En los rincones más oscuros de la ciudad de Marbella, reinaba un hombre al que todos temían, conocido como Alejandro. Durante años, la corrupción y el miedo fueron las únicas constantes en su vida, sumido en un mundo de negocios oscuros y decisiones terribles. Pero en algún momento, en medio de su caótico reinado, una luz brilló en su vida, un destello que lo llevaría a un camino de arrepentimiento.

Un día, durante un paseo nocturno, Alejandro encontró a una joven hambrienta y desamparada en las calles. Llevándola a su hogar, le ofreció comida y cobijo. En ella, María, encontró una especie de pureza y bondad que había olvidado. Empezaron a pasar mucho tiempo juntos, y Alejandro se encontró mostrándole los aspectos más suaves de su personalidad, ocultos durante años bajo capas de dureza.

María, sin embargo, no sabía nada de los actos despiadados de Alejandro. Para ella, él era su salvador, el hombre que la había sacado de la calle y le había dado una nueva vida. Esta inocencia de María hizo que Alejandro se sintiera aún más culpable por sus acciones pasadas.

Pero la realidad era incuestionable. Alejandro, agobiado por la culpa y la vergüenza, decidió alejarse de María y todos aquellos que le recordaban su pasado. Se mudó a una pequeña casa en las afueras de la ciudad, donde empezó su proceso de cambio. 

Vivía una vida de austeridad y silencio, marcada por noches llenas de insomnio y días llenos de arrepentimiento. A pesar de su dolor, decidió dedicarse a ayudar a la comunidad en la que vivía, utilizando sus habilidades para bien. Pero la culpa y la vergüenza nunca se alejaban, recordándole constantemente su pasado.

Alejandro quería confesar, quería disculparse, pero no sabía cómo. La idea de confesar a María le aterraba, temía que la verdad destruyera la imagen que tenía de él. Pasó años en este estado de auto-aislamiento y reflexión, enfrentándose a sus demonios internos.

Una noche, en una decisión impulsiva, escribió una larga carta a María, explicándole todo. La culpa, el arrepentimiento, la vergüenza, y su deseo desesperado de cambio. Selló la carta y la dejó en su puerta, huyendo antes de que pudiera arrepentirse.

«Querida María,

No hay palabras suficientes para expresar la profundidad de la tristeza y el arrepentimiento que abruman mi alma. La vergüenza de mis actos inexcusables y la culpabilidad perenne me han llevado a un aislamiento voluntario.

Sé que en un principio mostré una imagen altruista, pero esa proyección no era más que una máscara, un camuflaje cómodo que ocultaba mi realidad oscura. Comprendo ahora que aquel refugio fue una cortesía temeraria, un gesto egoísta para mitigar mis pecados.

Pero mis actos anteriores son irrefutables. Fui un líder autoritario, haciendo mal uso de mi influencia y poder. Provocaba miedo, no respeto; creaba discordia, no armonía. Incitaba violencia donde debía haber paz y en lugar de ser un ciudadano ejemplar, fui un tirano despiadado.

He emprendido un proceso de reflexión intensa y profunda. El encuentro contigo, querida María, abrió un portal inesperado hacia la bondad, la empatía y la compasión, emociones que se habían atrofiado en mí. Te pido clemencia, no por mis actos horrendos, sino por la penumbra que eclipsó mi humanidad.

Hoy, tras la penitencia y el remordimiento, busco el cambio. No busco absolución inmediata, eso sería una expectativa irracional. En cambio, busco trabajar día tras día para reparar los daños causados y convertirme en una persona íntegra y honorable.

Quiero ser un ciudadano solidario y un ser humano empático. Quiero sentir la honestidad en cada palabra que pronuncio, y en cada acto que realizo. Busco la armonía con el mundo que una vez desprecié. Quiero ser alguien de quien te puedas sentir orgullosa.

Entiendo si te sientes traicionada y confundida. Sé que mis acciones te han lastimado profundamente. Pero mi intención ahora es demostrar que puedo ser diferente. Que puedo ser mejor.

Este proceso de cambio es solitario, pero necesario. Cada día es una lucha constante contra los fantasmas de mi pasado. Pero siento la esperanza. Una esperanza renovada que surge de la vergüenza y el arrepentimiento, y que se alimenta de la posibilidad de cambio y redención.

Espero que algún día puedas encontrar la generosidad para perdonar a este hombre arrepentido, que se encuentra frente a ti, más humano, más real.

