¿Es triste despejar dudas? El fracaso es una constante que inminentemente encontraremos adelante, sin importar el rumbo que tomemos, tarde o temprano la tristeza de no conseguir lo que anhelamos se hace presente. Así que, aunque triste, es catártico.

Llegar a un punto en el que tras analizar la consecución de decisiones te des cuenta que eres lo que eres como resultado de todos tus errores del pasado; poder agradecer sin embargo, que las experiencias vividas no han hecho más que nutrir tu alma y espíritu, es una enorme victoria.

Hace días veía una publicación de una chica extranjera en la que comentó algo que me gustó mucho: El mexicano siempre ve la virtud en las situaciones, no importa que le haya ido mal o bien. Si le fue bien, lo celebra con todo su ser y si le fue mal, toma con optimismo el aprendizaje adquirido.

Ya sabes, el proceso de reincorporación ante el duelo es complejo; pasando por todo el tiempo que supone la negación, después hay que aceptar que las cosas no son para uno, a veces esas etapas permanecen con uno durante años. De ahí el enojo, la ira, el coraje, lo que venga consigo...

Pero estuvo bien ilusionarse, siempre es bueno intentar, mejor es que el mundo reconozca que no pudiste conseguir algo que te vieron comprometido a alcanzar, en lugar de no haber movido un solo dedo. Porque peor que el fracaso es la mediocridad de la inacción.

Los deseos van a seguir llegando, y tanto los objetivos como los obstáculos son entes dinámicos. Tenía que sacar lo anterior de mi sistema, necesitaba expresarlo en algún lugar y que quedara evidencia.



 Más de un mes sin pasar por aquí, pues no tenía ganas de casi nada, las situaciones en mi entorno se complicaban lentamente hacia un destino catastrófico, los miedos hacían fila para doblegarme. No recordaba la última vez que tuve una razón para celebrar, el año se comportaba peor de lo que esperé... Hasta que me llegó una noticia que transformó mi paradigma de cómo venía viendo las cosas.

Atracción hacia lo bueno, aceptación del éxito en pequeñas dosis en lugar de victimizarme por la seguidilla de fracasos. Volví a ser otra vez yo, con un montón de cosas a cuestas, pero feliz de poder agradecer a la vida. "La gente que nos rodea se sigue muriendo a montones", fue algo de lo que me dije, deseaba convencerme de que por mal que estuviera, muchos la estaban pasando peor.

Escribir quedó demasiado abajo en mi escala de prioridades, leer me costaba un trabajo titánico. Tuve que girar la tuerca, cambiar la dirección hacia la que observaba, y entonces me di cuenta: remaba contra corriente, el mundo en medio del colapso y yo queriendo tratar de mostrar cosas que todavía no era, deseando aprender tecnologías para las que anhelaba ser bueno, aplicando a posiciones de las que nunca me hablaron.

Y sí, opté por dejar que el tiempo decidiera por mí; ya había hecho decenas de jugadas sin lograr ser aceptado, las empresas no me querían, ¿será que estoy en una especie de lista negra?, detalles que nunca sabré. Lo que sí sé y por lo que vine hoy, es que me convertí en el vivo ejemplo del sobreviviente a las arenas movedizas que dejó de luchar contra ellas.

Durante toda la previa, morí y reviví sueños repetidas ocasiones; hasta que una tarde, cansado de fracasar en mis intentos, recibí una llamada, en la que se me ofrecía dar algunas clases de computación a niños. En mi pensar profesional (con el ego de un ingeniero a tope) siempre me dije que los profesores de materias tecnológicas no son más que personas frustradas que no encontraron cabida en su rubro laboral, así que terminaron en docencia. Lo dije y ahora lo vivo, no sin antes expresar mi más profundo respeto a los que se encuentran en un contexto similar, he comprendido cosas que antes, por mi visión incompleta, solamente ignoraba.

Desde el primer día me prometí ser un tipo de instructor que enfocara su esfuerzo en ver a los alumnos dominando los objetivos; pero me puse límites como si fuera un estudiante más: No voy a hacer exámenes, no impondré tareas y todas las actividades relacionadas al tema se realizan en clase.

