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La vida está repleta de elementos que la hacen terrible y formidable a la vez, como la mañana en la que el dolor de cabeza no te permite levantarte de la cama, el medio día en el que el sol es tan intenso que quema tu piel, la tarde en la que el cielo cambia de colores conforme vez pasar el tiempo, o las noches en medio de las que no puedes dormir por pensar en los pendientes.

Me gustan bastantes cosas de vivir, me gusta conocer personas de las que se quedan en mi corazón sin importar lo lejos que me tengan de los suyos, me gusta ver miradas y sonrisas sinceras en la calle y devolverlas solo porque sí, me gusta la lluvia como me gusta la música, me gusta encontrar nuevos juegos y juguetes como cuando era niño; es más, creo que no he dejado de ser un niño, porque hago cosas que de niño hacía.

Pero todas las historias que pueda contar no se comparan con las maravillas que quiero ver, lo que quiero experimentar, lo que quiero conocer; ¿qué está pasando en mi vida que me hace sentir tan mal? No lo sé, quiero dejar de lado la falta de sentido y ser mejor persona, en serio lo deseo, pero mis esfuerzos se ven siendo atacados por personalidades que todo el tiempo tratan de opacarlos y contenerlos en un envase, y eso me derriba, pues mi lucha es algo que no quiero pelear, no me interesa combatir con quienes se afanan en destruirme.

¿Se imaginan despertar en medio de la noche con un miedo al exterior y decidir vencerlo saliendo a caminar esperando no terminar herido? Esa clase de miedos son las que he podido dejar atrás, los que involucran emociones y límites internos, o cuando para superar el acobardamiento a las alturas he trepado a cimas interesantes con mi respiración y el palpitar de mi corazón constante, hasta decirle "hola, pude contigo", algo similar pasó cuando al final decidí lanzarme del tobogán que tanto me espantaba, resultando en una experiencia de lo más deliciosa que no dejé de disfrutar hasta el cansancio. Qué tal conocer que la aprensión a la oscuridad era solo una ilusión tras convertir mi habitación en básicamente un búnker ajeno a cualquier iluminación, bellísimo.

Pero qué sucede cuando mi cobardía es a la opinión, el pánico como consecuencia de no ser suficiente para alguien con respecto a algo; eso es pavor puro. Recuerdo el modo en el que la desconfianza crecía en mi interior tras haber sido rechazado una y otra vez por las personas que me gustaba fueran parte de mi vida, e incluso así comencé a superar esos temores, pues el rechazo se vuelve fatigante y te muestra débil ante un mundo repleto de terrores puestos ahí específicamente para desestabilizar tu moral y acabar con tu seguridad.

A la mayoría de esos los veo ahora y agradezco por la forma en la que he andado mis pasos para abandonarlos en el pasado; lamentablemente conforme más te desarrollas más cosas formidables y temibles te encuentras en tu andar; ahora mismo no sé por qué el simple hecho de resolver preguntas que parecerían simples a mi jefe se vuelve un fracaso potencial y un bajón horroroso a mi estado de ánimo y físico simultáneamente. Lo escribo aquí porque es el único lugar en el que puedo decirlo sin afectar o insultar a otros.