Se nos puede ir la vida creyendo que no somos suficientes. ¿Suficientes para qué, para quién, bajo qué marco de referencias? Han pasado un par de semanas desde que vine por aquí a colocar algo por última vez, entre mis justificaciones populares está el hecho de estrenar horario laboral y pendientes por sacar, pero, a quién engaño, simplemente no he tenido la disposición para sentarme unos minutos a contar algo.
Tal vez resulte que ya estoy madurando, y las cosas que venía a colocar aquí ahora deban de tener un significado diferente; o probablemente esta frustración continua no me deja descansar durante las noches, lo que acarrea consigo malestar colateral que se convierte en falta de ganas. Sí, seguramente ha sido eso.
Les contaré una cosa solamente, hace tiempo que empecé una apuesta con un buen amigo; la apuesta consistía en pagar una carne asada, tópico que siendo honesto no tomé como un verdadero reto, y terminé por dejar que sucediera. No estaba en mi momento, no me sentía bien, no tenía ánimos ni siquiera de hacer algo bueno por mi salud.
Pero todos los tiempos se cumplen y hay que responsabilizarse de los dichos de nuestras bocas; aunque mi amigo todavía no ha culminado de vencerme, el trecho avanzado es prácticamente inalcanzable. Lo cual me llevó a una segunda apuesta, una que a penas cerré ayer y en la que (si no cometo los mismos errores de antes relacionados con dejarme caer en depresión y ansiedad), seguramente estaré más determinado. Siempre he creído que la disciplina y constancia son lo que hace posible cualquier cosa que nos propongamos.
Pero al final soy eso: Una persona que experimenta una vez y otra el fracaso, entre que medio me levanto e impulso y vuelvo a caer y sufro, todo ha sido una constante sucesión de eventos variables de esa índole, a veces arriba, a veces abajo. Quisiera poder decir que el éxito se puede mantener en la palma de la mano, pero sería una ruin mentira; pero lo que sí puedo confesar es que cuanto menos tiempo nos toma reconocer la realidad de nuestra derrota, más rápido volvemos a trabajar en levantarnos.
Tengo una cantidad enorme de deudas, la mayoría de ellas para conmigo mismo; de esas cosas que me propongo y postergo por no tener los suficientes... Recursos para sacarlas adelante. Y entre los dos caminos para tomar a partir de ahí, está el de la melancolía y reproche que nos anclan al momento en el pasado en el que "hubiéramos" hecho algo (en lo que he caído); y el de sincerarnos a pesar de todo, atravesando una selva de consecuencias, para seguir actuando en pro de resolver o al menos encontrarle sentido nuestras vidas.
Tengo un par de pendientes de trabajo por sacar, establecí este día como límite para conseguirlo; decidí venir a la oficina para aprovechar el aire acondicionado. Antes de empezar el día "laboral". Es verdad que hace tiempo no escribo, a propósito tomé esa decisión, quería comprender algo plenamente de mi vida previo a continuar, y lo he hecho.
Hay muchos factores que nos hacen lo que somos, hay muchas personas que influyen en nuestra personalidad, hay entornos que nos vuelven vulnerables y desatendidos, hay elementos que nos llevan a recapacitar.
¿Qué pasa cuando nuestras palabras parecen no ser escuchadas? ¿Qué sucede cuando nos esforzamos y no obtenemos respuesta? Dicen que todo llega a su tiempo, que la obsesión por el alcance de las metas solo consigue postergarlas. Otros dicen que depende mucho de nuestros actos en el pasado, pues probablemente estemos acarreando los factores de lo que una vez fuimos los causantes. Mientras tanto, pasan las horas, los días y los meses, y tú no encuentras la respuesta a las promesas que te hicieron.
Quedarse en ese punto a lamentarse no es otra cosa que agobiarse la existencia, invertir tiempo y energías en cosas así además de debilitarnos, nos vuelve vulnerables. Mi consejo es seguir adelante, diversificar de tal forma que si unas cuantas inversiones fracasan, el florecimiento venga por otro lado.
Para todo hay que aprender a ser así, no atormentarnos por no ver crecer una planta que no lo desea; lo importante es seguir sembrando. Si los ojos, los pies o las manos no nos dan para continuar; reconocer que lo que hemos hecho beneficiará, al menos en una medida minúscula, a un par de personas que se hayan sensibilizado ante nuestros actos.
