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Había querido hacer esta nota desde hace tiempo, pero soy de esas personas que tienen que encontrar una motivación especial relacionada a números y demás para empezar. Mi año anterior, como he dicho ayer, estuvo colmado de fracasos, y esos fracasos siempre tienen impactos en mi condición física, hormonal, social, espiritual y mental; para cambiar necesitaba encontrar una motivación, algo que me invitara a seguir viviendo, no es fácil levantarte cada mañana y mirarte al espejo pensando en lo horrible que es ir a una oficina a sentarte durante todo el día tras una computadora a hacer lamentablemente cosas que no te motivan a crecer como persona detrás de ese equipo.

Que no se malentienda, amo estar tras una computadora, pero siempre y cuando se me brinde libertad creativa; cuando estoy simplemente funcionando como algo que técnicamente será sustituido por líneas de código de automatización dentro de poco tiempo me frustro, deseando que mi martirio termine de una vez.

Además del asunto del trabajo es lógico que mi vida se venía derrumbando a pedazos, con personas a las que les habría obsequiado mi vida ignorándome e hiriéndome, gente usando mi capacidad para su provecho a cambio de nada y montones de pesares que me robaban el sueño y me causaban deterioro en las demás áreas; he de mencionar que una vez más he estado en el fondo del abismo de mi miseria intelectual, y no es un lugar en el que quiera estar, pues lo único que pasa por mi mente en esos momentos es la desaparición de cualquier concepto positivo en mí.

El año en curso inició con decencia, me urgía hacer un cambio y necesitaba que mi motivación despertara de alguna forma; ya había reconocido mis errores, los había colocado todos en textos en los que prácticamente perdía la cabeza conforme el tiempo pasaba; habiendo aceptado esa situación tenía que emprender el plan, así que me puse una fecha de salida, el ocho de enero de dos mil dieciocho.

Mi habitación refleja lo que está sucediendo en mi vida, el desorden que hay alrededor de mí, el odio y la falta de respeto hacia mi espacio es obvio que están gritándome que ya es hora de hacer algo. Se llegó media noche, me di un baño liberador y comencé a escribir esta entrada. Sé que el reto es grande pero más grandes son mis ganas de salir adelante de una vez por todas.

Habrá que ser más responsable, prudente, inteligente y organizado, pero tengo fe en que con constancia será posible cambiar para bien; y ese cambio se verá reflejado en todas las áreas de mi vida que habían venido siendo atacadas por la negatividad en mí. Ah sí, lo de la báscula, empiezo el reto de transformar mi cuerpo pesando 105.6kgs, aunque lo más importante ahora es transformar mi espíritu y mi mente, junto a ellas, el cuerpo es un noble compañero que se adapta bien a las mejoras.