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Viernes primero de noviembre de dos mil diecinueve; añoraba la ausencia de mi familia, tenía un par de deudas importantes y mis costes de vida eran, por decirlo cálidamente, elevados. Despilfarrando gracias a la holgura que un "buen" sueldo representa, observaba el entorno sin darme cuenta que estaba a punto de comenzar con un experimento que podría cambiarme la vida.

Le llamé por teléfono a ese amigo al que le debía mil quinientos pesos. Oye, amigo, quisiera iniciar un proyecto; llevo algunas semanas analizando números masivamente y he desarrollado durante mis noches de insomnio un algoritmo que me permite prever escenarios óptimos de inversión con crecimiento acelerado; el riesgo está en ambos, quisiera iniciar probando durante todo el año próximo su funcionalidad, creo sinceramente ser capaz de conseguirnos beneficios muy superiores a los instrumentos más comunes de inversión, en específico he comparado mi estrategia con CETES y tengo que decir que los datos son favorables.

Todo en esta vida es un experimento; tardé bastante en verlo de esa manera. La comodidad de percibir un sueldo recurrente con cierto nivel de estabilidad produce una falsa percepción de seguridad; cosa que poco más de dos meses después descubrí; cuando recibí la llamada de mi compañera de recursos humanos diciéndome: "Hoy es tu último día en la empresa". Mi sustento se desmoronaba. ¿Y ahora qué voy a hacer?

Lo peor, lo pero es que me sentía en un alto nivel de incompetencia, y no por mi desconocimiento, más allá de eso, la falta de práctica me empezaba a jugar malas pasadas; establecía conversaciones con personas de otras empresas si éxito alguno, me llamaban en torno a vacantes publicadas y me tocaba interactuar pésima recepción telefónica, fallo tras fallo. Sin trabajo, sin dinero, sin capacidad de encontrar otra cosa; tenía que hacer algo por mi cuenta. Llorar las consecuencias de mi despido no podía frenar mi existencia.

Alternativamente el proyecto independiente seguía creciendo, mi poco dinero invertido había empezado a dar frutos; al momento, todo lo hago para consolidar un producto, así que no, no hay comisiones ni se capitaliza el mercado captado por ahora (sigue sin ser negocio).

Una semana después de despedirme y dejarme con el corazón roto me marca mi exjefe; construí la infraestructura interna de un CRM y un ERP para la empresa; necesitaban agregar elementos, necesitaban modificar actividades y cronogramas; y es que, a pesar de que les hice llegar un instructivo, prefirió que de manera independiente que le diera mantenimiento a dicha infraestructura, en teoría me estaban recontratando a manera de freelance para mantener el producto que les desarrollé por una fracción de mi sueldo anterior. ¿Qué más da? Necesito comer, y vivir; además amo mucho el proyecto que levanté con ellos. Claro que acepto.

Días más adelante el asunto de la pandemia se vuelve real y se extiende hasta cada rincón de la Tierra, llevándose mis siguientes postulaciones entre las patas. Nadie me llama, nadie me busca, nadie me ofrece empleo. Con lo que gano no es suficiente para vivir, a penas me da para pagar uno que otro pendiente. Como por jugada prefabricada por parte del destino, la enfermedad toca a mi puerta, mi lamentación crece, tengo que buscar asilo donde un desmayo, una crisis o un agravio puedan estar a la vista de alguien más; me enfilo a casa de mis padres.

El asunto de la pandemia se vuelve serio, crece tanto que se vuelve una necesidad primordial el mantenerse encerrados. No es broma. ¿Y cómo voy a encontrar ocupaciones si no hay nada abierto? Es más, ¿a quién le puedo ofrecer mis servicios como desarrollador de software o ingeniero en sistemas si las empresas están literalmente cerrando sus puertas por periodos indeterminados. El dolor de cabeza se volvió una constante; como así fue también el crecimiento de los beneficios alcanzados con el proyecto independiente.

A casi la mitad del año transcurrido, con algunas áreas reactivando lentamente, sigo buscando una oportunidad laboral; desde mi último despido no estoy buscando una cantidad de dinero o proyecto en específico, me he vuelto alguien mucho más austero en mi diario andar, valoro en demasía la calidad de vida que comparto con mis padres y hermana, extraño sin duda las grandes urbes colectivas, la libertad de visitar los cines y centros comerciales, el clima menos caluroso, las transeúntes atractivas.

Al mismo tiempo he tenido que invertir en crecer el desarrollo y la investigación que rodea al servicio independiente en el que vengo trabajado, además de haberlo registrado (que como dije en la entrada anterior, por no haber citas en el SAT, todavía no puedo capitalizar); mi esperanza en ver crecer ese proyecto y hacer más por los demás está más clara cada día. Si me preguntan de qué va futuro negocio, me dedico a manejar portafolios de inversión garantizándoles un crecimiento superior a cualquier instrumento convencional a mis clientes; utilizando medidas básicas como la diversificación, el análisis masivo de datos, la generación de rendimientos "a pesar" de las hostilidades que presente entorno, entre otras cosas.

¿Y funcionará? Pues al día de hoy, a siete meses de iniciado, nunca he quedado mal a mi palabra y les he otorgado siempre rendimientos superiores al porcentaje compuesto que garanticé semana a semana a mis asociados. Alcanzando una sorprendente proporción de retorno de aproximadamente el cincuenta porciento en el tiempo que llevamos gestionando, espero podamos seguir en este viaje juntos, espero logremos grandes cosas; y espero que llegue a ser un excelente negocio sano, funcional y autosustentable.

Ah, sí, yo sigo buscando empleo: Tengo 33, soy ingeniero en sistemas con enfoque al desarrollo web (aunque también he hecho administración de sistemas y bases de datos, soporte L3, integración y soporte), he manejado diversos lenguajes de programación y lo mejor es que no tengo miedo a moverle a otras cosas, sé trabajar en entornos con núcleo Unix; todo el tiempo estoy estudiando algún curso (actualmente selenium, postgresql y python), he trabajado para empresas grandes como Intel y Tata, aunque tampoco me intimidan las start-ups, finalmente no busco un gran sueldo: Págame lo que quieras pero dame trabajo y no me obligues a asistir a una oficina. En mi situación actual lo hago, no por abandonar mi proyecto; sino para nutrirlo y darle el impulso inicial que se merece.