Es así como se consigue heredar un legado: Con experiencias que hablen en nombre de uno... Ya me voy porque se me derramó el café y hay que limpiar el cochinero.
En ocasiones me pregunto si lo que he estado haciendo está bien y cómo beneficiará eso a mi futuro. Nadie se la pasa de maravilla tiempo completo, conozco bien esa lección. Después de meditarlo, regresa mi mente a su percepción habitual, me invito a relajarme, a continuar trabajando en aquello que me permita alcanzar un mejor carácter, a amar a los demás y a reconocer la importancia que tiene cada uno para mi vida.
Es cierto, de vez en cuando me pierdo en la idea de ser alguien de "momentos", pues pareciera que me enfoco más en dejar atrás complejos, límites autoimpuestos y penas; pero, ¿no hacemos todos lo mismo en el transcurso de nuestras vidas? ¿No dedicamos una enorme cantidad de energía a estar bien con nosotros mismos? ¿No invertimos la mayoría de nuestros recursos en llegar a la plenitud? Definitivamente lo hacemos, porque nos amamos, porque deseamos la felicidad como una constante en nosotros.
Desde ir a terapia para aceptar y superar aquello que en algún momento dejara mellas negativas, hasta ejercitarse diariamente y realizar dietas con el fin de alcanzar una mejor versión física de uno mismo; todo está conectado. Los que se ven a sí mismos como uno con el Universo y los astros, esos que trabajan con sus manos la tierra que los rodea para que les proporcione sus frutos, aquellos que aman y protegen a seres más vulnerables, o quienes con base en el diálogo aportan instrucción y conocimiento. Todos pertenecientes al mismo conjunto.
La razón de ser es precisamente aquello que nos mantiene constantemente esforzados a mejorar; ser un padre amoroso, ser un hijo ejemplar, ser un profesionista eficiente, ser un amigo digno, ser un amante especial, ser un ciudadano destacado. Mientras haya una consciencia que nos motive a seguir adelante, continuar será plausible. Entretanto que el corazón y el cerebro estén bien direccionados, el entorno y demás variables que afectan los hechos, terminarán sucediendo en favor de una mayor conjunción de significados.
Me siento raro. Me agrada, y mucho. Hacía tiempo que no sentía eso mismo, y que tristeza no poder confesarlo. Juzgan mis buenos gustos, siempre lo han hecho, porque creen que es sencillo pensar de esa forma; no lo es. Pero hasta ese defecto he aprendido a amarlo.
Me queda esperar a que la vida decida por mí; ni mis sueños, ni mis ilusiones tienen real trascendencia en lo que suceda, ella te pone donde quiere y hace de ti como bien le da en gana. Espero no se ensañe conmigo, que he tratado de no cargar con negatividad en mi corazón y actos, en medio de esta existencia vana.
Cuando conocen a alguien que con el rostro y cuerpo expresa lo que en su corazón hay, toda esa bondad, sensualidad, carisma y elegancia que posee; de la historia surgen diversas subtramas, la alternativa es quedarse perplejo, cautivo, inspirado, es lo único que sé.
No hay una sola frase ni un texto que describa el momento. Agradecido estoy y eso es lo mínimo que puedo, como fragancia dulce, incomparable belleza, satura el lugar con la energía de su presencia.
Entre un montón de manías tenías que azotarme tú, incomprensible percepción de la nada. ¿Estás ahí? Definitivamente tu ausencia se siente, peor que cualquier cosa que haya experimentado. Las lombrices en la tierra haciendo sus movimientos de incrustación, mientras ambos, mirándonos causamos miedos a los espectadores. Estaban tan tranquilos antes de conocernos, no había nada lógico en mis palabras, insolencia y decoro se perdieron, ¿en dónde estás? Me siento solo.
Una tarde después de habernos encontrado tuve ganas de resolver la vida, muerte en conjunto, destrucción inminente, ¿qué está sucediendo en mi mente? Descuida, trabaja tranquilo, el escritor absurdo no ha puesto nada que sea comprensible, ¿tienes miedo? De nada deberías tenerlo, estamos para ocultarnos más ante lo que sea que venga, me distraen las malas opiniones, o tal vez no. No me importa nada de lo que el creyente desarrolle independiente, ¿tranquilidad? Nadie puede hacerse cargo de ese horror.
