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 Las historias de éste tipo siempre inician así, en un pueblito nevado, cerca de las montañas, donde la felicidad se respira. Pero vamos a cambiar la premisa tradicional un poco, pensemos en un barrio pobre, cercano a la playa, en vísperas navideñas.

A una semana de celebrarse la Noche Buena, el tío Pedro y el papá de nuestro protagonista siguen siendo explotados en la obra por parte de su patrón, un contratista malvado llamado Don Ignacio. Les están cargando de jale pues otros de los chalanes han preferido renunciar que seguir hasta el final, pues ya les advirtieron que incluso el día feriado, lo van a trabajar por temas de que tienen los tiempos encima y no se está sacando el compromiso.

Heliodoro es huérfano de madre, tiene siete hermanas, cuatro mayores y dos menores; le toca ayudar en las cosas de la casa que implican "fuerza" pues es el único hombresito del lugar. Su hermana Inocencia, es la mayor, se encarga de que la comida esté lista y repartir actividades al resto de los hermanos. Para éstas fechas, papá había prometido pasarla en casa con ellos al salir de trabajar, y en una de esas el tío y su mujer también les harían compañía.

Los hermanos ya sabían que a ellos no les esperaban regalos, ni siquiera a Francisca, la hermana menor de siete años. Pues la cosa no había ido muy bien últimamente, y los precios en general de los alimentos estaban continuamente a la alza, mientras que los ingresos hacía mucho no variaban positivamente.

En este barrio playero, donde la brisa del mar mezclaba su salinidad con el espíritu navideño, Heliodoro y sus hermanas se preparaban para una Navidad modesta pero llena de amor. A pesar de las dificultades, la familia encontraba consuelo en las pequeñas alegrías: el canto de los pájaros al amanecer, el juego de las olas al atardecer, y las risas compartidas durante las comidas.

La hermana de Heliodoro, Francisca, tenía una sabiduría que de vez en cuando sorprendía a todos, pues no parecía hacer juego con su edad. Un día, mientras ayudaba a Inocencia en la cocina, dijo algo que se quedó grabado en el corazón de todos: "Aunque no tengamos regalos, tenemos algo mejor: estamos juntos". Esas palabras resonaron en Heliodoro, quien decidió que, a pesar de la ausencia de regalos materiales, haría algo especial para su familia.

Con la ayuda de sus hermanas, Heliodoro comenzó a trabajar en secreto en un regalo para su padre y tío Pedro. Usando materiales reciclados y su creatividad, construyeron un pequeño barco de madera, un símbolo de esperanza y libertad, algo que su padre siempre había soñado tener. Sabían que no era un barco real, pero para ellos representaba la promesa de un futuro mejor.

Mientras tanto, en la obra, el tío Pedro y el padre de Heliodoro enfrentaban jornadas extenuantes bajo el mando de Don Ignacio. Sin embargo, a pesar del cansancio y la frustración, mantenían la esperanza de un cambio, impulsados por el amor a su familia.

La víspera de Navidad llegó, y contra todo pronóstico, Don Ignacio decidió darles el día libre a sus trabajadores, movido por un inesperado sentimiento de generosidad. El tío Pedro y el padre de Heliodoro regresaron a casa temprano, sorprendiendo a todos. La cena, aunque sencilla, que consistía principalmente de frijoles con salsa y tortillas, estuvo llena de risas y anécdotas de cada uno de los presentes. 

El tío Pedro platicó la vez que cuando iban de regreso a la casa se les ponchó la llanta de la camioneta que los transportaba, y entre el lodazal tuvieron que empujarla todos durante varios kilómetros. Para terminar llegando al barrio pasada la una de la madrugada.

Inocencia contó la vez que se le escapó un pollo del corral en su intención de atraparlo para preparar un caldo, corrió a media calle y cuando lo volvió a ver lo acababa de atropellar un coche. Esa vez tuvieron que comer arroz solo.

Y así cada uno contaba cosas simpáticas que a lo largo del año le habían ocurrido, y lo más importante, agradecían seguir siendo una familia unida. Al final de la noche, después de la cena, Heliodoro y sus hermanas presentaron su regalo. La emoción llenó los ojos del padre y del tío Pedro al ver el pequeño barco, un regalo humilde pero cargado de significado.

Aunque la vida en el barrio playero era dura, esa Navidad les enseñó que el amor y la unidad eran sus mayores tesoros. Y mientras el sol se ponía en el horizonte, reflejando sus últimos rayos en el mar, la familia se abrazó, sabiendo que, mientras estuvieran juntos, podrían enfrentar cualquier desafío que les deparara el futuro.