Con esa metodología en mente, la logística para conseguir recursos será importante; y la utilización de herramientas en línea durante este periodo obligatoriamente digital será la base para conseguirlo. ¿He de lograrlo? No tengo idea, pero al menos me esforzaré en ser la clase de mentor con quien yo me hubiera llevado bien. Además es cuestionable el hecho de que otros quisieran vivir las condiciones de "desempleo" por las que atravieso; por lo que en lugar de estarme quejando, dedicaré más energía a agradecer y prepararme en lo que pueda.



Bien dicen que la vida es cíclica, y que estamos destinados a revivir eventos cada cierto tiempo; así el que pasa por una crisis una vez es probablemente alguien que lo ha hecho con anterioridad para después de un tiempo volver a levantarse tras su situación.

Llevar más de medio año desempleado me ha hecho pensar en las veces que he vivido experiencias similares y cómo es que nunca he estado suficientemente prevenido para recuperarme a pesar de considerar las variables.

Por ejemplo, en mis tiempos de preparatoriano me quedé sin trabajo y duré un par de semanas así, previamente saltando entre uno y otro empleo temporal sin éxito. No fue hasta que mis papás se encontraron con un conocido y le comentaron que quería trabajar; para empezar de cero, ya saben, empecé con la clásica la historia de la escoba y el trapeador siendo el que lavaba los baños cuando se necesitaba.

En esa empresa estuve por once años, ahí conocí a grandes personas que hasta ahora considero amigos y aprendí valores básicos como escuchar, anotar, proponer y observar. Pasé de ser el que podía ayudar con la limpieza, al ayudante de almacén en tienda; era el que acomodaba la mercancía pues. Al paso de poco tiempo, mi jefe tuvo que haber encontrado alguna virtud en mí, pues me colocó como parte del personal de mostrador; donde pude aprender de ventas, trato al cliente y memoricé un catálogo consistente de productos porque no solíamos utilizar códigos de barras.

Lo que siguió fue que durante la prepa (que cursaba por las noches), se me permitió salir hora y media antes, me dejaron como compañero y posteriormente jefe del almacén general de la empresa; ahora mi trabajo consistía en surtir material a las cuatro sucursales de la empresa y gestionar el inventario. Pasándolo de simples hojas de excel a una pequeña base de datos. Por aquellos días hacía mis primeros intentos de programación.

Pasaron algunos años y se me pidió volver a la tienda, esta vez a apoyar en otras áreas; obviamente tenía la intención de segur estudiando, porque la escuela me parecía sencilla y estudiar era mi escape a la realidad laboral. Venía una parte difícil, la facultad ocurría durante el turno de la mañana por lo que había que negociar con mis jefes la posibilidad de seguir trabajando parcialmente. Se logró, aunque la paga era mucho menor, me dieron la oportunidad de laborar durante tres horas al día, por el turno de la tarde, y así saqué la carrera. Esta vez mis obligaciones para la empresa eran más carácter administrativo, contactar con proveedores, revisar y registrar facturas y pedidos, gestionar inventarios globales, administrar costos y de vez en cuando, también me tocaba atender clientes.

Justo al terminar la carrera, estaba ilusionadísimo con una chica que conocí en redes y personalmente durante un viaje a Guadalajara. Estaba asombrado por la belleza de las mujeres por allá y lo buena onda de su gente, en mi mente estaba claro que de presentarse la oportunidad, entraría a trabajar allá y me aproximaría a la entonces dueña de mi corazón.

Se logró. El hermano mismo de mi entonces ex me consiguió una entrevista, tuve que viajar a realizar un examen y me dieron la oportunidad de entrar a trabajar al área software de Intel. Di las gracias a la empresa en la que trabajé durante la última década y mi sueño profesional estaba por comenzar.

La misma persona que me apoyó a acomodarme en el trabajo, me ofreció un cuarto en su casa para habitar. Todo estaba bien, salvo lo infeliz que me hacía saber que me encontraba tan cerca de mi ex y tan lejos de su corazón; y de hecho un par de ocasiones me sentí especialmente mal al enterarme que le sacaba la vuelta a cualquier convivencia o interacción conmigo; de ahí aprendí a retirarme en paz de donde no soy bien recibido para evitar ser una molestia. Lo anterior aunado a que vivíamos bastante lejos del sitio laboral, me convenció a mudarme a un lugar más cercano.