Los besos en tus manos me hundieron entre sus cenizas, podríamos reescribir la historia, destripando las manías incomprensibles, las que con psicotrópicos ha sido redactadas nuevamente para excluirnos de la verdad completa, la emoción y la nostalgia de una editada solución a lo que somos, fatiga cada segundo.
Entre el sueño de no saber qué está sucediendo, ¿qué es un vórtice? Podríamos decir que el desprecio de los elementos ha sido parte de una explicación de lo que no sucede, me destruye el cuento, el tiempo, el mundo, las referencias, ¿en qué punto se volverá a mencionar que la turra verborrea nace de entre las cenizas de un intelecto malintencionado, definitivo?
La mugre en sus entrañas desparramándose por todo el suelo, a nadie le gusta eso, prefieren leer cosas claras y específicas; ¿lo odias? Sin duda. Te pesa no encontrar sentido en lo que dice un autor desconocido; no porque se haga parecer mejor que tú, sino porque tu Universo está escrito a partir de versos concretos y preestablecidos, quien habla basura críptica, jamás será especialista en atención de la audiencia holística.
Estoy un poco triste porque muchas notas que había hecho las dejé como "borrador" en una cuenta de correo electrónico, duraron ahí años, hasta que decidí colocarlas en un chat privado de WhatsApp para de ahí copiarlas posteriormente en un texto más grande. Lamentablemente, al perder la conectividad con la aplicación y reinstalarla en mi equipo, esos textos se han ido permanentemente; ahora solo quedan algunos semblantes de lo que significaban.
Cuando pienso en esas circunstancias, me imagino a los grandes escritores y la enorme cantidad de textos que se han ido a la basura mientras ellos redactan. Ya sea porque fueron datos que colocaron en servilletas, información que escribieron en herramientas que se les extraviaron o descompusieron, cuadernos y hojas desaparecidos, y otro montón de circunstancias.
Cosas que ocurren, sin duda, valiosos detalles que uno dice: "¿Por qué no me atreví a publicarlos?" Todo definitivamente es parte de un proceso de maduración, tanto de capacidad redactora, como de intención y producción de la misma. Sin duda eso me enseñará, una vez más (pues ya me había ocurrido antes algo similar), a ser menos confiado de en dónde dejo lo que escribo, y tardar tiempos más pequeños en hacer públicas esas notas.
Duré años en adquirir una herramienta que me será útil a la hora de escribir; ya la tengo. No me costó tan cara como habría pensado, pude haberme hecho con ella antes, pero la desidia me hizo esperar hasta que cosas peores ocurrieron. No importa. Estos errores son para aprender.
Voy a escribir algo de manera continua, llevarlo hasta un punto interesante y conseguir que finalmente pueda ser visto por lectores ajenos a los que vienen aquí a mi sitio. Llevo años con eso en mente, lo sé, pero no me he animado porque ha sido todo parte de un proceso. Que si me gusta, que no me convence, que me encierro en cuanto a tramas argumentales, que me da miedo sacar cosas oscuras innecesariamente, que la desconfianza de que lo lean personas que puedan resultar ofendidas; y otro montón de excusas que no sirven para otra cosa que para atrasar lo que vaya a ser.
De nada sirve "querer", eso es simplemente una postergación de actividades: Quiero estudiar programación, quiero hablar otro idioma, quiero leer, quiero conocer, quiero explorar, quiero viajar, quiero enamorarme, quiero casarme, quiero formar una familia, quiero tener hijos, quiero comprarme un vehículo, quiero adelgazar, quiero hacer ejercicio, quiero comer saludablemente, quiero mudarme, quiero encontrar un mejor trabajo, todas frases vacías que nos llevan a un punto mental en el que no hacemos absolutamente nada, apasionados ante la idea de ser unos frustrados empedernidos que no hacen otra cosa que quejarse de la insuficiencia: No tengo tiempo, no tengo dinero, no tengo amigos, no tengo oportunidades, no tengo respuestas, no tengo ganas.
Hasta ahora todo lo que he puesto aquí forma parte de un desarrollo personal, entre subidas y bajadas de peso, pérdidas de interés y apasionamientos esporádicos, viajes en cuanto a letras que se vuelven caminos sin retorno, paseos vacíos por la introspección en los que lo único que encuentro es un espejo viejo y rojo que al mirarme ve a un miedoso más, que no afronta sus temores y no quiere superar sus debilidades, que le da pena que lo lean y vean dentro de él lo que más teme mostrar.
