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Como una esposa; una vez la profesora de prepa nos dijo que lo escogiéramos bien porque estaríamos casados con el empleo por el resto de nuestra existencia. Hoy me preguntaron: ¿Te gusta lo que haces?
... Mmm.
Después de pensarlo un poco dije: Sí, por supuesto que sí. Y es que mi oportunidad de estar frente a la computadora entre documentos físicos y archivos digitales encontrándole el gusto al virtualizar mi espacio y convertirlo en un ambiente cibernético de trabajo, no sé, pero como que sí es lo mío.
Cada día, desde la partida de nuestro anterior (y honestamente muy querido por mi parte) jefe, los cosas se han simplificado mucho de un modo, aunque se han complicado en el otro. En principio, lo que me gusta hacer no era lo que hacía, era parte del estadístico al vivir frustrado en mi trabajo, pero aprendí muchas cosas de eso. Aprendí a guardar silencio, aunque el jefe no tenga razón, es ética y cultura escucharlo hasta que termine de dar su punto; y no por lambizcón, pero a veces es necesario callar y evitar una discusión mayor. Aprendí de responsabilidad; ya que cada uno de los días que te ausentas te será descontado al final. Aprendí a valorar los productos; seguido nos hacían imaginar que lo que teníamos en frente de nosotros eran montones de billetes apilados. Aprendí a administrar; gestionar desde el mínimo hasta el máximo en el stock, conocer el inventario, memorizar líneas y catálogos de productos.

No es que piense que tengo el mejor trabajo del mundo, porque lejos estoy de ello, pero, mediante una buena actitud ante las circunstancias aprendí a ver lo bueno en eso, aprendí que el aspecto es muy importante y que tanto el área física, como virtual de trabajo es necesario que estén ordenadas y limpias (cualquiera puede husmear mis escritorios, prometo no encontrará nada fuera de su sitio).
¿Qué hago ahora? Bien, desde levantar pedidos, encontrar marcas y productos, solicitar y expedir cotizaciones, organizar papeles, y disfrutar mucho al hacerlo, sí, disfrutarlo mucho. Ése es precisamente el secreto para tener un buen trabajo, y consecuentemente la diferencia entre una vida laboral agradable y una frustrada.

En la jerarquía laboral, tanto como en la sociedad, aprendes a que tú solo no puedes ser y hacer todo en la vida; que como una cadena necesitas eslabones, y esos eslabones, mientras más similitud contengan en sus materiales y formas, más manejable y fuerte hacen la cadena. Y no, eso no me lo ha dicho ningún jefe como superación personal, eso lo sé porque lo aplico. Hay una frase ahí colgada que para algunos pasa desapercibida: “El secreto de la existencia no consiste solamente en vivir, sino en saber para que se vive”; y es una frase que bastante te hace razonar de Dostoievski, la que, si analizas conscientemente te obliga a entrar en razón y decidir evitar hacer las cosas "para joder al prójimo", o "al ahí se va, al cabo que yo vivo por el diablo (en alusión a que pagan por día, no piensen mal)". Las cosas se hacen con amor, con ese mismo amor el jefe debe inculcar a su gente que se trabaje en equipo; no por diez o cien pesos extras (que bien motivan), sino por el deseo del éxito en conjunto y quien sabe. Al último puedes volverte de tan confianza que él mismo decida que eres pieza clave en el siguiente proyecto.

Y aunque se tenga pensado abandonar el barco (como es mi caso), creo que la mejor forma de no sentirse mal con uno mismo es hacer las cosas de corazón, como si de servir a un ente divino se tratara (no para gloria de ningún jefe, sino por humildad propia); lo importante es trabajar con decencia, con cultura, con apego a las reglas, con honestidad, con dedicación, con eficiencia, con objetividad y con mucho amor, como si de un matrimonio se tratara.

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Como una esposa; una vez la profesora de prepa nos dijo que lo escogiéramos bien porque estaríamos casados con el empleo por el resto de nue...