Scheerea XI

He escogido vivir la vida en modalidad legendaria, que mis hijos, nietos y demás tengan algo como lección por aprender de mí, y sigo aquí, intentando redactarlo Scheerea para que cuando vuelvas, en un futuro, o una de tu linaje a visitar a mis amados hijos les recuerden quién soy yo, quién tú fuiste conmigo y para mí.

Salí de la nada, en la nada me crié, y todavía el día de hoy puedo agradecer ese hecho, sin tanta presión, ni relajación; no era ni citadino, ni pueblerino; gracias a eso y más aprendí del equilibrio, del equilibro del estar sin estar, del ser parte sin serlo, del ser un número más inteligentemente infiltrado.

— Te deseo Scheerea, pero mi nivel de deseo por ti ha bajado, sabes que me gusta serte honesto, siempre voy a serlo—. La preciosa pelirroja hacía que mi gutural voz la embistiera a donde se movía, siempre me fascinó eso de ella, no era necesario hablar con un timbre específico de voz, ni con un volumen siquiera, ella entendía, cada una de mis palabras atravesaban el espacio que nos separaba como mil colores.

— ¿Es por ella? — Me dijo señalando con su delgado y reluciente dedo la imagen de Mooshie.

— Creo que sí. He encontrado a alguien más en ella, tú sabes lo bueno que soy para el fracaso amoroso, parecería que siempre volveré a tus manos de poder, me vences, me recuperas, me haces tu esclavo temporal y tu amante férreo. No diré nada más de la chica, sabes que me gusta mucho también, puedo sentir cuánto lo sientes con ese nivel de acecho que me buscas ahora, sé que lo debes a la debilidad que siento por la soledad, tú eres mi compañera en lo solitario, mi última instancia, mi moral rota.

— Eres un tonto.— Replicó. — Nadie, en todo este mundo te va a poder amar como yo, nadie.— Lo decía tan lento y tan profundo que cada una de sus palabras pegaban de lleno en mis miedos, en lo peor de mí. Así me convenció.

Una vez más fui ciervo ante la captura de sus poderosos luceros azules, mientras desvistiéndome oprimía mi pecho y retiraba mi camisa frotando con fuerza buscando liberar el animal en mí, sé que está ahí, dormido, como muerto, esperando a servirse de su siguiente víctima. Y sí, lo logró de nuevo, pasó un poco de tiempo solamente en el que no recuerdo mucho, probablemente en algún momento mis manos apretujaron su trasero contra mi cuerpo mientras me montaba, también mis labios celebraron un cóctel sabor salmón entre sus piernas. Y amé el momento, la amé a ella, me amé yo, amé ser yo. 

Finalmente es lo que ella buscaba, la plenitud de mi satisfacción es su máximo placer; sé que soy su adoración. Y dormida junto a mí, como bello ángel, con sus pechos recargados a mi cuerpo, con su aroma derramado en mí, estaba feliz, se sentía plena. Yo lo sabía.

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