Una de las mentes más brillantes que personalmente conozco y con quien he tenido la dicha de estar en el mismo equipo en Intel, me comentó que él tampoco era local y en el pequeño edificio que vivía rentaba por muy poca cantidad de dinero un cuarto. Cosa que tomé como referencia, busqué y efectivamente había disponibilidad, por lo que renté en ese sitio.

En Intel aprendí lo descubrí lo mucho que ignoraba del mundo de la programación y que todo el tiempo sin importar mi esmero saldrían cosas nuevas y retos mayores. Yo seguía siendo alguien que aprendió rústicamente y con métodos no celebrables a moverle al código. Pero tenía ganas de saber y poder hacer las cosas bien. En ese lugar aprendí a administrar sistemas operativos, el código que programábamos había que colocarlo en distintas distribuciones de software libre y licenciado. Pasado el tiempo me enseñaron a automatizar procesos, a entender y manipular funcionalidades de red en planos reales y a documentar software correctamente.

Pero, también extrañaba la programación web; me decía a mí mismo que era lo que primero había realizado y lo que más me llamaba la atención (y por supuesto, con lo que mayor experiencia tenía). Convencido de eso, cuando una compañera de trabajo me platicó que un amigo de ella estaba levantando su start up y en vistas de que mi sueño era entender el mundillo del emprendimiento, decidí tomarle la palabra y acudir a una entrevista de trabajo. No hubo problemas para encajar, se escuchaba genial la oportunidad; para este entonces, uno de mis mejores amigos ya había terminado la carrera y estaba trabajando también en Guadalajara, en una transnacional llamada Tata y vivía cerca del estadio con otros tres compañeros de clase que trabajaban en donde mismo (cosa que nos servirá más adelante para hilar la historia).

Cuando decido moverme de trabajo, sin evaluar la situación a consciencia plena, dejo también algo que cualquiera podría considerar como "seguro" por adentrarme en la aventura. Cuál va siendo mi sorpresa que las cosas estaban más pesadas de lo que yo creí. Para empezar, me dejaron de lleno la responsabilidad de administrar una app cuando en mi vida había tenido interacción con eso; dicha app resultaba ser el producto empresa de la compañía, una especie de mesero virtual que se colocaba en bares para agilizar la logística de atención a los clientes.

Estaba maravillado y aterrado al mismo tiempo; porque entre las cosas que me pusieron a hacer, fue a utilizar plantillas de Photoshop para maquetar sitios (cosa que tampoco había hecho); la estabilidad de mi trabajo dependía estrictamente de terminar una serie de webs pendientes que la agencia para la que trabajaba ya tenía vendidas y cobradas. Obviamente esto no lo supe hasta que entré a trabajar. Con algunos de esos proyectos no tuve mayor problema, se resolvieron y sacaron en tiempo.

Pero llegó la tienda en línea, una tienda que, a palabras que después escuché del cliente, llevaba como un mes de atraso el día que yo entré a trabajar al lugar; y no se me pedía, se me exigía que la tuviera lista en dos semanas. Mi experiencia tanto en back end como en front end era junior en aquel entonces, pedirme que hiciera algo así me resultaba soberanamente imposible; menos porque nunca se me pidió en la evaluación previa que sacara algo por el estilo de mi historial. Para ese entonces lo que yo sabía de desarrollo web, por valiente que me sintiera, estaba ligado a manejadores de contenido y proyectos pequeñitos con a penas interacción con bases de datos; el monstruo que se me solicitó vencer terminó por derrotarme. Aunque quiero que sepan que di todo de mí; incluso un par de días entre semana y el fin de semana en cuestión no salí de la oficina; me quedé trabajando día y noche por jornadas de cuarenta y ocho horas... Por intención y esfuerzo no quedé, sin embargo, fracasé.

Para esto, he de comentar que en un inicio llegué a una negociación salarial por una cantidad que nunca se me otorgó; creo haber estado en esa empresa por un total de mes y medio. Y así caí de nuevo en el desempleo al que tanto miedo le tuve la vez anterior... Pero, a mi parecer estaba más preparado. No fue así. Me regresé a Colima, y seguí postulándome a diversas opciones a través de Internet con nulo éxito por un mes entero; el tiempo que yo había contemplado que me tomaría volver a encontrar trabajo. Hasta que un día una chica publicó en Facebook que buscaban a alguien que apoyara en desarrollo web. Los contacté, me agendaron las primeras entrevistas, resultando favorecedoras, tenía que volver a la ciudad para entrevistas presenciales.

