Estimada Señora de la Lavandería,

Me dirijo a usted con el fin de presentar una queja formal sobre un asunto que me ha causado una gran molestia e inconvenientes. Lamentablemente, he notado que en varias ocasiones han desaparecido algunas de mis prendas íntimas después de utilizar su servicio de lavandería. Esta última vez, me he visto privado de tres calzones marca Calvin Klein, uno de color negro, uno azul y uno gris.

Entiendo que en un negocio como el suyo, donde numerosos clientes utilizan sus instalaciones, pueden ocurrir confusiones o errores. No obstante, este tipo de situaciones no debería repetirse con frecuencia, ya que genera malestar y pérdida económica para quienes confiamos en sus servicios.

Me gustaría solicitar que se tomen las medidas necesarias para investigar este asunto y, de ser posible, recuperar mis prendas perdidas. Además, creo que es fundamental que se establezcan protocolos más rigurosos de control y manejo de las prendas de los clientes, a fin de prevenir que este tipo de situaciones vuelva a ocurrir en el futuro.

Agradezco su pronta respuesta y colaboración en este asunto, y espero que podamos encontrar una solución satisfactoria tanto para usted como para mí. Si es necesario, me gustaría mantener una reunión personal con usted para abordar este problema de manera más directa y eficiente.

Quedo a la espera de su respuesta y soluciones propuestas, y me gustaría reiterar mi deseo de resolver este inconveniente de manera amistosa y eficaz.

Atentamente, Carlos.



Calzones

Por
 Estimada Señora de la Lavandería, Me dirijo a usted con el fin de presentar una queja formal sobre un asunto que me ha causado una gran mol...

 Me está costando dormir. Ando cansado.

Digo, son las dos, sería que "no pasa nada" pero mañana hay que levantarse a trabajar desde temprano, hay algo que no me deja en paz, un pensamiento.

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En la penumbra nocturna, bajo cielos sin estrellas, 
Mis pensamientos vagan hacia ti, en tinieblas. 
Eres el faro distante, cuya luz se desvanece,
Atrapado en el abismo, donde la razón se estremece. 

Tus ojos como rocas de jade cautivantes, 
Y tu piel radiante, en mi mente siempre errantes. 
En el misterio de tu mirada, me pierdo sin remedio, 
Atraído hacia la tragedia, en un laberinto sombrío. 

Atracción distinta, el eco de la tragedia, 
Nos consume en silencio, en nuestra propia marea. 
Nuestro encuentro maldito, es la llave de la desdicha, 
En este mundo absurdo, donde el sentido se marchita. 

Tu figura preciosa, un enigma deslumbrante, 
Despierta en mí un deseo, tan ardiente como distante. 
Dentro de esa imperfección, se esconde un vacío infinito, 
Un destino sombrío que nos arrastra hacia el precipicio. 

En la oscuridad, tu risa resuena como un réquiem, 
Una llamada a la perdición, donde el consuelo es un bien efímero. 
Acepto mi destino, me entrego a la desesperación, 
En el abismo de la tragedia, he hallado mi redención. 

Y en ese instante, donde la fatalidad me arrastra, 
Descubro la verdad del ser, en el vacío que nos desgasta. 
Aunque somos condenados, en este teatro del absurdo, 
En tu misteriosa atracción, he encontrado mi refugio.

Forzado a no compartir contigo momentos,
He tenido que sumergirme entre libros y documentos.
Aceptando con dolencia que los tiempos no me corresponden,
Que las horas son contadas, y tus destellos de gracia de mí se esconden.



La vida no me daba, siendo sincero; quería hacer cosas, conocer personas, acercarme a nuevos lugares y experiencias, pero me asustaba relacionarme con gente desconcida, y me sigue pasando. El problema conmigo es que los vínculos emocionales que desarrollo se ven destruidos en segundos cuando me defraudan.

Fue entonces donde cambié las creencias populares que tenía en mi interior, al final todos somos un personaje fugaz en la vida de alguien más; es cierto, tengo malas experiencias siendo la "primera impresión" de algunos, pues me tienen una especie de miedo cuando estoy callado y si me escuchan hablar tampoco es que se sorprendan para bien.

Funciono en esos escenarios como una máquina tragamonedas, tengo que ser activado; si no, es como estar frente a un muerto en vida. Aunque mis pensamientos, argumentos, opiniones y gustos puedan ser ampliamente expuestos, no necesariamente significa que los voy a hacer presente, por lo general soy un escucha nada más.

Además en este mundo estamos llenísimos de opiniones de todos los contextos (y en su mayoría son erróneas), qué más da si creo que el joven ahogado en alcohol está siendo evidentemente absurdo en platicar sus "memorias", si la chica de falda claramente está siendo víctima de control emocional por parte de quien tiene al lado...