Con todo el amor que mi ser arrepentido puede ofrecer,

Alejandro.»

María, después de leer la carta, quedó atónita y herida. Pero a medida que pasaba el tiempo, ella comenzó a entender. A entender el arrepentimiento y la necesidad de cambio de Alejandro. A entender que, aunque no podía justificar sus acciones pasadas, él estaba intentando compensarlas.

Decidió ir a ver a Alejandro. Lo encontró en su casa, un hombre muy cambiado de quien había conocido antes. Hablaron durante horas, lloraron, se enfrentaron al dolor del pasado. Alejandro se disculpó profusamente, prometiendo dedicar su vida a enmendar sus errores.

Fue un camino largo y duro, pero Alejandro, con el apoyo de María y su propia determinación, pudo cambiar. Aunque la vergüenza y el arrepentimiento nunca se disiparon por completo, Alejandro comenzó a construir un nuevo camino. Fue un proceso lento y doloroso, pero cada pequeño acto de bondad, cada gesto de contrición le acercaba un paso más a su redención.

María se convirtió en su ancla, su faro en la oscuridad. A pesar de su dolor y confusión iniciales, optó por apoyar a Alejandro en su viaje hacia la redención. No fue fácil para ella, pero la sinceridad en los ojos de Alejandro, y su compromiso visible con el cambio, la motivaron a quedarse.

Alejandro, con la ayuda de María, comenzó a usar su influencia y recursos para hacer el bien en la ciudad que una vez aterrorizó. Estableció refugios para los sin hogar, programas de alimentación para los menos afortunados, y becas para jóvenes brillantes pero desfavorecidos. Fue un camino duro, plagado de desafíos y críticas, pero Alejandro perseveró.

Su pasado nunca dejó de atormentarlo, pero Alejandro decidió utilizarlo como un recordatorio constante de la persona que nunca quería volver a ser. Luchó todos los días para ser mejor, para hacer más bien, para enmendar de alguna manera sus acciones pasadas.

Y con cada día que pasaba, Alejandro se daba cuenta de que, aunque nunca podría borrar completamente su pasado, tenía la capacidad de forjar un futuro mejor. Un futuro en el que no era un hombre temido, sino un hombre respetado. Un futuro en el que no era un tirano, sino un líder compasivo.

El arrepentimiento es un proceso doloroso, un camino que está lleno de obstáculos y desafíos. Pero también es un camino de crecimiento y redención. Alejandro, a través de su viaje de arrepentimiento, aprendió esta verdad de la manera más dura.

María, por su parte, encontró en Alejandro un ejemplo de la capacidad humana para cambiar. A pesar de sus acciones pasadas, ella vio en él un hombre que estaba decidido a ser mejor, a hacerlo mejor.

El camino de Alejandro hacia la redención fue largo y lleno de desafíos, pero a través de su arrepentimiento y sus esfuerzos para cambiar, encontró una nueva vida. Una vida en la que ya no tenía que vivir en la sombra de su pasado, sino en la luz de su futuro.

FIN.





 Las finanzas van bien, mucho mejor de lo que esperaría. Y aunque sigo saliendo de pendientes, agradezco infinitamente al Cielo las oportunidades que me ha dado de crecer. Por lo que llego a este instante, justo esta noche, con una premisa interesante a considerar: ¿Algún día será suficiente? ¿Dejaré tarde o temprano de ajetrearme por conseguir la "chuleta"?

Saben, del mismo modo que reducir el exceso de dopamina generada por los dispositivos electrónicos (principalmente como consecuencia del poder cautivador de las redes sociales), bajarle al autosabotaje con fines meritorios es un camino extremadamente saludable. Porque en el afán por ser excelente, crecer como persona, "triplicar mi sueldo" (sic), a veces terminamos descuidando lo más importante: Uno mismo. ¿Y de qué te sirve a largo plazo ser un millonario con montones de problemas de salud?

Reconozco que mi cuerpo, ha tenido, en mi ignorante pero bien intencionado deseo de superarme como persona, que pasar por demasiados sufrimientos; principalmente aquellos vinculados a situaciones de estrés mental como dificultades de sueño o excesos físicos como "tragar lo que sea y donde sea". Lo poco saludable de esos hábitos tiene que acabar. El día de hoy le declaro no la guerra, sino la paz a ese estilo de vida, y le doy la bienvenida al amor propio.

