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Esa sutil y diminuta línea que separa una personalidad arrogante y egocéntrica de una espléndida y alivianada, ¿qué será mejor? ¿Mostrarte a otros de modo que estimen en ti solamente la bondad, la hermosura y la belleza pero al primer error, tropiezo o fracaso, vean con una enorme sonrisa en sus bocas la manera en la que te desmenuzas entre horrores?

Así es, vivimos en un mundo de superficialidades, repleto de gente mostrando sus mejores formas, cuidando ante todo la apariencia; pero en su interior cómo están, ¿serán tan dichosos como presumen? Me alegro de saber de antemano que no, que guardar un aspecto es tan o más cansado que aceptar la vida como se presenta; y si a eso le tenemos que agregar el hecho de que por lo general esa gente no tiene hacia dónde ir ante la vida, bueno, ya historia les termina dando un revés de aquellos de los que no se levantan.

Entonces, ¿es bueno conservar una postura ante la sociedad? Creo que sí, y al mismo tiempo que no, todo depende de qué estemos hablando. Las poses son solamente eso, una enorme mentira en la que hacemos caer a quienes nos observen; sin embargo, en la de que somos imperfectos, por qué no hacerlo de modo que no quedemos siempre bien, siempre sobresalientes, siempre como puntos de referencia, ¿qué de malo tiene mantener distantes las miradas de nuestras vidas, actividades y acciones?

Ser solitarios no es bueno, o quizá pocos estén suficientemente preparados para asimilarlo con placer; pero estar en la búsqueda constante de aceptación es lo peor que podemos hacer, el cómo nos vemos queda mucho más abajo de la escala cuando no somos suficientemente cabales para amar cómo nos sentimos, sin necesidad de gritárselo al mundo, de al vaivén de la música que tarareamos en nuestras mentes bailar, o sonreír cual adolescente frente a su primer amor.

Podemos existir con sobriedad, inteligencia, sabiduría, benignidad y gozo, sin buscar hacer mal a los demás, sin permitir que otros interfieran con nuestra paz interna; sin alejarnos de las personas que nos rodean, comprendiendo que la imperfección es parte importante en cada uno de nosotros. Sin afán de cambiar a otros, haciendo lo posible por mejorar en nuestro propio andar lo que a nuestra capacidad y deseo sea posible y plausible.

Vivir y dejar vivir, ese es un mantra sabio. Trabaja en ti, contigo, para tu bien, para tu futuro, para tu presente, para sanar, para restaurar, para recuperar, para permanecer, para producir, para bendecir y para alcanzar. Que quienes estén contigo el día de mañana sean capaces de ver lo que tú ves en ellos también, honestidad y genuinidad. Que seas legítimo para quien se interesa en permanecer cerca de ti. Y seas también benevolente para con quienes están dentro de tus círculos más cercanos. Eso hace al mundo un lugar mejor.

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