Travesía
Desde que tengo memoria, siempre me he considerado un apasionado de los hechos, por eso es que si algo me engancha es muy difícil que me desarraigue; puedo tardar el tiempo que sea necesario para verlo convertirse en realidad, y no me malentiendan, no es una simple obsesión, sé reconocer las cosas cuando son imposibles o inalcanzables, eso también es parte del realismo (a veces demasiado honesto) que he desarrollado. Dejé de creer en la magia o en las cosas que surgen solo porque sí, mi credibilidad está basada en situaciones reales que han impactado o tocado mi vida. Por esa razón también me resulta un reto enorme cuando he de cambiar una actitud, algo que haya formado parte de mi estilo de vida, o siquiera dejar de lado una actividad secundaria; es ahí a donde quería llegar, ver series me cuesta mucho trabajo no porque me disgusten, sino porque no quiero dejarla a medias y utilizo casi cada instante que puedo para avanzar, lo mismo sucede con los juegos de video (por eso preferí quedarme en el rango de jugador casual), y la lista podría continuar...
Ser apasionado me ha abierto las puertas al mundo de la lectura, a la apreciación fílmica, al análisis social, al deseo continuo de aprendizaje, a la autocrítica, a la experimentación multisensorial, al reconocimiento y la aceptación de mis límites y responsabilidades. Y todo lo anterior cada vez me deja más claro lo ínfima e insignificante que es la existencia, en la que sin embargo aquí sigo, tratando de dar mi mejor sonrisa al espejo cuando me veo cada mañana, animándome a no abandonarme a la suerte nunca más, pues el amor propio es sin duda lo único que nos mantiene a flote cuando atravesamos por las peores tempestades de nuestra travesía.
Ser apasionado me ha abierto las puertas al mundo de la lectura, a la apreciación fílmica, al análisis social, al deseo continuo de aprendizaje, a la autocrítica, a la experimentación multisensorial, al reconocimiento y la aceptación de mis límites y responsabilidades. Y todo lo anterior cada vez me deja más claro lo ínfima e insignificante que es la existencia, en la que sin embargo aquí sigo, tratando de dar mi mejor sonrisa al espejo cuando me veo cada mañana, animándome a no abandonarme a la suerte nunca más, pues el amor propio es sin duda lo único que nos mantiene a flote cuando atravesamos por las peores tempestades de nuestra travesía.



Aquí guardo fragmentos de mis días: anécdotas que me han formado, pensamientos que se resisten al silencio, destellos de oraciones que encuentro en los bordes de la rutina.
Escribir, para mí, no es un oficio sino una forma de respirar. Cada texto nace del impulso de entenderme y, tal vez, de reconciliarme con el mundo.
No busco atención o aplausos; solo dejar constancia de lo que alguna vez fui, mientras sigo aprendiendo a mirar con calma.
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