Hoy tengo ganas de escribir, de explicar lo que pasa en mi mente. Bueno, no es verdad, ni yo mismo puedo comprender todo lo que pasa en mi mente, solo me detengo a ver lo que sucede alrededor, y me fascino por todos, por cuanto logran, por sus éxitos, por sus frutos, por sus méritos. ¿En dónde estoy parado? Jamás lo sabré, porque dedico tanta energía a comprender el entorno que termino sin darme cuenta de lo más importante, ¿quién está redactando la historia de mi vida y por qué se tarda tanto en llevarme a escenas interesantes? Al ritmo que vamos, el probablemente único lector que llegue se habría hartado en el primer capítulo, tan aburrido y falto de acción, sedentario y con desarrollo poco ágil.
Estaba en medio de la nada charlando con mi consciencia cuando súbitamente el reloj dio las nueve, era hora de salir de ahí y caminar alrededor intentando reconocer y adaptarme al terreno; pero era igual, todo era exactamente lo mismo en la gran ciudad como ocurría en los pequeños pueblos, quizá la única diferencia es que el dolor dominante del hábitat verde se transformó en gris, el cielo azul en blanco y las montañas ahora eran construcciones de hormigón.
Conforme avanzaba, los escenarios se volvían cada vez más comunes. Estaba el tipo tratando de impresionar a su conquista más reciente con un regalo valioso en mano, la dama reacia a complacer su súplica; dos metros adelante une joven mujer con la vista puesta en los aparadores de la tienda comercial, doscientos transeúntes cruzando al otro lado de la calle, la mitad vestidos de traje y corbata y con prisa ante el semáforo dándoles el paso. Seguí avanzando, un par de cuadras más, tras encontrarme con un par de personas que casi me arrollan por su ritmo, mientras, lentamente desplazándome por las fascinantes edificaciones que transitaba. Pude ver el rostro de desprecio al observarme de un par atractivas y bien vestidas señoritas; pues claro, no esperarían que alguien con mi perfil y de mi calaña compartiera la banqueta con ellas siquiera.
Tenía deseo de contar una historia, pero que no se quedara en eso solamente; habría que ponerme en pie de guerra contra lo único que me limita, el tiempo. Porque ustedes tal vez no lo sepan, pero cada que me pongo a redactar, me sumerjo en un universo de palabras y oraciones que aparecen en mi mente una tras otra, queriendo expresar algo sin perder la trama.
No nací siendo sofisticado, ni he crecido entre ramificaciones de glorias o cosas por el estilo; entre las ocurrencias que llegan a mi cabeza se encuentra el hecho de que no puedo abandonar mi origen o desarraigarme de la gente que me ama. Sin importar que eso en algún momento pueda ser motivo de desagrado para algunos, realmente no me importa. Sin embargo, aquí estoy, de alguna forma encontré la voluntad para contarles lo que sucedió a continuación:
Aproximándome al edificio vi a un hombre recostado sobre una pared, ¿quién soy yo para juzgarle? Estaba ahí, acostado y sucio, cubriéndose a penas con una cobija para pasar el frío de la noche. Quisiera ser capaz de ayudarlo, hoy más que nunca mi corazón se encuentra dolido por las cosas que ha experimentado. El tipo no cruzó palabra o mirada conmigo, siguió en lo suyo. Acurrucándose y colocándose la ropa encima.
Me acompañaban a penas trescientos pesos en la cartera, seguramente me servirían para pagar mis comidas hasta que me pagaran; ya había dejado atrás al mendigo por unos diez pasos, repentinamente sentí cómo una mano mucho más fuerte que el peso de mi cuerpo se colocó sobre mi pecho y me sostenía evitando mi avance. Durante todo mi andar nocturno no había sentido el frío tan intenso dentro de la piel, los ojos se me que llenaron de lágrimas al tiempo que la presión era más intensa, me tuve que detener.
Minutos más tarde me encuentro escribiendo esto, sin un centavo en la cartera pero con la confianza de que he hecho un pequeño bien a alguien que lo merecía. A veces, ahogados en nuestro ego y autocompasión, consideramos más importantes uno o dos días de carencia nuestros que todo lo demás, e ignoramos que hay personas que duran así semanas e incluso meses sin que nadie les abra la mano y sin decir palabra les brinde algo a cambio de nada.