Empecé a pedir favores. A mi amigo de la infancia que en ese entonces vivía en Guadalajara le pedí que me diera hospedaje durante algunos días, solo necesitaba literalmente un pedacito de suelo para vivir en lo que conseguía algo o me regresaba, y así fue. Por parte de esta empresa me pasaron un reto a resolverse durante el fin de semana; realicé el reto y lo envié. Pero los días seguían transcurriendo, mi economía estaba devastada, por lo que pedí prestado a los cohabitantes del depa. Tenía unas treinta latas de atún en el lugar y estaba limitadísimo en cualquier otro gasto. Pasaron cerca de diez días y no obtuve respuesta por parte de la vacante en la que estaba consciente de haber causado una buena impresión.

Un buen día, a las primeras me dijeron: Oye, hoy habrá un "open house" en la empresa, prepara tu CV en inglés y asiste; así podrás ingresar como trainee a trabajar con nosotros. Me alegraron el día, la semana, el mes, esa oportunidad no iba a dejarla ir. Me preparé con mi documento asistí a la entrevista, me tocó la fortuna (de verdad) que un indio me entrevistara y tuviéramos una conversación que se sintió cómoda, a pesar de ser mi primera experiencia con alguien con ese acento y para los que lo conocen, saben que es algo complicado de entender al inicio. Esa noche estaba que me volvía loco de felicidad por la noticia en mi correo, había sido aceptado y con un sueldo muy superior al que todos los que estábamos en el depa esperábamos (de hecho les dije: "Si es cierto que voy a ganar esto, los invito a todos a cenar con mi primer pago", éramos seis). Días más tarde estaba firmando mi contrato, no lo podía creer.

Pero no fue hasta un mes después que me pagaron por primera vez en Tata. Para entonces, yo tenía un adeudo con uno de los roomies que estaba tal cual manteniéndome, hasta que tuviera dinero para pagarle. 

Y pues, así estuve en ese entonces y de la misma manera estoy ahora; la moraleja es que nunca me he encontrado suficientemente preparado para lo que el destino tenga para mí. En su momento creí que con ahorrar un poquito, no me afectaría el desempleo y lo hizo; después creí que con un colchón financiero equivalente a un mes de sueldo podría superar complicaciones hasta encontrar trabajo nuevamente y no fue así; finalmente, tras mi último descalabro y leer decenas de fuentes, consideraba que con un semestre de sueldo sería suficiente para sobreponerme al desempleo. Siete meses, un intento fallido de iniciar mi propia empresa (detenido por trámites burocráticos), una pandemia y tras haber sido rechazado de unas cuarenta vacantes a las que he aplicado he de decir de nuevo: Me equivoqué, sigo sin saber cuánto es suficiente para evitar caer en estos agujeros laborales del desempleo.


Se dice que atraemos lo que decretamos, pero qué difícil es no sentir que eres una decepción cuando llevas más de medio año desempleado y sin atraer a ningún reclutador de talentos... Pensando, tal vez no tengo talento alguno.

Los últimos meses de mi vida han sido horripilantes, no se los deseo a nadie; las finanzas van mal, a la baja, mis estrategias andan fallas y para colmo, no puedo producir por cuenta propia porque el mundo entero está sufriendo del colapso. ¿Saben la cantidad de veces que mi mente ha querido traicionarme durante esta semana? Si lo supieran, entenderían por qué casi no estoy durmiendo, y qué pasa que siento tanto miedo del entorno.

Estoy solo, entre mis determinaciones estratégicas mentalicé que sería una buena idea mudarme a una ciudad cosmopolita en búsqueda de empleo; eso y el terrible calor de mi lugar de origen me hicieron salir corriendo. ¡Claro que puedo! ¡Claro que puedo! Me repetía mentalmente.

Imagínense el tamaño de mi decepción cuando, las razones por las que me mudé eran nulas, inexistentes. Yo había previsto incluso para este tiempo ya estar ganando dinero (sí, así es amigos, mi situación actual está al límite de lo extremo). Recientes cambios fueron de: Está bien, entonces sin trabajo no hay comida, sin comida no hay energía, sin energía... Bueno, ustedes me entienden, hasta la coherencia para redactar podría estarme fallando.