No sé por qué escribí lo anterior, cero me importa; desde que tengo memoria he sido un personaje gris por eso mismo porque no me vinculo tan fácilmente con absurdeces. El otro día mi amigo se refirió a mí como una especie de "Thom Yorke, algo así como un talentoso personaje aparentemente depresivo, sumido en su pesimismo emocional pero que cuando lo conoces bien es una persona genial". Y eso viniendo de alguien que considero mi amigo desde hace como veinte años resultó revelador.

La gente que me conoce y ama de verdad es la que obtiene lo mejor de mí, pueden preguntar a mi hermana cuando quieran lo que quieran, o a mis amigos de antaño. Ella el otro día dijo una frase que me gustó mucho: "cómo puedo esperar menos", haciendo referencia a que todos los días le digo que la amo (igual que a mi padre y a mi mamá) y cuando estoy con ellos los abrazo muchísimo. Quizá por esa misma razón huí de acá hace algunas semanas, porque se me quebró el corazón cuando al querer mostrar afecto no fui correspondido. Después, ya en casa con la familia, me recuperé. Pero hasta ese punto me sentí incómodo.

La incomodidad, para mí, se traduce como la proyección de no pertenencia que me emite alguien más en relación a un lugar (o cercanía a una persona): En contexto, por ejemplo, cuando me sentía incómodo en mi antiguo depa, era consecuencia de que el metro por dos que solía tener asignado para tender mi cobija y dormir en un rincón, tenía zapatos o ropa sucia de alguien llegada la noche, o como cuando alguien se ponía a escuchar música a todo volumen justo al lado mío sin audífonos (y obvio, sin ser mis gustos musicales) a la una de la mañana sin respetar que al día siguiente algunos teníamos que madrugar a trabajar, o cuando otro de mis roomies literalmente se adueñó de toda la casa en la que vivía y tuve que remitirme a estar encerrado en mi cuarto o no estar.

Otra cosa que suele fastidiarme son las mentiras innecesarias por cosas simples de forma reiterativa; comprendo perfectamente que las mentiras son una forma de adaptarse a la sociedad y son en sí la gran base que sustenta la modernidad, pero cuando alguien miente de manera patológica me resulta desalentador, me apaga.

Y así llegamos al fin de esta reflexión irreflexiva de cómo han ido las cosas en mi cabeza. Estoy bien, si alguien se lo pregunta, así a secas. Tengo como prioridad este asunto con el que ando lidiando que es una subida prolongada y difícil, pero confío plenamente en conseguirlo. Todo es cosa de no desistir de salir a caminar y no abusar con los alimentos, por ahora. Bajar cincuenta kilos va a ser, sin duda, uno de los grandes retos de mi versión actual.



 A veces creo que la deuda kármica que tengo es inmensa, porque no veo salida de estas cosas; con la cabeza traicionándome de esta manera, más allá de los pensamientos tristes, lo fácil que luego cree que puede hacer las cosas a su modo, cuando no se le dan, cuando no sabe cómo. Eso mismo me pasa con el estudio, que todavía no tengo idea de cómo lo voy a construir, pero aquí sigo, invirtiendo en tablas para aislar el ruido y esponjas.

Al fin el interior de la casa es blanco, me tenía harto ese color anaranjado horrendo.

Hoy inicia otro mes, según mis notas del día, se ha sentido demasiado extenuante. Las piernas me duelen, el pecho lo siento apretujado (como cuando estoy triste) y la espalda como si hubiera cargado algo pesado.

Dormiré en el piso, en una de esas conecto con la parte de mí que no está sintiéndose cómoda todavía; podría echarle la culpa a la alimentación, pero siendo sincero, días recientes he comido muy pocas cosas que me causen estragos.

En una de esas puede que solo sea nostalgia y algo de tristeza de darme cuenta que un par de personas que me solían leer, ya no me leen más. Esto siempre provoca que se me pongan rojos los ojos, como si quisiera llorar porque alguien que supuestamente me estimaba se está alejando. Y la verdad es que eso probablemente ni siquiera sea cierto, aquí la culpa la tienen los pensamientos traicioneros que luego llegan.

Pero he decidido que me agarraré de mi fuerza de voluntad y obligaré a que esta sensación se vuelva un impulso para reiniciar hábitos saludables. Lo de comer menos cochinadas ya lo empecé, pero me ha faltado salir a caminar y agotarme de eso, no de sobrepensar otras cosas. Me veo ridículo rogando afecto donde no.

