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Todo se va, todo termina algún día, todo muere, todo se pierde, todo pasa a segundo término, todo se marchita, todo se vuelve un afán, una pena, una enfermedad, un parásito, una escoria, un pesar, un lamento, un suplicio, un llanto, un abismo, un horror, un pánico, una guerra, una peste, una depresión, una pandemia, una extinción, una lucha, una caída, una derrota, una miseria, un fraude, una mentira, un despojo, una vanalidad, una superficialidad, una insignificancia, un mal, un error, un lío.

¿Qué puede hacer un hombre en su mínima calidad existencial para evitar el suceder ordinario de las cosas? Nada, simplemente observar, esperar, aceptar y continuar.

 Había querido desde hace nucho escribir historias que rondan mi mente, habría incluso en su momento soñado en dedicarme a eso, a ésto; a la práctica constante de la impresión de ideas que convertidas en texto fueran distribuidas sobre diversos medios; ideas que en su momento cada una de ellas ha oscilado la gloria y fortuna de mi maravillable creatividad de niño.

 Es oportuno aceptar que lo que soy nunca lo hube imaginado; la persona en la que me he convertido no se acerca ni un poco a quien quise ser de pequeño. "Taxista", le dije a mi madre aquella tarde de verano en la que rondando los ocho años respondía con toda convicción ante la cuestión de mi futuro oficio propuesta por mi madre, pues quería que mi padre nunca dejara de ser la parte beneficiada con mi suceder a la adultez.

 Hoy por hoy me he dado cuenta, no solo de que extraño su cariño y amor, su cercanía y sabiduría; sino que a mis gentiles progenitores que brindaron todo lo que hubo a su alcance para mi situación actual les debo mi vida entera.

 Sé cuándo es que hay que empezar a ver el siguiente capítulo, a pensar, analizar y actuar con lujo de consciencia en pro de lo que nos espera adelante.

Y si bien es cierto que soy un tanto más pleno en bendiciones y dichas que lo que en aquel momento advertía, también he comprendido la fuerza de los lazos que me unen a las maravillosas personas que han hecho mi estadía posible.

Ahora empieza mi turno como cabeza de león, y nunca jamás he de rendirme ante el mar de objeciones que me presente la vida.

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Todo se va, todo termina algún día, todo muere, todo se pierde, todo pasa a segundo término, todo se marchita, todo se vuelve un afán, una p...