El amor propio y la salud tienen que regir mi vida por encima de las cantidades de dinero que tenga la capacidad de hacer. Que mi mente se encuentre saludable, que mi cuerpo sea fuerte, que mi vida sea fácil de llevar, estoico y decidido. Por medio de esta carta prometo hacer lo que esté de mí para evitar las tentaciones, por ejemplo, reducir el número de formas de obtener dinero (o métodos de pago) mientras ando en la calle, para así hacer muy difícil que termine comiendo en cualquier lugar. Ojo, planeo seguir subiendo imágenes de restaurantes y comidas ricas a intagram y google, pero eso será en orden, obedeciendo a un calendario de eventos, y hasta que pase mis tres meses alejado de redes sociales; además no pienso ser extremista y si, por ejemplo, me invitan a una fiesta (cosa que ocurre poco), tampoco me pondré payaso.

Desde el punto de vista de preparación de alimentos, la siguiente inversión será una estufa (ya que mi roomie prometió que se traería una que ya tiene, pero al parecer eso no ocurrirá y no puedo depender de ella para nada), compraré lo necesario y aprenderé a preparar cosas saludables.

Si lo apreciamos desde la óptica de lo financiero, esta estrategia también me será de gran ayuda, ya que al gastar menos en la calle, contaré con un presupuesto más sustancial para redimir cuentas. Por cierto, dije al inicio que mi plan era triplicar mis ingresos en un año, a partir de ese comentario ya pasaron dos meses y quince días, al momento, solo he podido incrementarlos de un diez a veinte porciento (dependiendo la perspectiva), y sin embargo creo que mis ingresos actuales dan más que suficiencia para vivir. No de forma "millonaria", pero cabalmente, superando deudas, puedo invertir y seguir trabajando con lo que resulte.

Además, en mis piensos, como Woz, no está retirarme de trabajar nunca, amo las cosas que hago, me encanta pasar tiempo frente a la computadora programando y aprendiendo, así como navegar entre conceptos y literatura en general; pero quiero recuperar el timón, porque había venido naufragando sin rumbo preciso a partir de la pandemia (y quizá desde que inició el 2020). Me quiero mucho, me amo más que a cualquier cosa en este mundo, y sé que con paciencia, determinación y constancia, seguiré saliendo adelante. Acercándome a la meta de ser suficiente y autosuficiente, sin caer en vicios superficiales y excesos de pasado, presente o futuro (a.k.a. Depresión, estés o ansiedad).



Me Amo

Por
 Las finanzas van bien, mucho mejor de lo que esperaría. Y aunque sigo saliendo de pendientes, agradezco infinitamente al Cielo las oportuni...

 Me dije: ¿Qué tal si transformo mis vicios y malos hábitos en energía para realizar cambios positivos y producir? Mentiría si digo que he logrado algo, pero he de ser bien sincero al mencionar que ya encontré un camino al cual aferrarme. *Se levanta un letrero.* -> "Hombres trabajando".

¿Qué pasa conmigo que me dan ganas de escribir a media noche? No, no te engañes, no es que me falten ganas antes, lo que ocurre es que el calor no da chance, ya subo escaleras y me arrincono, me encuero, enciendo el ventilador, me tiro en el piso, quiero llorar de la desesperación, bajo a beber un poco de agua, me visto, me salgo a la calle para darme cuenta que afuera también está sofocante, me regreso consternado y resignado, y ciclo lo anterior.

Sin embargo, redactar me sirve, ¿saben para qué? Para trabajar en mi estilo, para perderle el miedo a cajetearla feamente entre líneas, para hacer borradores y editarlos hasta el cansancio (ese cansancio suele llegar un par de minutos después, siendo franco). La imperfección me define, y es bellísimo abrazarla.

Glup. *Traguito de agua.* Hace un rato meditaba en el opuesto de una frase muy famosa del maldito borracho y feo aquel que escribía poesía áspera y honesta (entre una que otra salvajada, he de decir): "No tienes idea de la condenación que trae consigo la hermosura, pues difícilmente le agradarás de verdad a alguien". Claro, claro, escrito con mis palabras y abusando un poco de la interpretación, pero el significado ahí anda. Piénsalo.

Ser hombre implica empezar a descubrir el potencial conforme maduramos, mientras que las mujeres son valiosas desde el momento mismo en el que nacen, la mayoría de nosotros los no nacidos en cuna de oro tenemos que construir valor; con eso en cuenta, los primeros años de convivencia interpersonal pasada la adolescencia, los afrontamos desarmados, inexpertos, frágiles y ridículamente atarantados. Pasa el tiempo y vemos hacia atrás todos los errores.

