Una Catarsis

Tengo que colocarlo dentro de algún texto que me fluya, es tiempo, supongo, de decir que venía padeciendo un tipo de enfermedad que me hacía ver todo distinto, mi cerebro produciendo un entorno distópico era una constante, donde el rededor superaba mis expectativas negativas siempre, y aspiraba a ser un número más programado para desaparecer tarde o temprano.

Lo anterior era un estado mental disfuncional, un temeroso estado de ánimo continuamente en alerta, una sensibilidad a percibir emociones positivas nula; explotando únicamente la perversidad de los horrores imaginables. Ridículo resulta que una de mis historias favoritas de Poe sea la de Arthur Gordon Pym y que tras haberla leído años atrás no me diera cuenta que estaba en dándole vueltas a miedos existentes solamente en mi cabeza.

Me sentí curado de eso después del fin de semana, ocurrieron situaciones diversas que me colocaron en un proceso de pensamiento más sobrio ante lo que pasaba; mi tacto, gusto, vista, oído y olfato se reiniciaron convencidos de que la experiencia merecía ser vivida con el potencial completo que cada uno de mis sentidos posee. Funcionó.

Han sido unos días deliciosos, mi espalda no se siente más cargada de necesidades, decir las cosas que deseo y quiero se ha transformado en algo sencillo. Hasta el hecho de perder mi trabajo parece un horizonte confiable ahora; pues sé qué hacer si me despidieran, sé adónde ir en caso de requerirlo. En lugar de subdimensionar mi mundo he comprendido su crecimiento y rumbo, agarrándome fuertemente de aquello que amo, descartando lo que me hacía daño.

Las catarsis pueden llegar a nuestras vidas en diferentes tipos de empaques, tamaños, aromas, sabores, colores, texturas y formas; justo lo faltante en el momento indicado, y así llego al final de esta pequeña anécdota, alegrándome del hermoso fin de semana anterior, y lo mucho que me trajo consigo. Bendita vida que me instruyes bien.


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