Privilegios

¿Es verdad que la vida de alguien se puede resumir en trabajar, pagar deudas y sufrir en consecuencia? Durante años, he visto que esa premisa se encuntra presente en la vida de personas de clase media hacia abajo como denominador común, lo cual es una tristeza, pero una realidad que nos rodea. Quienes viven privilegiados, difícilmente se enteran de lo que ocurre acá abajo, y eso que, desde mi perspectiva actual, el pensamiento queda sesgado cuando intento ver hacia arriba o hacia abajo de la escala.

Lo que nos toca es trabajar, producir, crear, soñar y esperanzarnos en que la vida y los malos hábitos no nos destuyan antes. Siendo sincero, por mucho que lo intentemos, llevamos a cuestas un montón de responsabilidades y presiones, y no nos queda de otra que exigirle al pobre cuerpo y mente que no desfallezcan; renovar los votos para con ellos y recordarles que los amamos, cada día. Hacer lo que esté al alcance para sanar, ignorar el odio y la maldad proveniente del exterior y enfocarnos en lo que estamos construyendo.

Es verdad que algunos nacen privilegiados, no es culpa de ellos; la inmensa mayoría carecemos de privilegios, y durante la infancia y adolescencia no hacemos otra cosa que compararnos con nuestros vecinos o amigos cercanos, que si ellos tienen uno céntimo porcentual más que uno, a nuestro panorama, ya la llevan de ganar. Combatientes y enfrentándonos con quienes, tras la óptica de la gran escala, se encuentran exactamente en el mismo puñado de arroz que nosotros. No lo entendemos. No lo vemos.

Dejar de pelear contra personas y empezar a hacerlo contra ideas y preceptos involucra un cambio de mentalidad importante. Porque ves más allá del ego. No es quién te hace daño, sino qué motivación tenía para hacer lo que hizo. No es por qué tiene esa actitud contra ti, sino por qué existe esa actitud en el Universo. Y así podemos seguir, enumerando miles de cosas banales (que a los ojos de la mayoría sean malas), transformándolas en lo que de verdad son, un subconjunto segregador.

Estamos constituidos para socializar y crear vínculos fuertes, para procrear y dispersarnos como especie; y sin embargo las banderas actuales de provocación tienen el firme propósito de dividir, sesgar, limitar y diferenciar. No existe como tal el concepto de clase social, es en sí mismo una imposición estructural para etiquetarnos como animales de granja. ¿A poco crees que hay diferencia entre percibir mil o cien mil pesos mensuales a los ojos de quienes hacen mil veces eso? No, somos lo mismo, un puñado de gallos peleando hasta la muerte mientras esa gente se divierte por ver cómo nos destrozamos.

El grueso de la sociedad está ahí, inmiscuido en tiendas departamentales haciéndose del calzado de moda a precios exorbitantes o la taza de café que cuesta el salario semanal de alguien que está ubicado en el mismo segmento que uno, quizá un poquito más abajo solamente. La ironía es que mientras algunos buscamos apreciación y envidia por quienes se encuentran igual de jodidos que nosotros, a quienes de verdad tienen, les importa un bledo cuánto consumen, y se enfocan únicamente en producir a sobremedida.



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