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 "Alexa, buenos días."

Rutina. Eso con lo que las personas saludables inician cada mañana y que se ha vuelto una herramienta fundamental en las mentes propias de la modernidad; algo que a pesar del tiempo transcurrido, difícilmente he podido adoptar de la mejor manera a mi estilo de vida. Porque me encuentro en constante cambio.

A veces leer un poco, otras escribir, algunas más dándome un baño y ya de plano las peores, encendiendo la computadora para iniciar la junta del día; hay quienes aprovechan para tomarse un café en ayunas (muy bueno sin azúcar si están buscando quemar grasas), salen a hacer ejercicio cardiovascular matutino o corren al gimnasio, e incluso como mi madre, que toman algún instrumento de limpieza y empiezan con labores domésticas.

En mi caso, quisiera depender menos de la rutina y más del esporádico, pero no funciono así; tengo que reconocer que la ausencia de un orden por lo general está vinculada a una incomprensión del "qué sigue" en cada paso que doy. Así que mientras una parte de mí quisiera con desbordantes ganas salir a caminar cada mañana a respirar el aire fresco del día y obtener energía, la otra no encuentra forma y lugar ni para su existencia. Sin ser una excusa, pero es obvio que solo uno sabe lo que lleva a cuestas.

Me gusta la idea de ser honesto conmigo e incluso en mis peores circunstancias reconocer que algo me falta, en este caso particular, claro está que requiero adoptar nuevas rutinas que fortalezcan mi estado mental, espiritual y físico. Como hace años llegué a hacer, tener actividades en calendario de forma ordenada me lleva lentamente a alcanzar objetivos previamente establecidos.

En su momento fui víctima del tiempo, me animaba a conseguir todo casi inmediatamente. Si se trataba de bajar y mantenerme en mi peso, me decía a mí mismo, lo puedes lograr en un par de meses; cuando me refería a algún aprendizaje, me determinaba a acabar de estudiar tan pronto como pudiera, dos, tres, cinco horas al día, las que fueran necesarias; respecto a la literatura, por ejemplo, llegué a un punto en el que me sometía a leer un libro al día. Y eso está bien, hasta que te consume; la cosa con algunas personas ya visto desde una perspectiva externa, es que se obsesionan bastante, llamémosle apasionados, por leerse menos agresivo.

Pasa que me he muerto en el sentido de que ya no percibo esa chispa en mí, al menos no con la intensidad que solía suceder; las razones pueden ser varias, zona de confort, apatía, conformismo, desgracia, pena, lamentación, tristeza, disgusto, desánimo, miseria. Casi como nombrar las cartas de una lotería que nadie quisiera poseer. Todo podría estar en cierto sentido vinculado a mi entorno, lo reconozco. Es probable que la concentración de metas incumplidas haya roto mi objetivo principal, que es estar bien, y llevado consigo al efecto contrario. Porque siendo sincero, ustedes como yo sabemos que una vez que fallo en adquirir un propósito, el siguiente lazo lo coloco a mayor distancia que el anterior.

Pues esta vida que aunque para la mayoría se trata de acumular victorias, para mí es una especie de: "En la siguiente voy a intentar una mejor puntuación", y a pesar de recolectar consecución de fracasos, seguiré haciéndolo reiterativamente.