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 Como se pospuso lo de los fontaneros hasta nuevo aviso (al parecer mañana), decidí ir rápido a comprar unos boletos que tenía pendientes y de paso ver si encontraba una mochila pequeña para colocar algunas herramientas y que no anden desbalagadas. En toda la logísitca no tardé más de media hora, regresando a la casa, esto sucedió a penas: Pasa un señor como de setenta años y toca al cancel. Generalmente no pelo eso ruidos porque estoy encerrado en mi cuarto y no se escucha nada, pero acababa de llegar y me metí por un poco de agua para beber.

Sigue tocando y me asomo a preguntar: —¿Qué se le ofrece?

El hombre desarreglado, sudado y rojo claramente de la asoleada que trae encima, me dice:

—Disculpe que lo moleste, ando pidiendo una ayuda para comprar un pasaje para volver a mi pueblo.

—¿Qué pueblo es ese?

—Se llama Plateros, está en Zacatecas.

Lo miro con desconfianza y pregunto: —¿Y cuánto le cuesta su viaje de regreso a Plateros?

—Quinientos cincuenta. Me responde. 

—¿Pero es neta que quiere esa lana para regresarse?

—Es la neta. De verdad.

—¿Por Diosito que está presente viéndonos?

—Sí, es para eso.

Saco de la cartera un billetillo de cien, se lo doy. Saco uno de quinientos, se lo doy también.

—Tenga, pero no lo quiero ver que sigue pidiendo.

Los toma, se va. Salgo un poco después a revisar si se ve a la deriva y ya se había ido, al menos de la calle.

Espero que a ese Señor le sirva el dinero. Gasto más en porquerías. Y si algo tengo en cuenta siempre es que hay personas que me han ayudado un montón de veces, así que se siente chido ayudar de vez en cuando a alguien que aparenta encontrarse en una necesidad.

Escribo esto no para quedar bien ante un tercero que me lea, sino como un recordatorio si en el futuro lo leo de que es importante estar ahí para otros. Habrá quienes te pidan, pero la mayoría de gente se queda callada.

Pero dar es una manifestación de generosidad y amor que nos conecta subconscientemente con los demás, y una forma de valorar y reconocer la vida que compartimos. Esto va más allá de los obsequios materiales, pues con tiempo, ánimo, atención o conocimiento estamos haciendo lo mismo. En ese sentido, la empatía nos lleva a ser mejores personas.

Al dar abrimos parte de nuestro corazón y mostramos interés en el prójimo, esta conexión nos sirve para identificar y comprender las necesidades de los que nos rodean. Pero hay que hacerlo sin esperar algo a cambio, pues con eso nuestra verdadera capacidad de brindar y recibir afecto queda evidenciada.

Eso sí, hay que encontrar un equilibrio entre dar y cuidar de nosotros mismos, para permitir que el crecimiento llegue sin resentimiento alguno. Por eso son necesarios los límites si se quiere mantener como una práctica saludable y sostenible.

Además está comprobado que los actos de generosidad sirven también a quien da. Ya que ocurre una liberación de estrés momentanea y es útil para reconocer en dónde estamos parados teniendo una perspectiva más realista de la vida.

P.D. No, dar a otros no te hace mejor persona en ninguna medida. Pero muestra que hay algo en ti.



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