Recién leí en Internet un mensaje que reinterpreté y respondí a mi modo, el original hablaba del tiempo que dura un recuerdo de alguien en nuestras memorias, romanticismo al decantarse por la frase textual: "¿Me amarás al amanecer?" Mi contestación fue: «Somos efímeros. Tratando desde un inicio por instrucción de demostrar valía, de alcanzar supuestas "metas" y construirnos nuestro propio camino al éxito... Eso no existe, tanto como no existen los recuerdos y memorias, pues no perduran más allá del ínfimo instante que la humanidad va a habitar el planeta. Desde esa perspectiva, si toda la historia humana se puede resumir en un instante Universal, y cada vida no representa más allá de un grano de arena en la playa que es la civilización; un pensamiento es un destello en medio de un proceso cognitivo, so... Sí, será fácil amarte al amanecer, y podré contenerte en mi memoria entretanto que siga vivo.»

En fin, como les informo, me regresaré por donde he venido, sin logro alguno, sin experiencia mayor al horror de sentirme en medio de desolación constante; un momento con energía y optimismo, un rato después tras afrontar la realidad del rechazo reiterado, sumergido en miseria, ansiedad y desesperación. Con sus debidos colaterales: Dolores de cabeza, insomnio, mareos y una tristeza abismal que no me cabe en el cuerpo. Y sí, claro que sí, cualquiera puede venir a enviarme a terapia o recomendarme centenas de libros o experiencias espirituales; el punto es el mismo, estoy en medio de un agujero sin fondo tratando de agarrarme de la primera rama saliente que encuentro, y cuando creo tener la capacidad de levantarme y comenzar a subir a partir de ahí, se rompe y continúo cayendo.


El romance termina al la oscuridad de la noche apoderarse del sitio,
las manos inquietas temblando y la respiración se agita, 
se desvanece la sensación de permanencia,
quedando únicamente la subsistencia.

¿Quién es y por qué persiste encontrarse conmigo?
El amargo sabor de la desgracia agobia mi lengua,
la introspección ha dado malas referencias de lo que sucede,
me quedo ciego, estragos de derrota tengo a cuestas,
el rojo de su mirada avanza cuanto puede.

Somos capaces de encontrarnos con entes extraños al claudicar,
respirar profundo es solo uno más de los síntomas ante la desgracia;
ella a penas tenía veinte años, yo no lo sabía,
me he convertido en el monstruo al que temía en la infancia.

A pensamientos retorcidos es tiempo de hacer cambios,
el sabio se expresó de mí tan mal como quiso hacerlo;
lo siento mucho querida, te colocaste en mi camino,
eres mi divina presa, el bocadillo a punto de conocer su destino.

Los facciones de la hermosa víctima emanaban desencanto,
no es ahora tiempo de claudicar en busca del decoro,
llegué aquí a devorarla y hacerla mía, es lo que ella aceptó;
mirando las marcas en su piel, la inocencia que cambió por oro.

Mi lengua surcando las hendiduras en su espalda;
ahora sin moverse, en un principio se burlaba,
¿quién le hubiera dicho que nunca lo intentara?
Delicioso botín que a mis pies al comenzar estaba.

No hay amor que valga aunque quisiera huir; 
le hice ver que hay pasión que demasiado cuesta,
hay placer que hiere y dolor que sacia.
Sobretodo horror que su inerte aspecto nuestro entorno infesta.


Y no escribes, no meditas, no te relajas, no duermes, no piensas con frialdad, no levantas proyectos, no avanzas, no reaccionas, no te cuidas, no regresas a trabajar, no abandonas la zona de confort, no respiras, no aprendes, no inviertes, no vives.

El año actual ha sido comparable a un descenso empinado en la montaña rusa, donde lo único hasta mis gritos son inaudibles; hay cosas que no deseo, como alejarme de mi familia y proyectos que pudieran generarse aquí. Pero seamos sinceros, sin energía ni concentración, de poco o nada sirvo; los acontecimientos recientes y los pésimos hábitos, además del horroroso calor lo único que hacen es que mi interior ruegue por alejarse y le permita sanar; pues es noble, valiente y funcional, recíproco cuando lo trato bien.

