Cuento
Quiero un poco de tus labios mi pequeña cenicienta,
que seamos juntamente los actores de nuestra obra.
Que el tenor nos haga entrada al escenario de los grandes,
donde nacen las estrellas y será verdad mi historia.
Hay un punto mi princesa en el que no existe el miedo,
si estás tu de mi lado te prometo soy el bueno.
Los románticos se expresan con mentiras muchas veces,
mientras todos los demás les tiran a cara heces.
Soy un sabio y un idiota juntamente sin pensarlo,
un dramático y cobarde al crecer entre mentiras.
Pero claro, yo las hago porque soy parte del todo,
un sistema cautivante en nuestro fantasioso modo.
Vívanse muchas más historias de éstas entre los locos,
que los que escriban las mismas sean capaces de copiarnos,
y quienes lo hagan, o lo intenten sufran las cosas de hombres,
de esos que son valientes y no temer ser ahorcados.
Entonces... ¿Sigues siendo un príncipe valiente o te volverás un héroe?
No lo sé, los héroes en los cuentos siempre surgen de la nada,
estando a punto de morirse terminan de triunfadores.
Con su fuerza y su vigor rompen muros cruzan todos lugares.
Y en el cuento no eres nadie, no lo eres quede claro.
Ni tus ideas me quedan claras ni tus labios poder mueves.
Como el cuento que no es, terminas que eres un raro.
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Aquí guardo fragmentos de mis días: anécdotas que me han formado, pensamientos que se resisten al silencio, destellos de oraciones que encuentro en los bordes de la rutina.
Escribir, para mí, no es un oficio sino una forma de respirar. Cada texto nace del impulso de entenderme y, tal vez, de reconciliarme con el mundo.
No busco atención o aplausos; solo dejar constancia de lo que alguna vez fui, mientras sigo aprendiendo a mirar con calma.
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