Lisa II

Poseo una mente sucia, muy sucia; he tenido demasiado tiempo para pervertirla con promiscuidad; pero el néctar de sus labios se entromete y entorpece mi deseo de razonar. Con ambas manos extendidas en calidad de rendición sobre las aristas figuradas entre las paredes colocó frente a mis lascivos ojos su precioso trasero y cual lobo en celo después de lengüetear su completamente descubierta espalda y recorrerla desde su inferior nacer hasta los hombros, la tomé con fuerza y mi espíritu insaciable se poseyó nuevamente de ella; escucharla gemir como el canto de las hadas era un cuento que jamás en ella esperé escuchar, pues si bien es cierto que mi adictiva e imperante manera mentalmente activa de vivir alejado de la sociedad asquerosa y lo poco que aporta a mi vida sumergiéndome en un océano de ideas sensuales suprimiendo el ímpetu sexual por falta de una musa, para mi deleite en ese instante estaba cayendo cual muralla ante la textura y el calor interno que la fricción de la actividad me hacía experimentar.

No quería llevarla a la cama, la necesitaba junto a mí desnuda; hacía mucho que mis ojos no disfrutaban de una obra de arte tan mundana, tan carnal, tan deliciosa. Con las mejillas y la nariz enrojecidas y una intensa mirada, de pie junto a mis aposentos acariciaba su negro cabello y suavemente masajeaba al mismo tiempo que respiraba el aroma de su cuello seductor. Mis manos intrépidas continuaban su tránsito explorando la delicada silueta tras la que me encontraba, no recuerdo ni me interesa recordar en dónde y en qué momento quedó tirada su ropa fuera de mi vista.

Le pedí que por favor cerrara los ojos, pues el juego estaba a penas por comenzar. No se veía débil, yo sabía que quería más, yo mismo no me había saciado siquiera un poco de su ser; pero tenía la intención de incorporar las últimas técnicas que había aprendido a nuestro encuentro, me interesaba ver fluir la energía almacenada entre nosotros, y liberar final y confiadamente la tensión sexual entre los dos. La cama estaba hecha, no pregunten por qué, tengo la costumbre de ordenarlo todo al estar en casa. Del mismo modo que aprendí a tomar las mejores decisiones en mi vida, solicité que confiara en mí y me dejara un poco más hacer con ella; sin emitir palabra asintió con la cabeza.

Señalé la cama en invitación a que se recostara boca abajo; le pedí que cerrara los ojos y se relajara, me retiré a la cocina y puse a calentar agua; realmente abandoné un par de ocasiones la estufa solo para aproximarme a la diosa tendida sobre mi cama y acariciar su espalda un poco. Al cabo de diez minutos volví con el aceite aromaterapéutico que hacía pocos días había aprendido a preparar. Le pedí que atara en una coleta su cabello, tomé un poco de la mezcla y la coloqué justo en su centro sensorial posterior... Pocas cosas hay que permitan sinergia entre dos seres humanos; sus cuerpos, almas y espíritus en comunicación armónica con el eterno e incalculable Universo; pocas cosas hay como una satisfactoria y completa expresión de pasión que vuelca en sexo, nada en esta vida hay como el sexo con amor.

Soy un romántico. El aroma a menta invadía el espacio y mis manos masajeando cada uno de los dedos de sus pies, en compañía de besos reverenciales eran parte de la ecuación que había tornado una tarde común de descanso en la primera sesión de la vida plena que siempre anhelé, y aunque no veo el coger como eje central de una relación, hacer el amor diario es un concepto importante en mi factura, además de los tres conceptos que determinan la intensidad de mi amor: Confianza, continuidad y cercanía.

Hoy solo haremos un par de niveles. – Le declaré. He hecho una escalera con ocho de los mismos pero en ese momento específico había tanta temperatura en mí que sería imposible soportarlos todos. Al no tener idea de a qué me refería con el comentario respecto a mi plan, solo ladeó la cabeza un poco en señal de aprobación.

Fue una excelente decisión haber cubierto la ventana de mi habitación, además está el hecho de que ahora descanso en la oscuridad de la noche y me evito la luminosidad del vecindario. Antes de abordar el resto de sus piernas, y consciente de que me fascinaba la textura de las plantas de sus pies decidí poner a reproducir "In rainbows, from the basement" de fondo; deduje que la hora que dura sería tiempo suficiente; también estaba preadvertido (por deducción propia) de que mi bella mujer no podría quedarse mucho más allá del asomarse nocturno.

El calor de la infusión se mezclaba con el de su cuerpo, mis dedos recorrían una y otra vez la ruta desde sus muslos hasta los talones, ambas al mismo tiempo; tras un ligero roce con sus nalgas continué por donde el documento menciona, específicamente extrayendo la energía desde el centro de su espalda, expandiéndola hacia los hombros y las manos. Posteriormente el enfoque se dio en cada una de sus manos, desde la punta de sus dedos hasta sus axilas; cada centímetro de su individualidad había procesado la textura de mi piel; una segunda curva calórica había iniciado en ese momento, la inclusión de su cuello, espalda baja y trasero a la sentencia se convirtió tanto en un desafío a mi control como en una experiencia memorable.

Llegó el momento de voltearse. La giré y con cuidado coloqué más de la mezcla en varios ejes sensoriales; su cuerpo se transformó en un plano que me disponía a mapear ábidamente en esa oportunidad. Era lo que siempre había querido, una belleza femenina a mi completa disposición. Agradecí el detalle con un dulce beso en su ombligo...

Mejor detengo aquí el capítulo antes de adentrarme en toda la perversidad que sucedió ese día. Necesito explicarles más de mi pasado, del origen de Lisa, de por qué soy así y en qué momento preferí ausentarme del crecimiento tradicional en la búsqueda de constituir en mí una privilegiada manera de pensar.

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