Las estrellas del la noche sucumben ante nuestro aliento, mientras de las manos acercamos nuestros labios lento. Y encima de esto, se escucha el ahullido de un lobo hambriento. Y entre la oscuridad de la casa rechinar el viento.
Las estrellas del la noche sucumben ante nuestro aliento, mientras de las manos acercamos nuestros labios lento. Y encima de esto, se escuch...
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Aquí guardo fragmentos de mis días: anécdotas que me han formado, pensamientos que se resisten al silencio, destellos de oraciones que encuentro en los bordes de la rutina.
Escribir, para mí, no es un oficio sino una forma de respirar. Cada texto nace del impulso de entenderme y, tal vez, de reconciliarme con el mundo.
No busco atención o aplausos; solo dejar constancia de lo que alguna vez fui, mientras sigo aprendiendo a mirar con calma.