Plato

Ser el segundo plato de alguien es lo mismo que funcionar cual bol vomitivo; así podría describirme desde el principio, como alguien que acepta no rendirse ante el hecho de saber que existe alguien con mucho más valor y calidad que yo para los ojos de otra persona.

La verdad es que sufrir por eso es en vano; nadie es perfecto si se le ve en torno a sus imperfecciones, todos somos enjuiciables y todos miserabilizables, pero también prescindibles; nadie hay, n siquiera uno solo, que pueda jactarse a sí mismo de no haber sido enviado al hoyo, a la hoguera, a la desesperanza, a la zona de desprecio, a la celda, al olvido.

Estoy escribiendo demasiado hoy porque me sobra energía para hacerlo, me sobra motivación y me sobran ideas; me sobran miedos también y me sobran las neuronas que no dejan de pensar en lo dichoso que pude ser sin serlo al volverme un plato de segunda mesa, una escoria más, un sobrante en el camino, escupible, desechable, basura prominente que se queda en el pasado.

Los sucesos en mi vida tienen una línea en función de sus objetivos; no es la primera vez que me hacen sentir innecesario; tampoco es la primera vez que me veo a mí mismo al espejo aceptando que de compararme con otros, honestamente no funciono como debería.

El dinero, la actitud, el aspecto, el aroma; todo se vuelca en escenarios de terror cuando no puedes demostrar que una verdadera esencia es y siempre será. Me causa mucha angustia la miseria en soledad; el saber que puede ser que algún día las personas me vean revolcándome en el suelo del desprecio.

Cuando vives de éste modo, creyendo que tal vez un mañana no exista: Un par de abrazos el último día de vida pueden significarlo todo para ti.

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