Ahora entiendo, estoy agradecido del "Fail early, fail often, but always fail forward", porque sin eso no sería la mitad de lo que soy, no tendría una vigésima parte de la experiencia que tengo y no contemplaría la vida como un escenario pleno de oportunidades; sino que me sumergiría en un oceano de duda, decepción y llanto. Ya sé, comprendo que si te has dado una vuelta por acá en el pasado dirás: "Bro, pero tú siempre estás sufriendo." Y sí, pero no. Es difícil de explicar en unas cuantas líneas, además, no tengo intención de hacerlo. Recordemos únicamente que lo que aquí se expone es parcialmente cierto y que en general estoy en un viaje ficcional cual avatar desde una versión más antigua de mí (o proyectándosela a esa persona, según sea el caso).

No estamos aquí para fingir, pero tampoco para rasgarnos las vestiduras por ficcionalizar; la vida es una broma y al mismo tiempo un drama serio de proporciones globales, las personas son por sí mismas universos independientes que colisionan mutuamente, mi mundo y el tuyo gravitan como nuestros labios al tocarse. O no. ¿Quién soy yo para despertarte de la ensoñación? Bastante caca ya hay afuera, ¿no te parece?

Si quieres justicia, te la puedo proveer, pero terminarías en un deje de destrucción inminente. Si quieres misericordia, aquí la tienes y no a cuentagotas como las supuestas emociones que salen de tu ser; no, no, acá hay para llevar. ¿Generosidad? Anda mamita, sírvete; sí, sí, puedes llevarte todo, mientras no acabes con mi capacidad de generar, todo bien. No tengo idea de por qué escribí lo anterior, o siquiera en quién estaba pensando mientras las letras desenfrenadamente se me escapaban de las manos. Todo por un beso. Y la belleza natural.



 Tengo la pésima costumbre de hablar antes de tiempo, dejar de hacerlo es una virtud que he de ir desarrollando poco a poco. Ya saben, por ejemplo, que estoy por terminar algo y digo: "Uy, llevo tanto tiempo trabajando en esto y ya casi queda", o el clásico: "Se me va a presentar tal oportunidad". Por ejemplo hoy, venía corriendo a decirles en lo que he estado ocupado los últimos días; cuando en realidad, siendo bien sinceros, no les importa.

Esta necesidad imperiosa de ser amable y bondadoso a veces tiene que calmarse, este deseo inminente de estar ahí para quien me busque y necesite, debe ser controlado; y parte de ese control es así como aprender a decir "sí" (como la peli de Carrey), aprender a decir "no" sin sentir ningún remordimiento.

Me he dado vueltas por el ciberespacio adentrándome en conocimientos que tenía "abandonados" por decirlo de alguna manera, me puse a navegar en viejos recuerdos, textos, fragancias y memorias que recordaron una suma de fenómenos valiosos en mi haber. Me rendí ante decenas de hojas de papel que no llegaban a ningún lado, pero más allá de eso, ejecuté la sentencia "eliminar" a un montón de información que tenía inútilmente almacenada.

Mi mayor demanda ahora para mi propia persona es permanecer en el estoicismo, controlar los malos hábitos y seguir trabajando en los buenos; no mentiré, ustedes son conscientes de la montaña rusa que es esto para mí. Pero ahí la llevo, más lento de lo que quisiera, con más reparos de los que me esperaría. Digo, ya no soy un joven veinteañero, es comprensible que mi necia humanidad salga de gane de vez en cuando.

Una vida completa he aprendido de los límites, las causas, exigencias, provocaciones y desencadenamiento de lo que la ausencia de los mismos provoque; curar heridas ya no es suficiente para reparar daños, se requiere de una fuerza de voluntad infranqueable y una constancia determinante. Se da, se da, pero si mi yo de hace diez años estuviera leyendo esto, tendría que saber que las pocas características que me tienen aquí, con vida (principalmente), han sido a base de caerme y levantarme.

Claro que trato de escuchar a los sabios y aprender del consejo de los ancianos, definitivamente bucear en un mundo de libros también me ha traido un poco, pero como el sapiens o lo que sea que soy, fácil no ha sido ajustarme a las necesidades del mindfullness.

