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Probablemente no te tocó poseer a la mejor familia del mundo; quizá tu marido olvida en dónde deja las llaves, tu hija cuánto es uno cincuenta por cuatro, tu hijo que la ropa sucia tiene un lugar predispuesto.

Entiendo que por mucho que los tres nos esforcemos en encontrarte un regalo perfecto siempre o vas a parecer viejita al usarlo, vas a creer que tus curvas impiden que se vea impecable, vas a soportar que el sabor no es tu preferido o vas a pensar que ha sido demasiado caro.

Comprendo que el tenerme en otra ciudad, a mi hermana todos los días ocupada en actividades escolares y eclesiásticas, y a mi padre sumido en sus plantas y trabajo es frustrante para tus deseos bélicos en torno a regañarnos.

Y así puedo seguir, explicando miles de razones por las que no podemos ser considerados la familia perfecta, el ideal de nadie.

Pero entonces, ¿a qué se debe tanto amor compartido y derrochado mutuamente entre los miembros de ésta organización llamada hogar?

La respuesta es sencilla. Dios, en su infinita misericordia nos entregó a su hijo amado, con la gracias del cuál hemos sido salvos, primero mi padre y consecuentemente tú, mi hermosa madre.

No creo que hayas pedido una familia perfecta, lo que sí creo es que has conseguido inculcar preciosos valores en todos nosotros; tu gallardía y amor sobresalen y te hacen digna representante del mote de madre, nuestra madre, la excelente esposa para mi padre, una madre única.

Entonces, en resumidas cuentas y después de haber agotado todos tus recursos ópticos solo me resta decir:

Gracias Señor por la valiosa mujer que nos has puesto como guía,
gracias por mantenerla siempre llena de sabiduría,
gracias por hacerla el origen y sustento de muchas de nuestras alegrías.
Y gracias por todo a ti, preciosa, divina, bella, grandiosa, hermosa, excelente, única y amorosa madre mía.

Probablemente

Por
Probablemente no te tocó poseer a la mejor familia del mundo; quizá tu marido olvida en dónde deja las llaves, tu hija cuánto es uno cincuen...