Todo este asunto de querer producir y cada día dedicarme a construir algo mejor de mí es honestamente gratificante, aunque eso sí, muy difícil. Entre que cumplir con mis propios retos, reducir distractores y concentrarme en aquello que verdaderamente importa, se vuelve un tema que da a pensarle y dedicarle un montón de energía al solo hecho de planear e ir adquiriendo las bases para lis distintas líneas a atacar.
Entre antier y ayer tuve una charla larga y tendida de horas con mi jefe y caí en cuenta en algunas cosas que me elevaron el ánimo, me hicieron sentir mejor y amar más a la persona frente al espejo. Mañana empieza una semana durísima de trabajo, que me venía fatigando desde antes de que sicediera, le estaba dando demasiada importancia a cómo se estarán dando las cosas, aunque creo que mi cabeza y habilidades dan para ese nivel de compromiso y más.
Si puedo, dormiré un rato, y cuando despierte le pondré un montón de ganas a liberarme de uno de los propósitos que tengo para el año; uno de esos que soy capaz de sacar en cosa de días si afino y me concentro.
Como a ustedes, a mí también me fastidian las fechas de pago, los días de corte y las cuentas por pagar; miles de números yendo de aquí para allá. Y es por eso también que estoy desarrollando estrategias que me liberen de compromisos. No basta con trabajar mucho más, hay que aprender a hacer funcionar esos recursos. El tiempo es limitado, el dinero y el entorno también lo son. Hay cosas que son ilimitadas como la capacidad de crecimiento y la posibilidad de innovación. Agarrarse de unas es crucial para reducir el peso de las otras en la balanza.
Incluso con las personas que más convivía en mensajeros, he reducido a propósito el número y las características de mis interacciones; pues me importa en mayor medida establecer métricas que fortalezcan mis habilidades y me eviten la carencia en el futuro. Perdón por tan poco, pero he perdido gran parte de mi interés en lo banal con la intención de adentrarme y abrazar con convicción el sentido de la vida.



Aquí guardo fragmentos de mis días: anécdotas que me han formado, pensamientos que se resisten al silencio, destellos de oraciones que encuentro en los bordes de la rutina.
Escribir, para mí, no es un oficio sino una forma de respirar. Cada texto nace del impulso de entenderme y, tal vez, de reconciliarme con el mundo.
No busco atención o aplausos; solo dejar constancia de lo que alguna vez fui, mientras sigo aprendiendo a mirar con calma.