Edificación
Hace días que no me ponía a escribir acá, tuve que iniciar el año realizando cierto número de actividades que he venido depurando para mejorar mi calidad de vida; por el momento no hay nada de eso que pueda revelar, pero toda esa información la tengo a propósito anotada en un lugar importante.
Me he puesto una meta de cambio para que suceda durante los próximos tres meses; se logre o no, mi vida está dividida en proyectos. Algunos han sido fracasos catastróficos, otros éxitos inminentes, de todos, como buen emprendedor, he obtenido aprendizaje. Qué hacer y qué evitar, es parte de la experiencia que me llega después de que cualquier plan fracase.
Aprendí a valorar a las personas que se quedan, a pesar de las distancias, a pesar de las habladurías, a pesar de las diferencias; los mejores amigos son los que te dicen la verdad de frente, que no titubean para enfrentarte cuando estás mal, para evitar verte en peores condiciones.
Agradezco como siempre, a toda esa gente que directa o indirectamente ha sido partícipe de mi formación; mis determinaciones nunca van a estar por encima del estima que les guardo, porque como desde el principio he confesado, ellos serán parte del equipo encargado de la construcción de lo que sea que llegue a ser el último día de mi vida, y ya sea que termine siendo una torre, un muro, una casita, un puente, una alberca o una mansión, cientos de arquitectos e ingenieros habrán supervisado la obra.
Es cierto que los materiales son importantes, para eso, la familia representa la materia prima utilizada; la educación, son los aditamentos y terminados que le otorgan calidad a la edificación; de mí dependerá al final si todo lo invertido en mí servirá para elevar la plusvalía de lo que me rodea, pero sujeto toda la vida, a los planos e infraestructura que me permitieron conseguirlo.
Me he puesto una meta de cambio para que suceda durante los próximos tres meses; se logre o no, mi vida está dividida en proyectos. Algunos han sido fracasos catastróficos, otros éxitos inminentes, de todos, como buen emprendedor, he obtenido aprendizaje. Qué hacer y qué evitar, es parte de la experiencia que me llega después de que cualquier plan fracase.
Aprendí a valorar a las personas que se quedan, a pesar de las distancias, a pesar de las habladurías, a pesar de las diferencias; los mejores amigos son los que te dicen la verdad de frente, que no titubean para enfrentarte cuando estás mal, para evitar verte en peores condiciones.
Agradezco como siempre, a toda esa gente que directa o indirectamente ha sido partícipe de mi formación; mis determinaciones nunca van a estar por encima del estima que les guardo, porque como desde el principio he confesado, ellos serán parte del equipo encargado de la construcción de lo que sea que llegue a ser el último día de mi vida, y ya sea que termine siendo una torre, un muro, una casita, un puente, una alberca o una mansión, cientos de arquitectos e ingenieros habrán supervisado la obra.
Es cierto que los materiales son importantes, para eso, la familia representa la materia prima utilizada; la educación, son los aditamentos y terminados que le otorgan calidad a la edificación; de mí dependerá al final si todo lo invertido en mí servirá para elevar la plusvalía de lo que me rodea, pero sujeto toda la vida, a los planos e infraestructura que me permitieron conseguirlo.



Aquí guardo fragmentos de mis días: anécdotas que me han formado, pensamientos que se resisten al silencio, destellos de oraciones que encuentro en los bordes de la rutina.
Escribir, para mí, no es un oficio sino una forma de respirar. Cada texto nace del impulso de entenderme y, tal vez, de reconciliarme con el mundo.
No busco atención o aplausos; solo dejar constancia de lo que alguna vez fui, mientras sigo aprendiendo a mirar con calma.
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