Lujurioso

Estaba pensando en ti, así es, yo y mi maldita manía de pensar en estupideces. Desde que te conocí no hice otra cosa más que fornicarte una y otra vez en mi mente, sabía que era un placer tenerte cerca, pero lo llevaste al límite cuando me pediste que te tocara, liberaste mi bestial y lujurioso deseo por ti.

Me da gusto que te encuentres lejos, me daría mucho mayor saber que algo te hará imposible volver a verme por el resto de nuestras vidas, pues soy un egoísta, no me gusta que aquello que me atrae se pase de mano en mano, cual plastilina en jardín de niños, o una mascota entre hermanos.

De haber sido suficientemente inteligente nunca te habrías alejado, pero no, amas ser idiota y distraída, y no te culpo, de esa forma más de uno se metió en tu vida, y no se diga en tu cuerpo, que parece más ahora que antes una vieja y conocida cantina. Tipos horrorosos de aspecto te visitan cada día, y tú, dándote gozos temporales sin entender que firmas con sangre tus futuras pesadillas.

Fomenté en mi mente cada uno de tus atributos como lo mejor que hube experimentado conocer en mi trayectoria de vida; y si bien es cierto que existen alrededor piezas artísticas, que me dijeras que en mí confías me llevó a poner en las nubes los buenos deseos que para conmigo tenías (tal ridiculez me sigue pesando ahora que conozco tu hipocresía).

Ser sincero me motivó a entregar lo que en mí poseía mayor valor, mi amoroso corazón; que lo devolvieras desmenuzado, escupido y pisoteado deja en entredicho lo malo que fue por ti haber perdido la razón; pues eres humano, lo comprendo y como todos fallas, pero mentir solo por el gusto de hacerlo es no tener nada de agallas.

Te he sido honesto en cuanto a la opinión que respecto a tu pareja actual tengo; quiero que se muera, lo sabes, que padezca en el infierno, que sus intestinos sean esparcidos en un basurero, que los perros se lo coman entero, que se vaya su imagen de mi mente es lo que pretendo. Borrar hasta el último de sus alientos.

Obviamente no lo planeo hacer, mis manos, ojos, oídos y mente tienen la capacidad de lograr esa singular proeza; pero no lo merece, mejor escribir con rabia el disgusto de saberle cerca de ti con certeza, y ya, que en mi mente muera día con día a cada proceder de mis letras será mejor para todos, hasta que los siete párrafos al día, durante las ocho semanas de acción sucedan.

Le detesto, y te detesto más a ti por no haberme dicho las cosas en la cara directas, por no tener valor y moral para enfrentar tu propia y vana palabra, ¿qué más se podría esperar de una pretenciosa niña mimada? Y decir que te pensé real, que te creí sincera, que te imaginé íntegra, y en algún momento completa. Espero que sufras la agonía lenta y desquiciante que a mí me aflige por ti cada día, que se junten todas y a una te lleguen acabando con tu osadía.

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