Me voy porque la pantalla empezó a parpadear. No, no es la pantalla, es el sueño que me pegó. Las líneas se mueven verticalmente y me enfoco solo en colocar letras una después de la otra, esperanzado en que los errores ortográficos, no sean una constante entre estas líneas finales. Ustedes ya saben, y si no se los digo, el ocho, el siete, el tres, el once, el veintiocho, el setenta y siete y el catorce, son parte de esto y de cualquier cosa que haga. Un abrazo.



 Un día empecé a escribir, de una manera distinta, sin molestia ni incomodidad, sin furor o miedos por dejar ir. Y me fui a partir de ahí. No se trata de criticar o de hablar cosas negativas, lo que estoy haciendo es enfocarme, necesitaba cambiar, principalmente porque ni yo mismo me toleraba los últimos días.

Y el empujón que me dieron, que me llevó justo al foco de la realidad ha hecho bastante bien; recuperé mi capacidad de pesar las circunstancias, redescubrí el potencial en mí, ahí había estado todo el tiempo, pero claro, tan atorado y abrumado por nimiedades y superficialidades, no lo alcanzaba a ver.

Me tuve que dejar en claro que no era la versión de mí en la que quería seguir, y para comprometerme a la importancia de la renovación, eliminé todo del alcance de mi mano. Hoy descubrí una nueva regla, algo que creo que me costará un poco más de trabajo hacer, pero como todo hasta el día de hoy, lo lograré: Eliminar a todas aquellas personas que no conozco de mis redes, gente con la que no tengo ni he tenido interacción alguna y que están ahí, simplemente porque me parecen personas atractivas.

Este nuevo paso en mi proceso de cambio lo llevaré a cabo una vez que tenga reinstaladas las apps en mi celular; ausencia de las cuales me ha hecho recapacitar bastante en lo que respecta a mis necesidades y gustos. Para centrarme en construir una mejor persona en mí, tengo que ir hasta las raices, dejar ir gustos y aficiones que no sirven para nada a largo plazo, esforzarme por las cosas que me serán de bien a futuro; es lo que he estado haciendo: Lectura, programación, escritura, finanzas, hábitos, salud, orden y más orden.

Estaba encaminado al autosabotaje y la decadencia, castigándome de maneras ruines y atascándome de lo poco que había a mi alcance. Dichosos son quienes no tienen que pasar por un procedimiento así para entrar en razón, sabios pordríamos considerarles. El monstruo en mí se ha calmado nuevamente, estamos aprendiendo a vivir juntos en armonía. No tengo enemigos más que uno muy de vez en cuando; y cuando ha ocurrido que se aparece, suele ocultarse tras el espejo en cuanto lo descubro.



 "Si quieres tener resultados extraordinarios con las cosas en general no puedes tener actitudes ordinarias; no puedes hacer lo que todo el mundo hace y esperar resultados diferentes."

Aunque apenas el calendario revele el primer mes de mi promesa, tengo que confesar que la transformación se dibuja lenta, etérea, pero persistente. En este mar de tiempo he optado por zambullirme en el abismo terapéutico, un intento de abrazar esas escurridizas realidades que se me escurren de entre los dedos, donde mi influencia no es más que una vana quimera.

Las sesiones han sido un ojo de agua, un manantial de entendimiento donde he aprendido a reconocer la existencia de la hipergamia, no como un monstruo a temer, sino un compañero potencialmente benéfico. Es la sencilla verdad de la vida que una mujer siempre buscará al compañero más brillante en su cielo, al destello más vibrante. Así pues, un uno, como me considero en la escala de este universo, nunca podría danzar en sincronía con una siete.

Una vez aceptado este panorama, queda un único camino por recorrer: el de la mejora. Debo ser honesto con mis pasos, porque un uno no se convierte en un tres en un simple parpadeo, y el número dos es un camino obligado para llegar a nuestro destino. No es una carrera desenfrenada, sino la laboriosa construcción de algo duradero, algo palpable.

Por eso se impone la necesidad de una preparación incesante, de llenar nuestro morral con las habilidades recogidas en el camino. Herramientas siempre listas para ser desplegadas al presentarse la oportunidad. Algunas ya las domino con grácil destreza, acciones que se han convertido en una extensión de mi ser, y la simple existencia de este hecho es un canto de alegría.

Finalmente, la vida no es más que un juego de números, y yo, un amante de algunos juegos, he aprendido a coquetear con la pérdida, a esquivar el látigo de la frustración. El verdadero desapego al resultado es una filosofía que no debería alterar el equilibrio interno ni las visiones a largo plazo. Cada etapa se despliega, y realmente, suele ser ajena a nuestra influencia. Recordar que la ira y el descontento son regalos de poder innecesarios es una gran estrategia para mantener el rumbo, para seguir adelante.

