Adiós Perla Tapatía

A todo esto, imagínense despertar de madrugada en medio de una catarsis y terminar un capítulo de la manera más amable posible. Existen dos tipos de personas en esta vida: Las que anhelan sueños y las que producen realidades.

En lo que sucedían en mi mente las cosas de esta manera:

Mientras me acercaba a una casa pude distinguir su presencia, su forma de caminar es una firma que siempre estará presente conmigo, estaba preparando de comer. Al darse cuenta de que estaba ahí se esfumó de mi vista, salió corriendo, como con miedo a que le fuera a hacer algo. Después de tanto tiempo de conocerme y saber que soy un hombre pensante resulta que sigue creyendo que soy alguien que de alguna forma podría lastimarla.

Sonrío para mis adentros, con intención me aproximo al lugar en el que se encontraba y pregono: –¿Todavía no te has dado cuenta que me interesa que estés bien sin importar que esté o no yo cerca de tu vida? No te preocupes más, por favor, no vivas con el temor a que pueda hacerte algo impulsivamente, te he demostrado que tengo autocontrol. Por el contrario, te invito a que sigas preparando lo que hacías, mi hora de retirarme ha llegado. La ciudad es tuya.

Obviamente no confió en mí, desde su escondite en el que se alimentaba emitió un discurso corto: –Entonces ¿finalmente me vas a dejar en paz? ¿Tanto tiempo aterrándome de que fueras a hacerme algo y te vas a ir así nada más sin siquiera intentar aproximarte? Pensé que tendrías más valor que eso.

Osado y tentado respondí: –En algún momento te prometí que cambiaría mi cuerpo, y lo hice cumpliendo mi palabra. Después te dije que no estaría contigo si no sentía seguridad de permanencia, y por mucho que me duela actualmente, también seguí al pie de la letra mi compromiso. Dije en tiempo y forma que no te molestaría más, y si un mensaje de "hola" de vez en cuando o un "me gustaría que nos encontráramos por la calle" te parecen acoso, déjame confesarte que no era así, mi intención era simplemente sanar asperezas.
Pero eso ya no importa ahora, como he dicho antes, es tiempo de irme y tú puedes sentirte completamente feliz y libre de estar, andar, convivir, experimentar, disfrutar de la ciudad, al lado de quien tú quieras que sea mejor para tu vida. No voy a estar ni siquiera cerca para darme cuenta.

Con un rostro un poco perplejo comenzó a salir de su escondite: ¿Entonces te vas? ¿Te rindes así de fácil? Algún día me dijiste que no eras alguien que lo hacía. Aunque bueno, no estoy pidiendo que te quedes, lo menos cerca que estés de mí será estupendo.

Obviamente me dolió su comentario, tras todo este tiempo alimentándose de la idea de despreciarme y mantenerse distante, nutriendo en su mente una desilusión kármica; me volvió a provocar la cristalización en la mirada, y con un hilo de voz dije: Gracias por darme antagonismo innecesario a la historia de tu vida, espero que eso sirva a tu crecimiento personal. A mí me ha traído grandes lecciones de aprendizaje.

Dando media vuelta tomé mis cosas y seguí mi camino al próximo destino en mi andar por estos tiempos, Ciudad de México, a donde me mudaré este fin de semana; un lugar que me aterra en gran medida, en donde ni las personas me parecen del todo agradables, consciente de caminar con cautela y un poco a la defensiva; pero una oportunidad al fin, de agradecerle a Guadalajara por lo mucho que me ha dado, de volver a sentirme libre, de empezar de nuevo, tratando de que la ilustración haya dado fruto en mi interior con el fin de evitar cometer los mismos errores y deseando resolver los que se me presenten a la brevedad posible, y así impedir que raíces de amargura crezcan dentro de mí o de otros por culpa mía. Adiós y hasta la próxima, bendita Perla Tapatía.


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