Mirel

Hace un tiempo conocí a una de las mujeres de precioso cuerpo para mí y una personalidad sugerente y excitante desde el comienzo. Fue durante mi estadía en la prepa, en mis primeras participaciones en las fugas de dicho lugar corría a una plaza comercial, específicamente a una tienda de productos en piel en la que la guapa Mirel era quien atendía.

(Considero que ella fue de quién me enamoré y con quien aprendí a contemplar de una manera distinta el amor, ya habiendo dejado al mismo tiempo de ser el niño enamoradizo de mis compañeras de clase de primaria o secundaria, a quienes con cariño puedo recordar siempre: Paty, Susy, Tikis, Mony, Lau o Yera.)

La inteligencia y hermosura desde entonces se volvieron apetecibles atributos en una dama para su servidor; la dama en mención medía algo cerca de un metro con sesenta centímetros. Tal vez su engañoza estatura pueda no resultar tan atractiva, sin embargo, he de mencionar que su cuerpo era suficientemente curvilíneo para hacerme pensar un buen rato en ella. Solía ir en el salón de mi mejor amigo en la secundaria; de ahí me agarré para empezar a conversar. Así una y varias veces me fugué de clases solo para visitarla... Hasta que me dijo: No quiero que pierdas el tiempo conmigo, puedo ser tu amiga, pero no me interesa absolutamente nada más de ti. Quiero confesarte que, de hecho, me atraen las mujeres. Y bueno, en ese punto exacto terminó el cuento.

De ella entendí mucho a las damas, y de ella supe que la clase de mujeres que me atraerían no serían el clásico estereotipo universalmente aceptado, de eso estoy feliz. Incluso sabiendo que después de varios años algunas de las características que me gustaban entonces me siguen gustando hoy. Lo sé porque he podido volver a verla, a lo lejos, felizmente casada y siendo madre de un par de niñas. Un merecido final feliz para su relato amoroso.

// Lo escribí el 16 de Marzo de 2008.


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