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 Antes que nada, feliz inicio de año. Lo sé, lo sé, en años pasados le puse mucho énfasis a propósitos o buenos deseos; pero ya saben cómo va la cosa, conforme uno crece se vuelve más sincero(?) o al caso, menos cirquero. Mientras hay quienes buscan cada vez más ser centro de atención con la finalidad de crecer social y económicamente, uno está aquí, tranquilo, produciendo, saldando pendientes lentamente, recuperándose de los golpes de realidad y un sinnúmero de circunstancias.

Pero bueno, ya estando acá les cuento un poco; para este año, reformulé mis propósitos de tal manera que a cada mes me sea posible cumplir uno, así para enero, tendría aquel que considero más sencillo, mientras que para diciembre aquel que me parece requerirá del esfuerzo de más tiempo. He de mencionar que durante todo el año habrá que trabajar para que lo propuesto se consuma; y lo que es más importante, que cada uno de los propósitos tiene un enfoque específico, habiéndolos desde los más personales (razón por la que no planeo publicarlos) hasta los más intrépidos.

Iniciar un periodo de retos autoimpuestos no tiene que ver con el calendario, eso está más bien vinculado a la forma en la que uno interpreta sus propios ciclos. Por poner un ejemplo, a mí me gusta utilizar las semanas como una forma de medir mi desarrollo; hay semanas buenas, semanas regulares y semanas malas, en las que se logran los objetivos y en las que no. Si he estado organizado y cumpliendo con constancia mi "trabajo", esa semana será sin duda una en la que pueda felicitarme el último día y decir: "Se logró". Pero hay otras en las que por el motivo que sea, solo me veré a la cara frente al espejo y con un poquito de prejuicio (por llamarlo casi de una forma irónica) pensaré: "Ni modo".

Desde hace años que empecé por este camino tuve que abandonar el ímpetu de andar por la vida peleando contra otros y me enfoqué únicamente en combatir contra mí, definitivamente ha sido algo que me ha traido un montón de aprendizaje, pero reconozco que pude haber sido más misericordioso. Y todo este asunto de los propósitos, el trabajo en la mejora de actutud para conmigo mismo, el agradecimiento continuo vienen de la mano de una verdadera sensación de envejecimiento intelectual.

Mientras que años atrás veía una publicación, escuchaba una opinión o me enfrentaba a una decisión y me hervían las ganas de evidenciar lo obvio, por cínico que a veces pareciera; en la actualidad soy más alguien que aunque mantiene un pensamiento crítico, lo hace desde una perspectiva empática y generalmente silenciosa. Eso en definitiva me ha ayudado a crecer emocionalmente, a no ser presa de la manifestación de opiniones que hieran a la primera (sobretodo con aquellas personas de piel más sensible), pero también a incrementar el estima que siento por los que me rodean y el valor por estar consciente de que cada día ellos mismos se esfuerzan en establecerse como una mejor versión.

En suma, gracias a la autopercepción de la realidad, al estoicismo, a la historia, al amor propio, a la empatía y un poquito al cinismo, la realización de que mucho de lo que me rodea es prácticamente imposible de mejorarse, y que debería de estar trabajando continuamente para mí mismo, en lugar de dejar que un ego rebosante se apropie de mi opinión deseoso de causar un beneficio utópico al entorno (y relativo, dicho sea de paso), puedo reconocer que en esta carrera, mi competidor principal es el ego, y nadie más.



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