Hay cosas que las palabras no pueden expresar, como mi ansiedad por retirarme de este ambiente que me afecta cada día; mis papás no me comprenden, una o dos veces se hacen sordos con la alimentación, esperan a que se me olvide, y volvemos a los mismos vicios... Pero no, eso no significa que los esté culpando, ellos vienen de una formación nutricional de la que difícilmente van a salir, los gustos tradicionales están por encima de cualquier perspectiva de salud, aunque reitero, no es en absoluto su culpa.

Soy yo el que no puede contenerse, soy un adicto rodeado de los placeres que enriquecen mi adicción; alejado de los fundamentos y las fortalezas que vivir por mi cuenta me traen consigo; tampoco he de mentir en el hecho de que estoy preocupado y la ansiedad me ataca con más frecuencia que de costumbre. El exceso de futuro, la responsabilidad de no saber si tendré dinero para desayunar mañana en caso de estar por mi cuenta me aflige, pero es un tormento que debo de enfrentar solo, no cuento con ellos lamentablemente; sus preocupaciones están colocadas en tener algo sobre la mesa, dentro del refrigerador y en cada una de nuestras barrigas.

Lo anterior tampoco es malo, desde su perspectiva hacen lo posible por mantener a flote un barco; un barco que de haberse construido distinto desde sus inicios, tendría hoy la fuerza suficiente para mantenerse solo y aguantar tantos viajes como le fueran requeridos. Ni hablar, entré a jugar con un nivel de dificultad mayor a otros, lo reconozco y acepto; ahora yo soy el que quiere tener la capacidad de trabajar por restaurar el medio de transporte, y quiero que sea un avión, un auto, un yate, un tren bala, una transbordador, o lo que sea que se necesite para continuar creciendo.

Obviamente tengo miedo, estoy aterrado ante la inminente posibilidad de verme rodeado de enfermos, en un lugar donde no conozco a casi nadie, donde no puedo correr a esconderme a un sitio seguro y reconfortantes; pero es el único camino que veo factible para recuperar mi salud. Porque al final, todo lo que que quiero hacer y no consigo, las situaciones a las que hice alusión al inicio de esta entrada, toda esa frustración acumulada y la constante sensación de mediocridad e ineptitud, no son más que los síntomas de la enfermedad hablando.


Viernes primero de noviembre de dos mil diecinueve; añoraba la ausencia de mi familia, tenía un par de deudas importantes y mis costes de vida eran, por decirlo cálidamente, elevados. Despilfarrando gracias a la holgura que un "buen" sueldo representa, observaba el entorno sin darme cuenta que estaba a punto de comenzar con un experimento que podría cambiarme la vida.

Le llamé por teléfono a ese amigo al que le debía mil quinientos pesos. Oye, amigo, quisiera iniciar un proyecto; llevo algunas semanas analizando números masivamente y he desarrollado durante mis noches de insomnio un algoritmo que me permite prever escenarios óptimos de inversión con crecimiento acelerado; el riesgo está en ambos, quisiera iniciar probando durante todo el año próximo su funcionalidad, creo sinceramente ser capaz de conseguirnos beneficios muy superiores a los instrumentos más comunes de inversión, en específico he comparado mi estrategia con CETES y tengo que decir que los datos son favorables.

Todo en esta vida es un experimento; tardé bastante en verlo de esa manera. La comodidad de percibir un sueldo recurrente con cierto nivel de estabilidad produce una falsa percepción de seguridad; cosa que poco más de dos meses después descubrí; cuando recibí la llamada de mi compañera de recursos humanos diciéndome: "Hoy es tu último día en la empresa". Mi sustento se desmoronaba. ¿Y ahora qué voy a hacer?

Lo peor, lo pero es que me sentía en un alto nivel de incompetencia, y no por mi desconocimiento, más allá de eso, la falta de práctica me empezaba a jugar malas pasadas; establecía conversaciones con personas de otras empresas si éxito alguno, me llamaban en torno a vacantes publicadas y me tocaba interactuar pésima recepción telefónica, fallo tras fallo. Sin trabajo, sin dinero, sin capacidad de encontrar otra cosa; tenía que hacer algo por mi cuenta. Llorar las consecuencias de mi despido no podía frenar mi existencia.

