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El romance termina al la oscuridad de la noche apoderarse del sitio,
las manos inquietas temblando y la respiración se agita, 
se desvanece la sensación de permanencia,
quedando únicamente la subsistencia.

¿Quién es y por qué persiste encontrarse conmigo?
El amargo sabor de la desgracia agobia mi lengua,
la introspección ha dado malas referencias de lo que sucede,
me quedo ciego, estragos de derrota tengo a cuestas,
el rojo de su mirada avanza cuanto puede.

Somos capaces de encontrarnos con entes extraños al claudicar,
respirar profundo es solo uno más de los síntomas ante la desgracia;
ella a penas tenía veinte años, yo no lo sabía,
me he convertido en el monstruo al que temía en la infancia.

A pensamientos retorcidos es tiempo de hacer cambios,
el sabio se expresó de mí tan mal como quiso hacerlo;
lo siento mucho querida, te colocaste en mi camino,
eres mi divina presa, el bocadillo a punto de conocer su destino.

Los facciones de la hermosa víctima emanaban desencanto,
no es ahora tiempo de claudicar en busca del decoro,
llegué aquí a devorarla y hacerla mía, es lo que ella aceptó;
mirando las marcas en su piel, la inocencia que cambió por oro.

Mi lengua surcando las hendiduras en su espalda;
ahora sin moverse, en un principio se burlaba,
¿quién le hubiera dicho que nunca lo intentara?
Delicioso botín que a mis pies al comenzar estaba.

No hay amor que valga aunque quisiera huir; 
le hice ver que hay pasión que demasiado cuesta,
hay placer que hiere y dolor que sacia.
Sobretodo horror que su inerte aspecto nuestro entorno infesta.