Enseña

"Si el cielo se cae por ti, no hay nada en este mundo que yo no haría"; me gusta la frase, me gusta la canción, me hace recordar lo mucho que la amo, y pensar en el qué y el cómo, el por qué de todo, como si tan sencillo como abrir la boca fuera conseguir lo que uno quiere, pero las propuestas están, y el hacer es consecuente a no dejar nunca de querer, a amar por lo que uno se propone, a trabajar por el crecimiento personal tanto como por lo que uno desea para sí.

Me gustan esas dos palabras aliadas: "crecimiento personal", lo que consiste en observarse a través de un espejo todos los días y ver el hoy en comparación con el ayer en qué hemos crecido, madurar con ello en relación a nuestras debilidades y fortalecer aquello que ya de por sí nos hacía fuertes. Madurar es amarse.

Las personas buscan una explicación lógica a todo lo que sucede en la vida, si no lo pueden percibir con sus sentidos, simplemente creen que no está, que no es, que no existe; cosa que es mentira, y para someter ese ejemplo a un claro juicio hablaré de una palabra que saca lo mejor de algunos y lo peor de otros el solo hecho de mencionarla: Amor.

El amor está ahí aunque no se ve.
El amor se siente aunque no se toca.
El amor huele aunque no aromatice.
El amor sabe aunque no es comestible.
El amor se escucha aunque no suena.

Cada uno de nuestros sentidos interpreta al amor debidamente a como nuestro cerebro quiere hacer con nuestras vidas, regularmente tendemos a ignorar que nuestro cerebro, nuestra lógica animal, por así decirlo, o nuestro instinto, llevan mucha razón en el camino que tomamos en cuanto a decisiones, y tememos aceptar que somos la cosecha de lo que hemos venido sembrando a lo largo de nuestros días.

Amar es importante, es una razón para estar ahí en donde te encuentras, trabajando, estudiando, leyendo, produciendo, haciendo; y anhelar algo a futuro, un futuro cercano al terminar el día, uno medio al terminar la carrera o uno lejano al llegar a la vejez. El punto es que está ahí: Se ama aquello por lo que se hace.

Habrá quienes digan que un amor sencillo y sin complicaciones no tiene sentido, que es absurdo y aburrido amar nada más porque sí; no sé, y realmente no me importa mucho esa opinión, pues a mí me gusta amar porque sí y ya después buscar razones para seguir haciéndolo, porque así funciono, porque mi cerebro se enamora mucho mejor que mi corazón, porque mi vida es ejemplo de lo que el amor puede hacer por alguien.

Y sí, me leí pretencioso y presumido, no quiero que se entienda de ese modo; si menciono "mi vida", es porque no hace mucho estaba apuntalado a un final clásico de incompetencia y mediocridad, como el de la mayoría de seres humanos que no han alcanzado a amarse persiguen tan desesperadamente.

El amarme a mí mismo ha traído como consecuencia llevar una vida pacífica para con mis semejantes, trabajar apasionadamente en lo que amo y por consecuencia encontrar a alguien que me ama. Es verdad, esa es la resolución a la gran duda universal de los hombres que yo mismo tuve durante tanto tiempo: "¿Cómo consigo que alguien me ame?".

El amor es el significado de una vida plena, dichosa y agradecida con Dios por lo que uno es, tiene y ha recibido.

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