La Vida Adulta

 Hoy desperté más temprano de lo que hubiera querido, a las cinco. Lo primero que hice fue ponerme a transferir, realizar pagos, declaraciones de impuestos, repartir el dinero. La vida adulta es así: esperar a que nos caiga un poco de dinero para abonarle a los costos de vivir, entre salud, servicios y responsabilidades.

Pero no vine a hablar de eso en particular. Ha sido una semana tranquila en el trabajo; a pesar de estar on call, no hemos tenido muchos incidentes que revisar ni llamadas interminables que atender. Todo ha sido más del lado del monitoreo.

No sé si ya lo había mencionado, pero el proyecto en el que estoy no va más. Decidieron cortarlo de tajo. En algún punto me sentí responsable, como si alguna culpa fuera mía en esta movida comercial de negocios. Obviamente, nada más alejado de la realidad. Mis tareas no son tan cruciales dentro de la jerarquía del servicio, y la decisión viene como consecuencia de cambios en la estructura corporativa de la compañía.

Eso sí, nos advirtieron que no todos nos veremos afectados, aunque ya ha habido despidos. Según mi jefe local, recortaron accesos a quinientos empleados. Si no logran acomodarlos en otros proyectos o cuentas, tendrán que ser dados de baja. Por eso él hace todo lo posible por saltar del barco antes de que se hunda. No lo juzgo; yo, por mi parte, prefiero no preocuparme más de lo necesario.

Me gusta mi trabajo. No me pagan mal, y la ubicación de la empresa en relación con mi casa es espléndida. En general, hay muchos beneficios que me hicieron preferirla en comparación con mejores ofertas económicas. Es cierto, no gano tanto como podría en otros lugares, pero a cambio vivo a dos calles de distancia, los espacios son cómodos y las prestaciones te hacen sentir tranquilo.

Si mañana despierto y me dicen: “Ya no tienes trabajo”, sería un golpe duro a mi realidad. Pero uno que ya he vivido antes, y en condiciones mucho peores, con jefes muertos de hambre de empresas patito que se disfrazan de empresarios por debajo de la ley. Aquí las cosas son distintas, más formales, y eso me da cierta calma antes de cualquier evento tormentoso.

Lo que me encantaría, claro, es que me coloquen pronto en otro proyecto, porque la incertidumbre está ahí. Si no fuera así, no estaría hablando de esto. Por ahora trato de mantenerme dentro de mis cabales y tolerar los últimos días del proyecto con los pies bien puestos en el piso.

Supongo que eso es crecer: hacer lo que toca, incluso cuando el rumbo no está del todo claro. Seguir, con la esperanza de que las cosas se reacomoden, igual que el sueño que siempre regresa, incluso después de una madrugada agitada.



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