Seguir Respirando
Mientras caminaba hacia la casa anoche, revisando mi "fin de semana" me daba cuenta de que hay demasiadas cosas que puedo automatizar en mi diario vivir, y sigo, por alguna razón dependiendo de mi memoria, de mi contexto, de mis habilidades para tomar decisiones.
Entre lo que analizaba, resulta apremiante y al mismo tiempo insultante no saber hacia dónde voy, o hacia dónde se mueve lo que me rodea; el entorno siendo fruto de microdecisiones que incluyen más que simples patrones. Y yo, desconectado, de alguna forma pensando solo en lo vacío que a veces me siento, lo "sin chiste" que puede verse la existencia, y sin embargo, experimentando una inminente necesidad de pertenecer, por el amor a lo que me rodea, aunque sea casi insignificante, para mí tiene todo el sentido del mundo.
Los órganos internos necesitan atención, es crucial ejercitarse, eso lo comprendo. También lo intangible necesita ser bien tratado, he estado pasando por semanas muy complicadas, en las que mis pensamientos se contradicen más seguido de lo que deberían, en las que la duda me invade, en las que mis propósitos descansan en opiniones ajenas cuando no deberían. Mi intención final es alejarme tanto cuanto pueda del ego y aprender a disfrutar lo que sea que me toque, pero no es sencillo; menos en un mundo repleto de superficialidad donde cada cual quiere ser el protagonista de una historia épica. Yo solo quiero vivir.
Pero cuál es el mérito de creer en uno mismo cuando el cuerpo se siente cansado de intentarlo; y la mente se obsesiona con boicotearnos. La energía no va más, ni las ganas, ni el ímpetu, ni las corazonadas; se vive bajo demanda, como las series de Netflix, por temporadas y episodios, quedando a expensas de lo que la audiencia decida para nosotros. Dependemos de rating para destacar, y si somos ignorados, terminamos cancelados, sin hacer ruido alguno.
Ser cancelado a penas en el primer intento podría sentirse como un drama, cuando no lo es, es una sátira. Enfrentas tus monstruos cada día y para colmo de males tienes que contenerlos y someterlos a la voluntad de multitudes, para que no destruyan una imagen, una opinión que no te importa, de gente que de verdad no te trasciende. Por dentro esas luchas constantes, esos conflictos, terminan mermándote, volviéndote un guerrero que ve el resto de habilidades, trabajos y hábitos como algo convencional, banal, simple.
Entonces termina repercutiendo en tu propia percepción del ego, si tú mismo estás consciente de tu ínfima significancia, cuánto más debería serlo el exterior. Te concentras tanto en lo valiosísimo que existe dentro de cada alma, que lo que se ve, lo tangible, lo que se agota y extingue, pasa a un segundo plano, al plano de la podredumbre, del desperdicio y la fatuidad. Todo se vuelve tonto, absurdo, rebuscado, repetitivo, descartable.
Quizá ahí radique la verdadera tarea: no en conquistar la atención ni en domesticar las dudas, sino en aprender a sostenerse en medio del vértigo, en reconocer que incluso la mínima chispa de autenticidad vale más que cualquier escenario prefabricado. Tal vez mi lucha no sea contra el mundo, ni su superficialidad, sino contra la tentación de rendirme a su molde. Y en ese instante, mientras me miro desde fuera, decido seguir respirando con calma, caminar sin aplausos, cuidar lo invisible y avanzar —aunque nadie lo note— hacia un lugar donde la vida deje de ser temporada y empiece a sentirse eterna.
No hay comentarios.
Publicar un comentario
Se agradecen tus comentarios.