado la prueba, cruzando un umbral que desdibuja las fronteras entre el creador y su creación.

Las semillas de lo que hoy conocemos como Inteligencia Artificial comenzaron a germinar con el advenimiento de la programación y la automatización. Un ejemplo temprano y revelador de estos prolegómenos tecnológicos puede encontrarse en algo tan mundano como la función de apagado automático de las televisiones. Aquí, impulsados por la comodidad o, tal vez, por una cierta pereza, programamos un temporizador que, tras transcurrir un número designado de minutos, cumple fielmente con el mandato de extinguirse.

Esta sencilla acción prefigura el modo en que las Inteligencias Artificiales actuales se integran en nuestras vidas: como agentes silenciosos destinados a aliviar nuestras cargas. Están diseñadas para asumir tareas que desbordan nuestras capacidades, que preferimos evitar o simplemente para hacer nuestro diario vivir más llevadero. De la misma manera en que, en su momento, las calculadoras se convirtieron en herramientas indispensables en los salones de clases, las Inteligencias Artificiales han irrumpido en el escenario contemporáneo para rediseñar radicalmente nuestras prácticas cotidianas, gracias a su habilidad para asimilar y reconocer patrones con una eficacia que supera la finitud de nuestra propia mente.

Los patrones son decisiones conductuales que determinan un comportamiento. Explicado con manzanas, imaginemos, por un momento, que deseamos enseñar a una calculadora el arte de prever cuántas manzanas traerán los invitados a una fiesta. Supongamos que cada amigo, por generosidad o costumbre, trae consigo dos manzanas. Observemos algunos ejemplos para ilustrar este aprendizaje:
Si recibimos a tres amigos, se contarán seis manzanas.
Si recibimos a cuatro, ascenderán a ocho las manzanas presentes.
Lo que realiza la Inteligencia Artificial, con una perspicacia casi mágica, es discernir que el patrón subyacente en estos datos consiste en duplicar la cifra de asistentes. De este modo, en futuras veladas, si la curiosidad nos lleva a indagar cuántas manzanas decorarán nuestro evento con nueve invitados, la calculadora, ya erudita en este particular cálculo de hospitalidades, nos revelará con precisión que serán dieciocho las manzanas que recibirán a los convocados, todo gracias al aprendizaje previo y los patrones meticulosamente identificados.

Así, la Inteligencia Artificial se cierne sobre nuestro mundo no como una fuerza ajena, sino como una extensión natural de la herramienta más intrincada y maravillosa que poseemos: la mente humana. Con cada algoritmo que procesa y cada patrón que descifra, estas entidades artificiales no solo reflejan nuestras capacidades, sino que también las expanden, permitiéndonos alcanzar logros que, hasta hace poco, pertenecían al dominio de la imaginación y la ficción.

En el ámbito de lo cotidiano, las Inteligencias Artificiales actúan como facilitadoras silenciosas, gestionando desde tareas domésticas hasta complejas decisiones empresariales, pasando por los delicados equilibrios de los sistemas de salud y los intrincados diseños de ingeniería urbana. Su presencia se ha vuelto tan común y esencial que, a menudo, solo notamos su existencia cuando, en su ausencia, las tareas se vuelven abruptamente más arduas y el ritmo de vida se ralentiza.

Más allá de la utilidad práctica, la Inteligencia Artificial invita a una reflexión profunda sobre nuestra propia naturaleza. Al delegar en máquinas el pensamiento y la resolución de problemas, no solo liberamos tiempo y recursos, sino que también nos enfrentamos al espejo de nuestras limitaciones y posibilidades. Esta simbiosis tecnológica nos impulsa a reconsiderar qué significa ser humano en una era definida por sus extensiones artificiales.

En última instancia, la permanencia de la Inteligencia Artificial en nuestra sociedad no solo es inevitable, sino que es deseable. Como faros de posibilidad, estas herramientas iluminan nuevos caminos para la exploración y el conocimiento. En su constante evolución, nos aseguran que, al igual que las herramientas de piedra dieron forma a las primeras civilizaciones, las Inteligencias Artificiales moldearán el futuro, redefiniendo continuamente los límites de lo que podemos lograr. Al hacerlo, nos ofrecen una promesa luminosa: la de un futuro donde nuestras creaciones no solo replican, sino que amplían y embellecen la experiencia humana.