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Hoy es de esos días en los que siento la necesidad de escribir sin darme cuenta que en realidad no sé de qué hacerlo. Mientras divagaba, pensaba en la clase de persona que quería ser a mi edad, hace algunos años. No soy nada semejante.

Cuando era niño estaba ansioso por descubrir la vida, quería que todo lo bueno me ocurriera enseguida, me veía casado a los dieciocho; a mis veinticinco ya ilusionaba con tener algún hijo. Me veía completamente independiente, amando las cosas bellas de la vida, me veía trabajando en alguna empresa recibiendo buen sueldo, me veía entonces portador de un automóvil, me imaginaba que la vida era más sencilla, mucho más. Cuando era muy niño era delgado, siempre supuse que eso no cambiaría. Era honorífico en mis notas, las personas me halagaban todo el tiempo. Pero, a pesar de todo, no conocía el ego. Creí que sería bajo de estatura como mis padres, me imaginaba que en algún momento sería guapo, pues entonces no era muy feo.

Hoy, crecido, con varios años encima y experiencias fallidas me veo contrario a esas ideas; entonces no conocía muchos secretos que hoy conozco, desconocía que mi vida había sido forjada como la de muchísima gente, pensaba que las personas por naturaleza buscaban el bien, por consiguiente era fácil aprovecharse de mi ingenuidad.

Me observo profundamente en las nostálgicas imágenes que hay en mi memoria del pasado y me convenzo de que no soy nada de lo que quería ser, ni como, ni con quién. Me entristezco por parecer una víctima más del estadístico, de esos que no cumplen sus sueños, quienes solo idealizan y terminan desempleados, endeudados, erosionados por el paso del tiempo.

Lo mejor es que todavía no termino del todo, y aunque del punto donde me encuentro es fácil caer más; hay cosas que puedo mejorar, que no es que lo esté haciendo pues mi mente es perezosa. Todos merecemos un mundo mejor para vivir, todos merecemos ser queridos por igual, pero las personas lo saben, todos lo saben, algunos hasta lo viven, el mayor trabajo de convencimiento tiene que llegar hacia uno mismo. Que no se cree nada, que parece que "todo lo hace mal".

Considero que al día de hoy, viéndome con el filtro de mis ojos de niño, soy un fracasado. A pesar de mis muchos intentos por no serlo.

Y me digo a mí mismo y a quien lo necesite: Si no piensas vivir esta vida para siempre, por lo menos ten la actitud de enfrentarla como si fuera la última vez que lo harás.

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Hoy es de esos días en los que siento la necesidad de escribir sin darme cuenta que en realidad no sé de qué hacerlo. Mientras divagaba, pen...