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Si no escribiera, me pasaría de todo. Me enfermaría en el proceso, me olvidaría de mí. Si no escribiera, estaría muerto hace mucho, me habría suicidado o vuelto loco, tal vez no habría estudiado, quizá andaría en las calles tirado. Si no escribiera, se acabaría el más maravilloso arte en mí, dejaría de pensar en ti, dejarías de importarme tanto, probablemente te habría asesinado, posible es que te hubiera olvidado.

Por eso escribo, por temor a dejar de ser yo y moldear mi pensar fuera de lo que desde mis orígenes pienso; porque quiero mantenerme al margen de las personas que destruyen vidas, de las cosas que infectan emociones, de las tentaciones que difuminan relaciones.

Escribo por mi ardiente deseo de saberme vivo ante mi propio yo, porque mi identidad secreta es inmensamente cursi y pasional, tanto que sería mal visto en nuestra superflua y vanidosa sociedad; escribo porque hace mucho aprendí a pensar en diferentes perspectivas de introspección, a analizar tan profundamente en variados niveles la propia personalidad del ser.

No soy lo que escribo siempre pero siempre soy el que escribo; al igual que conforme pienso siempre no hago aunque hago siempre conforme pienso. Los nexos textuales entre mis paradójicas hipótesis son intelectualmente un avance en cuanto a la estructura evolutiva de mis oraciones; puesto que se declaran a sí mismos como contextos impropios de mis propios designios de libertad de expresión.

El funcionamiento de mi mente está tan actualizado y revolucionado, que la falta de redacción, literatura y puesta en marcha, la ausencia de movimiento constante y cambios de aceleración, no sé si provocarían un bloqueo, más que eso pienso que sería una explosión de ideas que al final resultaría en demasiadas víctimas de mis dardos cínicamente intelectuales y poco comprensibles.

El anonimato entonces es una decisión solemne, tomada de ante mano por el sencillo juicio de no querer desanimar a otros, por el saber consciente de que el universo y sus verdades están ocultas a ojos vanos, y por recuperar paciente la esfera incremental de datos en mi interior que un día será estimada y por aquellos más eruditos levemente comprendida.

Así funciona la mente del maestro, tengan cuidado de no comprenderse a sí mismos en el intento; utópicamente los han formado, irónicamente los han educado, sarcásticamente los han movido, espantosamente los han forzado, trágicamente los han hecho creer que son lo que son por decisión propia.

La verdadera belleza en la potencialidad cerebral se encuentra oculta en la percepción sincera y completa de los escenarios vitales; por cuanto no depende de otros medios el ser para quien a sí mismo se valora completo.

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