Áreas
Existen siete áreas que todo ser humano a lo largo de su travesía por la vida debe de ejercitar, cada una de esas la definí desde mi perspectiva observacional del entorno; lo que somos constantemente nos puede llevar a diversos puntos de inconformidad o falta de aceptación para con nosotros mismos al evitar trabajar con dichas áreas.
Me he puesto a redactar una serie de siete notas que estaré publicando durante la semana que en conjunto revelarán cada una de la áreas en cuestión y las maneras en las que podemos ponerlas en forma.
Si bien es cierto que la plenitud no se consigue al completar los elementos de una fórmula, es más fácil afrontar las dificultades de la vida con las herramientas correctamente desarrolladas a fin de evitar probables colapsos.
Basados en observación, tanto propia como ajena, los grandes eruditos del carácter han aprendido de conductas que, pueden ser explotadas relativas a entornos situacionales. La explosión de la conducta, sin embargo, tiende a ser oscilante de haber inexistencia de formación de la misma.
Si queremos ser personas aptas y capaces en donde sea que nos encontremos, debemos comenzar por entender a nuestro propio yo, la manera en la que reaccionamos y accionamos estímulos que nos impulsan a seguir en una dirección específica previamente trazada está completamente ligada a la personalidad.
Los ojos de todos están, por anónimos que supongamos ser, puestos sobre nuestras vidas, actitudes y metas; infringimos un considerable impacto en las personas con las que convivimos.
Si una de las metas del ser humano promedio es vivir en paz, es primordial alcanzar la propia antes de solicitar la ajena; desarraigar los desplantes de grandeza, hostilidad y ego como maneras clásicas de expresión nos volverá elementos armónicos en un universo que necesita tanto de nosotros como nosotros de él.
Desde esa opinión quiero partir para describir cada uno de los ejes importantes a fortalecer para lograr un yo, tanto en lo particular como en lo general, capaz de fusionar el exterior con el interior y llevarlos por un camino adecuado para una vital manera de afrontar lo que se presente.


Aquí guardo fragmentos de mis días: anécdotas que me han formado, pensamientos que se resisten al silencio, destellos de oraciones que encuentro en los bordes de la rutina.
Escribir, para mí, no es un oficio sino una forma de respirar. Cada texto nace del impulso de entenderme y, tal vez, de reconciliarme con el mundo.
No busco atención o aplausos; solo dejar constancia de lo que alguna vez fui, mientras sigo aprendiendo a mirar con calma.
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