Al final ese es el peor defecto de un ser sociable, que uno busca el espíritu de pertenencia donde no hay necesidad de que exista. Soy un geek, un nerd, un rechazado; está bien, lo acepto, esas banderas llegaron hace años y difícil es que cambien de un día para otro, en lo que hay que trabajar es en lo que se tiene.

Porque todavía hay virtud escondida, hay bondad y congruencia. Respeto y tolerancia. Peleaba en mi cerebro con justificar estas letras y no parecer necesitado de atención; y es así: En la actualidad eres gordo, viejo, indeseable, sin atractivo y no muy simpático. La única forma de descubrir los talentos y la belleza ocultos, es dándote un lugar en la existencia, pero si alguien a quien quieres en tu vida, te invisibiliza ignorándote, reduces tu valor a cero.

Lo que se debe hacer en circunstancias como la anterior descrita es cambiar de óptica hacia ese alguien y enfocarse hacia otro lado, en una de esas la diosa Nike nos sonríe. Podrá incomodar un poco al inicio, pero es normal, sabido es que cosas más difíciles se han superado.



 Como se pospuso lo de los fontaneros hasta nuevo aviso (al parecer mañana), decidí ir rápido a comprar unos boletos que tenía pendientes y de paso ver si encontraba una mochila pequeña para colocar algunas herramientas y que no anden desbalagadas. En toda la logísitca no tardé más de media hora, regresando a la casa, esto sucedió a penas: Pasa un señor como de setenta años y toca al cancel. Generalmente no pelo eso ruidos porque estoy encerrado en mi cuarto y no se escucha nada, pero acababa de llegar y me metí por un poco de agua para beber.

Sigue tocando y me asomo a preguntar: —¿Qué se le ofrece?

El hombre desarreglado, sudado y rojo claramente de la asoleada que trae encima, me dice:

—Disculpe que lo moleste, ando pidiendo una ayuda para comprar un pasaje para volver a mi pueblo.

—¿Qué pueblo es ese?

—Se llama Plateros, está en Zacatecas.

Lo miro con desconfianza y pregunto: —¿Y cuánto le cuesta su viaje de regreso a Plateros?

—Quinientos cincuenta. Me responde. 

—¿Pero es neta que quiere esa lana para regresarse?

—Es la neta. De verdad.

—¿Por Diosito que está presente viéndonos?

—Sí, es para eso.

Saco de la cartera un billetillo de cien, se lo doy. Saco uno de quinientos, se lo doy también.

—Tenga, pero no lo quiero ver que sigue pidiendo.

Los toma, se va. Salgo un poco después a revisar si se ve a la deriva y ya se había ido, al menos de la calle.

Espero que a ese Señor le sirva el dinero. Gasto más en porquerías. Y si algo tengo en cuenta siempre es que hay personas que me han ayudado un montón de veces, así que se siente chido ayudar de vez en cuando a alguien que aparenta encontrarse en una necesidad.

Escribo esto no para quedar bien ante un tercero que me lea, sino como un recordatorio si en el futuro lo leo de que es importante estar ahí para otros. Habrá quienes te pidan, pero la mayoría de gente se queda callada.

Pero dar es una manifestación de generosidad y amor que nos conecta subconscientemente con los demás, y una forma de valorar y reconocer la vida que compartimos. Esto va más allá de los obsequios materiales, pues con tiempo, ánimo, atención o conocimiento estamos haciendo lo mismo. En ese sentido, la empatía nos lleva a ser mejores personas.

Al dar abrimos parte de nuestro corazón y mostramos interés en el prójimo, esta conexión nos sirve para identificar y comprender las necesidades de los que nos rodean. Pero hay que hacerlo sin esperar algo a cambio, pues con eso nuestra verdadera capacidad de brindar y recibir afecto queda evidenciada.

Eso sí, hay que encontrar un equilibrio entre dar y cuidar de nosotros mismos, para permitir que el crecimiento llegue sin resentimiento alguno. Por eso son necesarios los límites si se quiere mantener como una práctica saludable y sostenible.

Además está comprobado que los actos de generosidad sirven también a quien da. Ya que ocurre una liberación de estrés momentanea y es útil para reconocer en dónde estamos parados teniendo una perspectiva más realista de la vida.

P.D. No, dar a otros no te hace mejor persona en ninguna medida. Pero muestra que hay algo en ti.



Generosidad

Por
 Como se pospuso lo de los fontaneros hasta nuevo aviso (al parecer mañana), decidí ir rápido a comprar unos boletos que tenía pendientes y ...

