No sé si sea incongruencia con lo que pienso,
la forma de medir mi preocupación andante,
en serio el temor me crispa,
¿alguien osa molestar? Desesperante.
La gracia de la satisfacción ante lo propio,
la dicha de haber logrado un poco,
el arte de creer que lo ajeno es vano,
olvidar todo sin recurrir al opio.
Sentir es fácil cuando se está en cautela,
recorrer la sangre de los pies hasta las muelas,
respirar la hiel en un sistema
atados de pie, es una condena.
¿Y si empiezas por decir que no lo esperas?
Nada quiero, sé muy bien lo que me aterra.
Si crío se aproxima, si la casa está mal,
si se ensucia más, cual sea su petición
ha sido la portadora quién firmó su condena.
No puedo ser, no puedo estar ni existir,
el sonreir es una de las cosas que más trabajo cuesta.
Hago lo que me corresponde, medito los males en mí;
sin fuerza, sin ganas, con fatiga termino por advertir.
Me limito al área que me corresponde,
a usar solo los recursos destinados a mí.
No objeto ni estorbo a nadie.
Incómodos, adiós de aquí.
Mi trabajo me ha costado hacer las cosas debidamente,
la situación actual de mi alma es frágil obviamente.
Si se termina el texto, no cambio de puesto;
mejor, como la vida, lo mantengo abierto...
la forma de medir mi preocupación andante,
en serio el temor me crispa,
¿alguien osa molestar? Desesperante.
La gracia de la satisfacción ante lo propio,
la dicha de haber logrado un poco,
el arte de creer que lo ajeno es vano,
olvidar todo sin recurrir al opio.
Sentir es fácil cuando se está en cautela,
recorrer la sangre de los pies hasta las muelas,
respirar la hiel en un sistema
atados de pie, es una condena.
¿Y si empiezas por decir que no lo esperas?
Nada quiero, sé muy bien lo que me aterra.
Si crío se aproxima, si la casa está mal,
si se ensucia más, cual sea su petición
ha sido la portadora quién firmó su condena.
No puedo ser, no puedo estar ni existir,
el sonreir es una de las cosas que más trabajo cuesta.
Hago lo que me corresponde, medito los males en mí;
sin fuerza, sin ganas, con fatiga termino por advertir.
Me limito al área que me corresponde,
a usar solo los recursos destinados a mí.
No objeto ni estorbo a nadie.
Incómodos, adiós de aquí.
Mi trabajo me ha costado hacer las cosas debidamente,
la situación actual de mi alma es frágil obviamente.
Si se termina el texto, no cambio de puesto;
mejor, como la vida, lo mantengo abierto...
No sé si sea incongruencia con lo que pienso, la forma de medir mi preocupación andante, en serio el temor me crispa, ¿alguien osa moles...
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Aquí guardo fragmentos de mis días: anécdotas que me han formado, pensamientos que se resisten al silencio, destellos de oraciones que encuentro en los bordes de la rutina.
Escribir, para mí, no es un oficio sino una forma de respirar. Cada texto nace del impulso de entenderme y, tal vez, de reconciliarme con el mundo.
No busco atención o aplausos; solo dejar constancia de lo que alguna vez fui, mientras sigo aprendiendo a mirar con calma.