Llegué aquí para seguir, recuperar, reestablecer, complementar, aplicar y volar; sin dejar la caballerosidad de lado, trabajando por mejorar, aprendiendo de todo y todos: "Now watch me rise up and leave. All the ashes you made out of me, when you said that we were wrong, life goes on, just look how wrong I could be."



 No puedes vivir resentido, triste o angustiado. Es importante reconocer tus errores, eso es cierto; pero más importante todavía es abandonar los hábitos que te han venido haciendo daño. Vas a estar trabajando en tus propósitos, en tus finanzas, en tu valor, en tu salud, en tu cambio de mentalidad, en tu constante mejora diaria, en tu desarrollo profesional e intelectual, en explotar tus talentos.

No vas a desperdiciar tu tiempo y recursos en cosas o situaciones futiles, vas a trabajar en fortalecer relaciones que te nutren e inspiran. Escribo esto pensando en personas como Roger o Alan, un par de amigos que han alcanzado logros notables en sus vidas. Roger es una bestia llena de músculos de 120 kilos con la capacidad de levantar 320 en peso muerto, es una mole formidable, y conocerlo es una experiencia muy agradable.

Sorprendería saber, entonces, que Roger es al mismo tiempo un gran ingeniero, que trabaja para una financiera muy importante a nivel mundial y anda generando ingresos superiores a seis cifras nacionales al mes, una lana bastante decente. Pero no se ha quedado ahí, cuando empezó la pandemia, mi buen amigo se quedó sin un "templo del dolor" para asistir a ejercitarse y se decidió a conseguir sus propios aparatos y montar su gimnasio justo en su casa. El tipo ya lo terminó. Como dije, es de admirar este hombre.

Ahora con respecto a Alan, a quien considero uno de mis mejores amigos, hace días incluso hablamos por teléfono. Después de una ruptura amorosa (qué curioso que muchas historias de éxito empiezan con algo similar) por no "dedicarle tiempo suficiente" a su ex o aceptar irse con ella a Canadá, pues allá se "gana mejor"; el tipo optó por una personalidad estoica y se enfocó muchísimo en trabajar, una de las frases que recuerdo de él es: "No necesitas irte para hacer dinero".

Se salió de su empleo anterior y fundó su constructora, hace un par de meses me mandó un mapa del fraccionamiento que está por construir, un lote completamente de él, cincuenta casas. Me impresioné muchísimo y les dije a mis papás lo feliz y orgulloso que estoy de mi amigo, porque sé que con mucho esfuerzo y sacrificio ha logrado eso. Sé que es millonario, pero además de ser eso, es una persona tremendamente inteligente y trabajadora, como pocos. Alan es de esas personas que agarra unos cuantos ladrillos y se construye una fuente, o toma un pedazo de madera y hace con eso una artesanía. Un tipazo además.

A qué voy con esto, por qué menciono únicamente a un par de amigos. Tengo muchísimos más, de los cuales estoy orgulloso y agradecido, empecé con ellos porque compartimos edad, y tenemos otras cosas en común, como que somos ambiciosos, no acostumbramos evadir la realidad con substancias, hemos desarrollado un pensamiento crítico a partir del análisis de opiniones opuestas, nos gusta reconocer nuestra imperfección y trabajamos en mejorar cada día, estamos conscientes de nuestra realidad en este mundo, no nos sumergimos en temas de faldas; Roger, trabaja en IT y por un tiempo fuimos roommates; Alan, es mi primer amigo de toda la vida.

Seguramente iré abriendo espacios aquí para contar de algunas de las razones por las que otras amistades me parecen sobresalientes, estos casos en particular, los tomé para ejemplificar cómo una frustración bien encaminada puede llevarnos a construir cosas importantes. Y claro que sí, me da gusto que sean personas de mis círculos cercanos porque puedo aprenderles un montón.

Convertir las dificultades en un producto bueno es posible, se requiere de perseverancia y dedicación, de invertir lo que se tenga a la mano y aplicar todo lo aprendido. Estoy aquí, con la fiel convicción de que algún día esos amigos verán que también he conseguido cosas interesantes, que ellos se darán cuenta que han actuado como una importante fuente de inspiración para mi vida en el proceso, y que yo también trabajaré por ayudar a otros como ellos lo han hecho conmigo.