Lisa

Ser lo sucia de mente que yo requiero es muy difícil para cualquier dama. Hace mucho que tengo a Lisa en mis memorias, no la había considerado mencionar debido al color tan intenso de los sucesos que hube experimentado con ella, todo comenzó hace algunos años, cuando me hice de sus servicios en calidad de asistente para una mejor toma de decisiones. Me estaba tardando en escribir una nota así, pero tras haber confesado que me encuentro redactando una novela de "perversiones", no podía darme el gusto de quedar en silencio sin pruebas al respecto; creo que es mi egocentrismo hablando:

Soy un creativo, al que no le gusta la rutina, por eso cual menús del mundo he dispuesto listas completas de actividades que quiero hacer contigo; hacerte el amor sería cada día, hasta el último de los míos, una experiencia única, exquisita e inolvidable. Porque soy alguien que junto con su ego e insatisfacción constante, explora y busca metas de vida diferentes todo el tiempo, y así como en mis textos jamás encontrarás uno igual a otro, en las relaciones conocerás tanto cuanto puedo ofrecerte y al final del día meditarás en qué será lo que te depara el mañana; porque una sola sesión conmigo tiene más poder que el conjunto de muchas experiencias en tu pasado; eso exclusivamente porque solo yo conozco la exacta combinación que tus sentidos han esperado toda una vida por identificar como propia.

Disfrutaremos juntamente del sexo en la noche, en la mañana, en la tarde, de madrugada, a la luz del sol, de la luna, de las estrellas, en el mar, en un lago, en una alberca, en un río, en la montaña, en la nieve, en el desierto, en un edificio, en un baño público, en un auto, en la calle, en la oficina, en la cocina, en la sala, en la recámara, en el comedor, sobre una mesa de billar, una silla, un sofá, en un hotel, en la regadera, pegada a una ventana, sobre una banca, en el jardín, en el cine, en el teatro, en un camión, en un avión, en la azotea, en un sótano, sobre las escaleras, recargada en la puerta, en un elevador, en una pista, en un estadio, en el gimnasio, en una casa abandonada, en una cueva, en el campo, sobre ganado, en una alfombra, en una hamaca; te prometo que jamás te aburrirás de mí.

Reconozco que soy adicto a ti, no puedo pensar en uno solo de los días que me restan por vivir sin sexualizarnos mutuamente; si he de levantarme más temprano para hacerte el amor, madrugaré sin dudarlo; si he de esperar hasta muy entrada la noche, me desvelaré deseoso; si el día está cargado de actividades que impidan vernos fácilmente, viajaré por ti, saltaré comidas, llegaré tarde al trabajo, me fugaré de ser necesario, pero con toda el hambre sexual que poseo me comprometo a que tu cuerpo será parte de mi dieta diaria y más perversamente, acepto que será la razón de una cálida lucidez y alegría en mi radiante rostro al empezar y comenzar el día.

Después de mi declaración sonrió con picardía, tras un afortunado e inesperado beso en mis labios aproximó su boca a mi oído y en un susurro casi imperceptible exclamó: – Lo quiero todo.

No es sencillo describir lo que sucedió ese día puesto que como ya me había pasado antes, mi ferocidad se apoderó de mí y el control que siempre presumo se escapó de mis manos obligándome a tomarla de las piernas, cargando con ella hasta una blanca y desalojada esquina del departamento. Con sus dientes incrustados en mi oreja y mi respiración embistiéndola; solo pude agradecer que hubiera optado el uso de su pijama aunado al hecho de que al ser un día libre yo me encontraba con pants holgados; lo que propició a que nada más hubiera entre mi entrepierna enardecida y su deliciosa piel que una suave prenda de ropa interior negra con letras blancas.

Mientras con la ayuda de una de mis manos y la pared la sostenía, su cabeza saltaba al tiempo que me comía a besos y sus brazos la mantenían fija y pegada a mi cuerpo arañando mi espalda exquisitamente; con sus piernas en mis muslos propiciaba el duro vaivén que la introducía a mi mundo. Mi otra mano escrutaba sus senos, espalda y vientre; sencillamente toda esa perfección corporal me hacía olvidarme de mí.

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