Conmiseración

Demasiadas cosas hay que no entiendo. Soy un miserable y poco adaptado a la sociedad actual, en eso estoy de acuerdo; que muchas de las cosas que quiero hacer terminan en resultados mediocres o fallidos, también lo comprendo. Pero hay algo que me mueve la cama durante las noches, que no me deja dormir, pensamientos que me abordan sin estar expectante y me derriban, ¿qué pasa conmigo? ¿Está en serio todo mal? ¿Por qué la ansiedad me absorve de esa forma?

Desde niño, he puesto los ojos en "lo brillante y hermoso", he admirado —y por qué no decirlo, envidiado— lo que otros hacen de sus vidas; he trastornado mi identidad seguidamente, hasta contemplar el hecho de no saber quién soy o porqué estoy en el lugar que me encuentro. No tener idea de quiénes son mis amigos, o quiénes sienten estima por mí, no saber si alguien me quiere o me ama en secreto; no identificar la línea que divide el desprecio del olvido.

Es como, masoquismo intelectual (si se le puede llamar de alguna forma); la tendencia a pensar negativamente a aceptar los detalles despectivos como un deje de ligera atención; lo quiero comprender, me aferro a la idea de hacerlo; pero como en el mismo trabajo me sucede seguido: Intentar no es lograr.

En mi mente sigo siendo un fracasado, un inmoral, un mediocre, un reprimido sexual, una basura social, un asco de ser humano; alguien que no merece lo que desea, alguien que ha puesto sus ojos tan alto que al cabo de un tiempo termina siempre por darse de boca contra la realidad. ¿Idealismo? ¿Falacias? Todo incluido, cada que creo que estoy creciendo en el producto de algo, vuelvo a caer en cuenta de que sigo siendo la misma porquería que solía ser.

¿Y mi dignidad? No tengo idea; probablemente no la conoceré. Me enamoro tan fácil, soy tan insignificante, me vuela el pensamiento cualquier opinión, tan inútil; mis intenciones en la vida caben en una corcholata, y le doy vueltas al mismo precipicio en espera de un impulso suficientemente válido para caer definitivamente. Pero no, ante todo cobarde sí soy, y mucho.

Me puedo enamorar de cualquier trapeador con faldas; y quien consigue esa parte de mí sabe que me tiene en la palma de su mano, manipulable, humillable, despreciable, complaciente. ¿Qué será de mí con tanta conmiseración y autoengaño? Réplicas entre lo que hay en mi ser, que predico llamarse bondad, al desprecio por la humanidad que me inhunda por lo general. Nadie me conoce, todos lo hacen. Es una delgada línea entre el que soy y el que ellos deducen que soy.

¿Valgo el tiempo? Ni yo mismo lo sé. Quisiera tener predeterminado un final para alguien así; ya se me ha acusado de detestable, de hórrido, de impertinente, de inseguro, de inestable, de prejuicioso, de inepto, de parásito, de sexista, y de más cosas, ¿puedo con eso? Es mi vida caray, he aprendido a sortear el "qué opinan otros de mí"; soy una máquina que se nutre de deseo y vivencias. Las palabras, como lo que he escrito hoy, son tan válidas como el lector quiera estimarlas.



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