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"En algún rincón de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme"... Es difícil leer, sobretodo cuando esa clase de libros, como el de la introducción son los primeros, cómo olvidar el Mio Cid, u otros que más trabajo daban de leer que dejar de hacerlo. Y así empiezan las trayectorias de millones de mentes divagantes inconformes con lo que leer significa.

No es culpa de la gente, sino de la "gente", los que proponen los planes de estudio, las enseñanzas escolares; los que dicen qué y qué no debe permanecer en los libros didácticos, de texto gratuitos. Esa gente que hace mucho se apropió de las principales cadenas de información, de las imprentas más prolíferas, de robots dispuestos a escribir bajo órdenes, de editores de textos originales.

Siempre he dicho que esa gente quiere, necesita ver un mundo lleno de incultura; es a propósito que las personas actúen cual animales sin meditar los sucesos de la vida, que sean dubitativos y temerosos, que no sean decididos, que se lamenten ante la adversidad y busquen caminos "fáciles", por llamarlo de un modo, como salida a sus preocupaciones.

¿Y qué de los pocos que hay, que habemos amantes de la lectura? En realidad no les importamos más que como un molesto bicho; porque el leer nos hace sentir diferentes a la mayoría, como una minoría referente a la que aluden muchos gobiernos y personas importantes. Pero no somos nada al final.

Cuando empecé a escribir aquí propuse que fuera mi estilo, mi personalidad, mi yo completo el que lo hiciera. Sin mentiras, sin engaños, solo sinceridad, o historias contadas por mis propios dedos. Y ahora que lo veo desde el cristal en el que se ve la información educativa y los antiguos libros de enseñanza pienso: "¿Algún día alguien modificará lo que he escrito?" Es una duda bien fundamentada, mis textos están en línea, en servidores pertenecientes y utilizados por la gente; recuerdo que he visto sitios del mismo estilo que al ser dejados de usar fueron llenados de publicidad que no sé a quién daba dinero, pero sé que antes solían ser de contactos que una vez dejaron de lado su voluntad por escribir.

Quisiera no quedarme sin ideas nunca, quisiera no quedarme sin motivación, quisiera poder escribir hasta el último día de mi vida, habiendo sido dichoso de una larga y próspera existencia; pero uno nunca sabe, tal vez hoy, tal vez mañana o en un mes, un año o diez deje de escribir, y no me queden fuerzas ni para releer aquello que en mi pasado estuvo escrito, aquello que solía emocionarme. Tal vez incluso me encuentre con que al releer, alguien, no yo, mis viejos textos, tome para sí información que yo nunca produje en este sitio, y me convierta así en lo que no es fácil asimilar, en esa clase de "gente".


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