Alternativamente el proyecto independiente seguía creciendo, mi poco dinero invertido había empezado a dar frutos; al momento, todo lo hago para consolidar un producto, así que no, no hay comisiones ni se capitaliza el mercado captado por ahora (sigue sin ser negocio).

Una semana después de despedirme y dejarme con el corazón roto me marca mi exjefe; construí la infraestructura interna de un CRM y un ERP para la empresa; necesitaban agregar elementos, necesitaban modificar actividades y cronogramas; y es que, a pesar de que les hice llegar un instructivo, prefirió que de manera independiente que le diera mantenimiento a dicha infraestructura, en teoría me estaban recontratando a manera de freelance para mantener el producto que les desarrollé por una fracción de mi sueldo anterior. ¿Qué más da? Necesito comer, y vivir; además amo mucho el proyecto que levanté con ellos. Claro que acepto.

Días más adelante el asunto de la pandemia se vuelve real y se extiende hasta cada rincón de la Tierra, llevándose mis siguientes postulaciones entre las patas. Nadie me llama, nadie me busca, nadie me ofrece empleo. Con lo que gano no es suficiente para vivir, a penas me da para pagar uno que otro pendiente. Como por jugada prefabricada por parte del destino, la enfermedad toca a mi puerta, mi lamentación crece, tengo que buscar asilo donde un desmayo, una crisis o un agravio puedan estar a la vista de alguien más; me enfilo a casa de mis padres.

El asunto de la pandemia se vuelve serio, crece tanto que se vuelve una necesidad primordial el mantenerse encerrados. No es broma. ¿Y cómo voy a encontrar ocupaciones si no hay nada abierto? Es más, ¿a quién le puedo ofrecer mis servicios como desarrollador de software o ingeniero en sistemas si las empresas están literalmente cerrando sus puertas por periodos indeterminados. El dolor de cabeza se volvió una constante; como así fue también el crecimiento de los beneficios alcanzados con el proyecto independiente.

A casi la mitad del año transcurrido, con algunas áreas reactivando lentamente, sigo buscando una oportunidad laboral; desde mi último despido no estoy buscando una cantidad de dinero o proyecto en específico, me he vuelto alguien mucho más austero en mi diario andar, valoro en demasía la calidad de vida que comparto con mis padres y hermana, extraño sin duda las grandes urbes colectivas, la libertad de visitar los cines y centros comerciales, el clima menos caluroso, las transeúntes atractivas.

Al mismo tiempo he tenido que invertir en crecer el desarrollo y la investigación que rodea al servicio independiente en el que vengo trabajado, además de haberlo registrado (que como dije en la entrada anterior, por no haber citas en el SAT, todavía no puedo capitalizar); mi esperanza en ver crecer ese proyecto y hacer más por los demás está más clara cada día. Si me preguntan de qué va futuro negocio, me dedico a manejar portafolios de inversión garantizándoles un crecimiento superior a cualquier instrumento convencional a mis clientes; utilizando medidas básicas como la diversificación, el análisis masivo de datos, la generación de rendimientos "a pesar" de las hostilidades que presente entorno, entre otras cosas.

¿Y funcionará? Pues al día de hoy, a siete meses de iniciado, nunca he quedado mal a mi palabra y les he otorgado siempre rendimientos superiores al porcentaje compuesto que garanticé semana a semana a mis asociados. Alcanzando una sorprendente proporción de retorno de aproximadamente el cincuenta porciento en el tiempo que llevamos gestionando, espero podamos seguir en este viaje juntos, espero logremos grandes cosas; y espero que llegue a ser un excelente negocio sano, funcional y autosustentable.

Ah, sí, yo sigo buscando empleo: Tengo 33, soy ingeniero en sistemas con enfoque al desarrollo web (aunque también he hecho administración de sistemas y bases de datos, soporte L3, integración y soporte), he manejado diversos lenguajes de programación y lo mejor es que no tengo miedo a moverle a otras cosas, sé trabajar en entornos con núcleo Unix; todo el tiempo estoy estudiando algún curso (actualmente selenium, postgresql y python), he trabajado para empresas grandes como Intel y Tata, aunque tampoco me intimidan las start-ups, finalmente no busco un gran sueldo: Págame lo que quieras pero dame trabajo y no me obligues a asistir a una oficina. En mi situación actual lo hago, no por abandonar mi proyecto; sino para nutrirlo y darle el impulso inicial que se merece.