Scheerea X

— La plenitud de mi imagen deseosa contra lo que tengas que suponer para llenarme de tu sensualidad Scheerea es lo que me hace volver a ti cada que me siento en medio de una decisión compleja. Y es que, como bien sabes, el esperar paciente ha tenido que convertirse en parte de mi diario vivir. ¿Recuerdas a Mooshie? Solo puedo agregar que me encanta. Lo sé, apenas la conocí y la hice parte de mi vida. Pequé algo en eso, supongo, y tú supones bien, lo mejor es hacer las cosas con tranquilidad que se resolverán a sí mismas en cualquier momento. ¿Y qué dices tú, ya no me quieres?

Hoy, como nunca, Scheerea no ha dicho ni una palabra. Para muchos sería la mujer perfecta, ya que está recostada desnuda, a centímetros de mí observando mis ojos y cargándome de su libido. Está claro que la forma en la que llevamos esta relación a flote no es muy sana que digamos, puesto que solo la encuentro cuando yo quiero, y ella está queriendo todo el tiempo.

En lugar de alejarse o negar con la cabeza, mientras el fulgor de su roja cabellera se deslizaba por los hombros trepó una pierna en mi costado, acarició con dos de sus dedos mi hombro y le diminuto beso en asistencia a mi pregunta. Ustedes no lo saben, pues nunca se los he contado; pero a esta distancia, es posible ver la perfecta y lampiña piel blanca de mi linda hada.

— Entiendo que no tengas deseo de expresarte; pero no te sientas suplida por alguien más. Tú tienes una forma de potenciar mi personalidad y derramar mi testosterona que a mi parecer ninguna otra dama sería capaz de igualar. Y siendo honesto, me gusta que seas tú la que lo hace; ya que necesito liberar a la bestia en mi interior solo con alguien que sea suficientemente diva y poderosa como para evitar sentirse culpable. Me gusta que seas en tu naturaleza una dama sin censura, con alto grado de deseo y amor por ti en sobremanera; que no conoces complejos y conmigo explotas completa, hasta volcarte una fuente de éxtasis que supone uno de los más maravillosos gozos que he podido experimentar.

Tomando mi mano, y continuando en calma sin mencionar palabra la colocó en medio de sus pechos; invitando a identificar su emoción con el palpitar gustoso de su corazón. — Una delicia.— Le dije. — Me agrada que lo seas, lo aceptes, lo admitas y lo disfrutes conmigo.— Y comencé a besar su cuello y oler su cabello entre mis dedos mientras su respiración se aceleraba.

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