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Voy a decirte que sí, pero la neta no volveré a intentarlo.

Voy a regalarte lo que quieras, y al mismo tiempo alejaré de ti mis pasos.

Voy a evitar incomodarte, para poder cavar mi escape.

En algún punto de su vida el redactor entendió que no se trataba de pelear, atrapar o trabajar hasta el cansancio y dejó que la conexión interna con el arte hiciera lo propio. Ya había cedido ante el desprecio ajeno, estaba en un punto bajo de su viaje, pero ahí seguía, a pesar de todo, escribiendo.

Si se tratara de demostrar que soy bueno, –se decía–, seguramente fracasaré de nuevo. Si la vida fuera acerca de conseguir mis sueños, –replicaba–, probablemente nunca consiga siquiera describirlos. Si acaso importara cada letra que mis pensamientos plasman, –pensaba–, después de varios millones, tal vez consiga ser leído.

Pues no es así, la negatividad haciendo acto de presencia desde el primer minuto de este nombrado "nuevo ciclo", cual por cierto, he de confesar de paso, no me ha parecido en nada distinto a un jueves cualquiera, fastidia de formas inimaginables, presionando la llaga.

Algunos de mis alumnas de secundaria con su atenta personalidad de niños, me abordan interesados para enterarse de qué es lo que me sucede. "Nada, un poco, algo, todo, no tengo idea". Mis réplicas una más evasiva que la anterior, ¿y si la música fuera capaz de convertirse en mi salida? ¿O tal vez contar una vivencia del pasado me sirva como tangente?

Me gusta escribir, así, en seco, franco, y a veces diferente, intercalar poemas y textos narrativos con honestidad impresa; pues al final, todo artista busca cada día la atención de su musa, por inalcanzable que sea. Pero uno que la herramienta que utiliza es la palabra, o bueno, un servidor al menos, una y otra vez encuentra formidables los atributos en su camino, anhelando estar metido en todas partes y al mismo tiempo, en ninguna, pues si las divas de mi historia tuviera la astucia de enumerar, desde mi abrir de ojos, hasta el doble de los días que llevo transcurridos sería la cantidad actual.

Es muy sencillo poner palabras que hablen del amor, de lo formidable que es el viaje al "fueron felices para siempre", lo complejo es estrujarte el corazón y con lágrimas de impotencia, entre los "te amo", "te extraño", "nunca voy a olvidarte", "siempre estaré para ti" y "eres lo mejor que me ha ocurrido" aplastando cada fibra nostálgicamente, declarar que seguimos en pie, dispuestos a aceptar lo que llegue.