Revolución

El miedo que causa el saberte solo ante una sociedad que consume todo a su paso, sin piedad, sin límites, sin detenerse ante nada. Ayer eran las tres de la mañana cuando me quedé dormido por primera vez, después de un sueño de miedo y treinta minutos desperté sintiendo como una fuerza de mí embestía a otra que me observaba con cautela, con descaro.

Es cierto, apenas y he podido dormir unas cuantas horas hoy y todo el día he estado somnoliento, volteando a ver dos veces cada particularidad, cada punto, cada humano. Y por decir humano estoy describiendo de más, obviamente, a esos seres que se encargan de hacernos pasar malos ratos, de decirnos que no podemos, de hacernos ver como lo que no somos e involucrarnos en situaciones en las que no queremos estar.

Hoy me dijeron (hace apenas unos instantes): Con lo que sabes y tus capacidades, por qué no alborotas a la "gallada" y organizas una revolución. Tal vez fue en son de broma, pero a México le hace falta levantarse en lugar de sucumbir ante el yugo cada vez más férreo que han puesto nuestros gobernantes —y no por eso mexicanos— sobre los hombros de cada uno de nosotros.

Llámense animales, monstruos, espíritus o lo que sea que los mueva, cada día nos hacen ver más difícil nuestra suerte, más cercana nuestra muerte, más adeptos a la enfermedad y al vicio antes que a la responsabilidad, la creatividad, la cultura y la alta capacidad intelectual. Somos, como mexicanos, una selección de humanos despreciados por las naciones de poder, por los dueños del mundo.

¿Y en qué nos beneficia a nosotros saber todo eso? Absolutamente en nada, pues son dardos de intranquilidad y miedo que hacen de cada uno de aquellos que conocen los símbolos patrios una víctima de todos los que vacilan en la concepción de su propia personalidad, haciéndose débiles en el día a día. Por eso no promuevo una revolución. Finalmente decir que "la mayor estrategia para revolucionar una sociedad es la expansión de una idea fraterna".

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