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Y no escribes, no meditas, no te relajas, no duermes, no piensas con frialdad, no levantas proyectos, no avanzas, no reaccionas, no te cuidas, no regresas a trabajar, no abandonas la zona de confort, no respiras, no aprendes, no inviertes, no vives.

El año actual ha sido comparable a un descenso empinado en la montaña rusa, donde lo único hasta mis gritos son inaudibles; hay cosas que no deseo, como alejarme de mi familia y proyectos que pudieran generarse aquí. Pero seamos sinceros, sin energía ni concentración, de poco o nada sirvo; los acontecimientos recientes y los pésimos hábitos, además del horroroso calor lo único que hacen es que mi interior ruegue por alejarse y le permita sanar; pues es noble, valiente y funcional, recíproco cuando lo trato bien.

Hay cosas que las palabras no pueden expresar, como mi ansiedad por retirarme de este ambiente que me afecta cada día; mis papás no me comprenden, una o dos veces se hacen sordos con la alimentación, esperan a que se me olvide, y volvemos a los mismos vicios... Pero no, eso no significa que los esté culpando, ellos vienen de una formación nutricional de la que difícilmente van a salir, los gustos tradicionales están por encima de cualquier perspectiva de salud, aunque reitero, no es en absoluto su culpa.

Soy yo el que no puede contenerse, soy un adicto rodeado de los placeres que enriquecen mi adicción; alejado de los fundamentos y las fortalezas que vivir por mi cuenta me traen consigo; tampoco he de mentir en el hecho de que estoy preocupado y la ansiedad me ataca con más frecuencia que de costumbre. El exceso de futuro, la responsabilidad de no saber si tendré dinero para desayunar mañana en caso de estar por mi cuenta me aflige, pero es un tormento que debo de enfrentar solo, no cuento con ellos lamentablemente; sus preocupaciones están colocadas en tener algo sobre la mesa, dentro del refrigerador y en cada una de nuestras barrigas.

Lo anterior tampoco es malo, desde su perspectiva hacen lo posible por mantener a flote un barco; un barco que de haberse construido distinto desde sus inicios, tendría hoy la fuerza suficiente para mantenerse solo y aguantar tantos viajes como le fueran requeridos. Ni hablar, entré a jugar con un nivel de dificultad mayor a otros, lo reconozco y acepto; ahora yo soy el que quiere tener la capacidad de trabajar por restaurar el medio de transporte, y quiero que sea un avión, un auto, un yate, un tren bala, una transbordador, o lo que sea que se necesite para continuar creciendo.

Obviamente tengo miedo, estoy aterrado ante la inminente posibilidad de verme rodeado de enfermos, en un lugar donde no conozco a casi nadie, donde no puedo correr a esconderme a un sitio seguro y reconfortantes; pero es el único camino que veo factible para recuperar mi salud. Porque al final, todo lo que que quiero hacer y no consigo, las situaciones a las que hice alusión al inicio de esta entrada, toda esa frustración acumulada y la constante sensación de mediocridad e ineptitud, no son más que los síntomas de la enfermedad hablando.