Mostrando las entradas con la etiqueta de deudas y otras cosas. Mostrar todas las entradas
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 Estaba haciendo limpieza de documentos en mi computadora, algunos de ellos llevaban ahí años almacenados. Realmente, aunque es una práctica habitual que tengo, ciertas cosas prefiero solo agruparlas y no tocarlas hasta que sea genuinamente necesario eliminarlas por aquello del espacio.

Entre eso me encontré conversaciones de cinco años atrás. Me resulta sorprendente leerme en ese tiempo y darme cuenta de todas las cosas que estaban mal en mí. Pésimo para comprender indirectas y demasiado ingenuo en general por lo que era muy fácil de manipularme. Recuerdo que me daba cuenta de las cosas pero conversacionalmente daba a entender que no (pues siempre he tenido la capacidad de ver más allá en las personas, sin prejuicios, pues estoy consciente de que ciertas características dependen de un montón de variables).

En fin, en ese "cuento", alguien de mi interés se ofrecía a ayudarme con la mudanza, me invitaba a pasar la tarde con ella viendo películas y un largo etcétera. Yo en mi literal manera de interpretar las cosas, haciéndome quizá más tonto de lo que debería u optando por respaldarme en el temor al contacto humano, sacaba las vueltas. Es decir, ¿por qué no querría pasar tiempo con la persona que claramente me provocaba atracción?

Aquí vienen un puñado de situaciones a colación. Reconocer las debilidades que poseo creo que ha sido parte de mi carta de presentación, pero aunado a eso, existía una fuerza intangible que me limitaba, ¿mi mente? ¿Mis ganas de sentirme cómodo conmigo antes de cualquier decisión? Me resulta incomprensible hasta el momento, pues viendo a la distancia, en ese entonces debería de haberme sentido mucho mejor que ahora.

¿A qué voy con lo que estoy escribiendo? La decepción, una constante. Exigirme tanto que quien me rodea pueda sentir incomodidad como consecuencia, pasar del interés al "no te voy a volver a hablar en mi vida" es algo doloroso. Y luego hay quienes te ven mal por no intentarlo mil, diez mil, cien mil o un millón de veces más. Sobra quien juzgue la incapacidad para empatizar. Me decía: "Lamento no haberte podido corresponder como tú quisieras", eso más que quemar por dentro, me obligaba a creer que el insuficiente era yo. Pues proyectamos nuestras inseguridades en otros. Y si ella sentía que yo no le daba el valor suficiente, seguramente era porque esa percepción tenía de mí.

En fin, los caminos en cuanto a tomas de decisiones no han sido sencillos. Los clásicos: "Quiero que estés presente", "amo tu amistad", "quiero que nunca te vayas", "me encanta convivir contigo" suelen desaparecer cuando la gente se aferra al autodesprecio. Y no lo digo por nadie en específico. Las mentiras, por ejemplo, son un claro ejemplo de esa característica: Pues cuando se miente para todo, se daña en automático la imagen y más temprano que tarde queda expuesta la verdad.

¿Pero se vale mentir? "Todos mienten", decía House. Las mentiras son un proceso de adaptación y evolución del ser humano, mentimos para sentirnos mejor, aceptados, reconocidos, estimados y capaces. Mentimos al solo hecho de aceptar creencias y mitos generalizados por contexto, entonces; en tales ejemplos podrían caer la economía, las tradiciones, la historia, las religiones y un interminable etcétera. 

¿Mentir nos vuelve malas personas? ¿Eso nos hace tóxicos y manipuladores? No necesariamente. Y no venimos aquí a lanzar piedras presumiendo falsa superioridad. Considero personalmente que aquellas mentiras que destruyen confianzas son las que deliberadamente se cometen con la intención de engañar. Aquellas con las que buscamos realzar u ocultar algo que en específico ya se nos ha sido señalado. Por ejemplo: ¿Qué tal tu mañana? En el supuesto de que el sujeto A haya visto al sujeto B en compañía del sujeto C. Y que la respuesta en cuestión sea: "Estuve en casa todo el tiempo." Ojo, aquí no estoy justificando esa clase de preguntas, ni siquiera considero que tengan que brindar respuesta a las mismas. 

Pero nada protege mejor a una persona que su honestidad para con los demás y consigo misma; pues al conocerle, sus allegados, no esperan que sea alguien perfecto o íntegro, solo le aceptan con cualidades y defectos. Deberle a alguien para luego alejarse, en un supuesto (aunque sabemos que a todos nos la han aplicado), irrumpe en el plano de la falta de respeto. Pues una deuda, como tal incumplida, no es más que una gran mentira. A mí personalmente me ha costado muchísimo respaldar mi palabra, me esfuerzo cada día por reconocer mis errores y devolver cada uno de los centavos con los que me he comprometido con otros con la finalidad de resarcir el daño causado. Pues tengo muy por encima mi amor y amistad hacia la gente que me brindó su confianza, que mi propio ego para aceptar que, por ejemplo: Me equivoqué en alguna cuenta.