 Es difícil dejar de ser uno, desaprender, reconstruirse a partir de nada. Cuando llegamos a los primeros años de la carrera, recuerdo que uno de los profesores nos dijo: "Todo lo que saben hasta ahora de la materia, olvídenlo, no sirve para nada", solo de pensar una circunstancia similar me sorprendo, pero es posible. Y eso pasa seguido en diversas áreas de nuestra vida. Tenemos que recomponernos y abandonar ideas que nos tenían sometidos.

Conforme se estudia, se da uno cuenta que la mayoría de preceptos y reglas que nos rodean y nos delimitan como sociedad, están ahí a penas hace unos cuantos años; y que a lo largo de la existencia humana, las cabezas dirigentes han ido cambiando constantemente, dependiendo de quienes nos gobiernen. Obviamente, quienes nos dirigen hoy nos inculcan sus credos y leyes montados en sus propios beneficios; así fue hace cien años, así hace quinientos y así será en un futuro próximo.

Enfrentar a los miedos impuestos resulta un plano complejo, más porque en primer lugar tienes que atravesar una línea de señalamientos provenientes de quienes te rodean, y eso puede convertirte en alguien indeseable. Pero siempre recuerda, hay un gran porcentaje de probabilidad que aquello por lo que te castigas ética o moralmente hoy, hace un centenar de años ni siquiera era motivo de juicio.

Pero entonces, ¿está bien o no adaptarse a los cambios y a la ola de modernidad que nos alcanza e inhunda a cada segundo que pasa? No es fácil responderlo si se quiere mantener una postura neutral. Tengamos en cuenta que no todos los cambios significan mejoras, no todos los "avances" son hacia adelante. Simplemente estamos más adentro del vórtice que se ha hecho para contenernos y moldearnos.

Escribo esto mientras le doy vueltas en mi cabeza a sucesos del pasado que me han colocado aquí; algunos no han sido grandiosos, pero me siento agradecido por lo poco o mucho que haya avanzado. Analizándolo, hace diez años ni siquiera me podría imaginar en un contexto similar al actual, tan estoico y simple, dándole un minúsculo valor a las posesiones y enfocándome en ser geniuno con las experiencias principalmente, sin afán de demostrar nada, sin intención de autoengañarme. Simplemente ser, y ya está.



En una ciudad al borde del olvido, dos colinas dominaban el paisaje: Tristeza y Perversidad. Mientras que Tristeza era conocida como un lugar de consuelo y reflexión, Perversidad tenía una reputación sombría y misteriosa. Se decía que en su cima, las emociones más oscuras y los deseos prohibidos cobraban vida.

Tres amigos, Martina, Sergio y Renata, vivían en esta ciudad y compartían una conexión especial, forjada por sus aventuras juntos en las dos colinas. Martina era una pintora talentosa, Sergio un músico apasionado y Renata una escritora imaginativa. A pesar de la oscuridad que rodeaba a Perversidad, los amigos se sintieron atraídos por su misterio y decidieron explorarlo juntos.

Inspirados por la música que agregaron en una lista de reproducción reflexiva, Martina, Sergio y Renata comenzaron a crear un proyecto artístico que combinara las emociones encontradas en ambas colinas. Querían demostrar que incluso en medio de la oscuridad, la amistad y el amor podrían ser la luz que los guiara.

Martina pintaba cuadros que retrataban las dos colinas en contraste, mostrando cómo la luz y la oscuridad podían coexistir y complementarse. Sergio componía música que reflejaba la lucha interna entre el bien y el mal, y cómo las decisiones que tomamos pueden moldear nuestro destino. Renata escribía historias que entrelazaban las penas de Tristeza con la tentación y el misterio de Perversidad.

Juntos, los amigos subieron a la cima de Perversidad, enfrentando sus miedos y demonios internos. A medida que llegaban a la cima, descubrieron que, aunque las sombras y los secretos acechaban en cada rincón, también encontraron la fuerza para superar sus luchas y aprender de sus experiencias. Comprendieron que la oscuridad no tenía poder sobre ellos siempre y cuando permanecieran unidos.

Cuando regresaron a la ciudad, compartieron su proyecto artístico con la comunidad. Sus creaciones capturaron la atención de todos, mostrando cómo enfrentar la oscuridad y encontrar consuelo en la amistad y el amor, incluso en los momentos más difíciles. La gente comenzó a visitar ambas colinas, aprendiendo a abrazar sus emociones y enfrentar sus miedos.

La historia de Martina, Sergio y Renata se convirtió en una leyenda en la ciudad, y las dos colinas dejaron de ser vistas como opuestas, sino como complementarias. Las personas aprendieron que enfrentar la oscuridad y encontrar consuelo en los demás era parte del viaje hacia la felicidad y la paz interior. Y así, las colinas Tristeza y Perversidad se convirtieron en símbolos de la lucha humana y la importancia de las conexiones emocionales.